Y me dejó la
menor, sin avisar. Fue una noche de lluvia. Bubú lloraba como la lluvia, la
tuve en mis brazos, sin saber qué hacer. Le canté el arrorró, no le gustó.
—Ya estoy muy
grande, contame un cuento que tenga sol filtrado entre los árboles y poder
olvidar que estoy con vos. Tengo un niño en la panza.
—¿No pudiste
hacer nada? Era difícil, yo entiendo.
—No podés
entender, todavía lo tengo en mi vientre y sé quién es el Padre. Vive con Mamá.
Ella lo quiso ocultar, me apretaba con un corsette. Le daba vergüenza. La vida
la llevó a tomar esa decisión, me dejó con vos. Dijo que tenías la magia que
ella no tenía. Pura mentira. Prefirió seguir viviendo con él. Es un amor
enfermizo. Llegaba borracho, le pegaba todos los días. Ella disimulaba las
heridas con maquillaje. Una noche de lluvia como ésta, escuché la puerta de mi
pieza que cerraba. Había olor a alcohol. Sentí un peso enorme sobre mi cuerpo,
dos manos más fuertes que yo me abrieron las piernas. Y así fueron todas mis
noches. Yo a Mamá no le conté nada, ni ella me preguntó. Vinimos a pasar con
ella y mis dos hermanos, unos días con vos. Cuando se fue con mis hermanos, a
mí me abandonó en tu casa. Me abracé a su cintura y como toda respuesta, recibí
un puntapié sobre mi espalda. Tenía cara de odio, de loca desesperada: “¡Sos
una puta, vos lo provocaste”. Y esas fueron sus últimas palabras.
A los nueve
meses tuvo sus primeras contracciones. Los Vecinos vivían a más de veinte
kilómetros de distancia. Recordé partos de películas, el parto de una amiga y
entonces hervir agua, desinfectar los instrumentos, como escalpelo y pinzas.
Herencia de mi Padre, mientras la tranquilizaba.
—Bubú, estoy
tomando el tiempo de la dilatación, estás en buenas manos.
Parió en mis
propias manos, el bebé salió perfecto. Hice lo que en estos casos se hace.
Ahorraré en detalles, el bebé salió al mundo y de allí al pecho de su Madre.
Era idéntico a Bubú.
—¿Ahora me tengo
que ir? ¡No! Por favor dejá que me quede.
—Bubú, mi casa
es tu casa y la del bebé también. ¿Qué nombre le vas a poner?
—Suan, el nombre
de un indio valiente, ¿te gusta?
Era precioso, me
encantó. Lo criamos juntas. Resultó un niño inteligente, con destellos
geniales. Inventó una goma de borrar, para que su Mami olvide aquel pasado
inmerecido.

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