Tenía una pierna
más corta que la otra, andaba sin bastón por ser muy coqueta. Buscaba un novio
de baja estatura y lo esperó sentada para que no se notara. Por fin apareció,
era más petiso que lo que ella imaginaba.
—Qué linda que
sos, me gustan tu cara y tus piernas. Es muy exótico tu traje japonés.
—Es made in
Japan. Me lo mandaron de Oriente.
—¿Cuántos años
tenés?
—Cumplí 32, voy
para 33. ¿Y vos?
—Yo tengo 20 y
no pienso cumplir más. ¿Qué estudiás?
—Veterinaria, me
voy a dedicar a animales chicos.
—No me cuentes,
me gusta conocer una mujer, no por lo que dice sino por lo que hace. Vayamos
despacio.
Ella se puso de
pie y él se sorprendió. No la imaginó tan alta y mucho menos que fuera renga.
Le regaló zapatos con plataforma, a uno le agregó cinco centímetros más. Ahora
se paseaba orondo, con una mujer elegante.
—Como llegó la
Primavera, quiero ser tu novio, el corazón me late por vos.
Ella contestó:
—Qué
coincidencia, a mí me late igual, con una diferencia, siento mariposas que
aletean en mi estómago.
—A mí también me
laten otras cosas, que por respeto no pienso decir.
Nacieron cuatro
hijos rengos, dos altos y dos tan bajitos, que parecían hijos de sus hermanos.
El Padre estudió
Veterinaria y se dedicó a los animales grandes. Su especialización fue hacerle
tacto rectal a las vacas.
Los hijos
formaron una banda de rock, que se llamó:
“La Renga”.

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