Para Joe soy su
mascota inteligente. Me llamo Joe, él quiso ponerme su nombre.
No necesita
despertador, yo me encargo. Cuando me da el sol en los ojos, muerdo su
acolchado y lo tiro en el piso. Se levanta y me agradece.
—Gracias Joe.
Le acerco mi
plato de leche y el paquete de galletitas. Él toma de mi plato y quiere que le
traiga croissants, pero me queda tan alto que no las puedo alcanzar. Habla
mucho conmigo, vive solo.
Le llevo el
diario a la cama y la correspondencia también, me baña todos los días y nos
secamos con la misma tohalla. Duermo con él y le doy lengüetazos, que en perro
quiere decir: “hasta mañana”.
Cuando va a su
trabajo lo acompaño hasta la verja, en especial el lunes, que siempre es un día
que arrastra los pies. Salto para alegrarlo y ladro dos veces en la despedida.
Paseo todas las
mañanas y saludo a mi perra vecina. Cachorra todavía, jugamos a lo perro.
Un día de
Octubre o Septiembre, soy una mascota inteligente, como dice Joe, pero no tanto
para saber los meses del almanaque. Llegó con una mujer joven.
—¡Mirá, Joe!
Tengo una Novia y vivirá con nosotros.
Me acerqué para
olfatear su entrepierna.
—Joe, por favor,
que no me toque tu mascota, parece un perro degenerado.
Por primera vez
Joe me dijo:
—¡Fuera de aquí!
Me ofendí y salí
con la cola entre las patas. Su Novia se llamaba Gloria y me miraba con
desprecio. A partir de ahí, no me permitieron dormir en la cama. Cerraban la
puerta y me dejaban afuera. La bruja Gloria me obligaba a descansar en un
felpudo que pinchaba. Joe me acariciaba la cabeza en el desayuno y ella lo
mandaba a lavarse las manos.
—No me gusta el
perro adentro. Por favor, Joe, que se vaya al jardín.
Él me hizo una
casita de madera, usó una voz muy dulce mientras me explicaba.
—Gloria necesita
que estemos solos, igual te quiero más que a nadie en el mundo.
Yo lo escuchaba
como un perro, pero podía adivinar lo que decía. Lo miré con ojos tristes,
pregunté por qué se encerraban en el dormitorio.
—Joe, nosotros
hacemos lo mismo que hacés vos con la perrita de al lado.
Le aullé en
lengua de perro y con mis patas mullidas, le acaricié su cara y salí corriendo.
La perrita vecina me estaba esperando y recomenzamos nuestro amor, de la noche
anterior.
La bruja Gloria,
se fue con otro. Él me llamó a los gritos:
—¡Joe!, ¡Joe!,
podés venir adentro, dormir conmigo y todas las cosas que hacíamos juntos. Te
prometo no traer ninguna otra mujer, comprendí que sos el mejor amigo del
hombre. Por eso te quiero tanto.
Le respondí:
—Guaiu, guaiu.
—como un sapukay, que en lenguaje de perro, quiere decir “yo también”, “yo
también”.

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