martes, 8 de septiembre de 2020

QUÉ CAGADA

 

   Hacía nueve días que no visitaba el retrete, mi panza parecía como cuatro meses de embarazo. Una amiga me dio dos pastillas, primero que tomara una sola y pasados tres días, probara con la otra.

   Soy muy ansiosa, tomé las dos juntas. Ni bien me senté, no paraba de cagar, como hace el Gobierno, que te caga y te caga y no para de cagar. Me limpié con medio rollo de papel y cuando apreté el botón, rebalsó la poceta hasta la alfombra del pasillo. Se ve que la pobre no pudo soportar aquella carga desmedida. Usé la sopapa, que se soltó del palo y no la pude rescatar. Metí el brazo y al final la saqué. Pasé el secador y varios trapos de piso.

   Cuando me miré en el espejo, estaba marrón de la cabeza a los pies. Por no llegar tarde al laburo, me limpié con un tohallón. Me senté en el escritorio y todos me miraron.

   —¿Qué te pasó?

   —Me excedí en la cama solar para oscurecer mi piel tan blanca.

   —Valió la pena, te quedó como si hubieras tomado sol en el Caribe.

   Al rato, todos fruncían la nariz. El personal se retiró en dulce montón a la oficina de al lado, no sin antes cerrar la puerta. Mi Jefe, que carecía de olfato, dijo: —Vine a trabajar con usted, para que no se sienta tan sola, me parece que sus compañeros, no le guardan simpatía. No se preocupe, ya van a volver.

   Cuando regresé a casa, me quise matar, perdón, me equivoqué, me quise bañar, abrí las canillas y no salía agua. Estaba cortada. Al día siguiente avisé que faltaba. Pude escuchar los aplausos. La gente es una mierda.

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