jueves, 31 de mayo de 2018

GUNDO



   —Salieron antes, unos años, se distanciaron nueve años y hace tres meses viven juntos.
   Me lo dice así, al vuelo, sabiendo que es mi hermana, aunque no nos veamos igual es. Me contó Malita, que Gundo se casó con mi  hermana, yo ni enterada estaba que él, era él. Aunque ya nada, son tres hijos de puta. Malita que me anoticia lo de mi hermana Isabel y sus masajes en la nuca de Gundo, a mis espaldas. En dicho momento, todavía vivíamos juntos. Ella nos visitaba, qué hermana perra, por dios. —Te lo cuento ahora, es una infidencia, pero pasaron tantos años…
   Qué mala que es, uno tiene su corazón con faltantes cicatrizados y esta idiota mete agujas. Soltera y virgen, no sabe lo que es un polvo, prefería chusmear los ajenos y eso no le daba tiempo para sí. La llamé a Isabel, mintiendo una hermana querida: —¡Hola Isa! ¿Todo bien?        
—… 
   —Sí, yo igual, quería saber de Uds. ¿Tuvieron hijos?                               
— …
   —Cuánto me alegro, no hay que aumentar el número de habitantes.   
— …
   —Yo tampoco tengo. Bastó el ejemplo de nuestra flia, nefasto o Mefisto, ambos le caben.                                                                      
— …  
   —Decime, Isa querida. ¿Me comunicás con Gundo?                        
— …  
   —¿Por qué, imposible?...no…no lo puedo creer. ¿Se casó con Malita?
—… 
   —¿Viste Isa cómo todo vuelve? Fue igual que cuando vos me sacaste a Gundo de un zarpazo. Gundo es un ser tan pequeño. Mirá que preferirte a vos y después a este piojo resucitado.

miércoles, 30 de mayo de 2018

ESCUCHÁ LA BARRA


   A diferencia de Angelito, sus padres no tenían la menor idea de lo que era un Hipódromo, sólo jugaban al ta-te-ti y dominó, mientras él era un jugador empedernido. No faltaba jamás al Hipódromo. Si ese día suspendían las carreras, iba al barrio de los studs y disfrutaba mirar cómo los cuidadores los vareaban. Tenía dos predilectos, jugaba a ganador, le hicieron ganar mucho dinero. Los amigos le preguntaban, por qué no jugaba a caballos favoritos, a segundo o tercero.
   —A segundo,  es de cobarde y a tercero es de judío, si no me creen observen.
   —Sí era verdad.
   Un día trajeron a Fosforito, un caballo imponente y corría como flecha. Angelito andaba con poca plata, tomó del joyero de su madre dos pulseras de oro, un prendedor con tres brillantes y el collar de perlas cultivadas."Mamá jamás se pone nada, lo que tenía eran regalos que ella no daba importancia". Angelito fue a una Casa de Empeños y dejó una seña para recuperarlos en cualquier momento.
   El domingo jugó todo el dinero de las joyas a Fosforito, a ganador. Perdió, igual lo fue a saludar, después de todo era un caballo que le había dado muchas satisfacciones.
   Dio unas vueltas hacia ningún lugar. Visitó a su amigo 1, relató el episodio y esperó respuesta: 
—Ahora, la cagada, ya te la mandaste, poné la misma ligereza en juntar el dinero. Te dejo unos mangos, jugá a Yuyo el jueves, en la décima, quién te dice…
   Angelito tocó la puerta de su amigo 2 : —No me cuentes, me avisó 1, te fuiste al carajo y con tu madre que es una santa mujer. Perdoná que te juzgue, me sacaste, no te puedo prestar un centavo, acá en casa no queda nada, pero tengo una idea. ¿Si vas a tu amigo 3, el judío de la peletería? Esa cifra a él le hace cosquillas, los viejos viven en Israel y le dejaron vía libre.
   Angelito, devenido en zombi, fue a ver a su amigo 3, todavía las vidrieras estaban iluminadas y el judío, contra la puerta, leía la Palermo Azul, para mañana. No levantó la vista: —Siempre está el moishe, ¿no?, que es judío, pero te quiere, xenófobo de mierda.
   Le dio un abrazo y le puso en el bolsillo las alhajas rescatadas. El dueño de la Casa de Empeños, era su primo y recordó: “no sé por qué los judíos tienen tantos primos”.
   —Andá directo a lo de tu vieja…no me digas nada, chau.
   Llegó tarde, Angelito, los hermanos ya dormían. La puerta de la cocina entornada y escuchó la voz de su madre y el ruido del diario.
   —Ché viejo, ¡mirá esto! resucitó Perchita, llega ganando en Palermo, San Isidro y viene para La Plata, dale viejo, jugame unos boletos…ganamos seguro.
   A angelito le pareció un sueño lo de sus viejos, pasó despacio para el dormitorio, metió las alhajas en el joyero y se fue a la cama sin comer. Durmió como un Angelito perdonado.

martes, 29 de mayo de 2018

DESHUMANIZACIÓN



   Al lado de mi depto, las noches de verano, hay un lugar que pertenece a las torres de la Muni, tiene escalones, hay techos y columnas. Es una torre alta, que junto a otra, encierran el Edificio Municipal, más que centenario, puro estilo neo renacentista alemán. Los que construyeron las torres, no son arquitectos, son bestias. Por las noches duermen allí grandes y niños, en situación de calle. En el verano, con sábanas y lo que algunos generosos de mi edificio les daban, era un lugar. Ahora empezaron los fríos.
   Junté en mi chata todos los colchones de gomapluma viejos, que pude. Mis amigos sustrajeron frazadas del Ministerio de Acción Social, donde se ocultan desde la época kakense. Material para aquella inundación, que por historias partidistas, no se distribuyeron. Entre otras cosas, alimentos no perecederos y ollas enormes. Los fines de semana hacemos guisos, en siete departamentos de mi edificio. Cada quién en su cocina, luego los juntamos y se los llevamos.
   Es de la buena gente que agradece lo que le damos nosotros, les decimos que les devolvemos, lo que los gobiernos les quitaron. La semana pasada, cuatro micros policiales, se los llevaron a todos. Parece que hubo quejas, aduciendo que la gente en situación de calle, ensucia las calles. Los indigentes, arruinan el paisaje mugriento de la city.
   Todos nos reímos, porque primero regresaron los más jóvenes, luego los viejos y los niños. Compartan la miseria, putos. Tener conciencia visual es el primer paso.

lunes, 28 de mayo de 2018

¿Y...QUÉ TAL?


   Estuvimos juntos seis meses. Cuando lo descubrí pensé, ése es. Según me contó, a él le sucedió parecido, pero tuvo miedo que fuera casi una niña y ser acusado de vaya a saber qué. Se produjeron intermitencias de un enorme deseo, pasar de los besos y franelas a la idea completa de hacer el amor. De mi parte, hasta lo puse en palabras, que él devolvió: —Sos muy chica, me da miedo por vos y por mí, tenés que vivir muchas cosas antes, esto es una etapa.
   Me dejó muda, con la vergüenza de mi descaro y darme cuenta, años después, de la sensatez de su reflexión: —Yo no sabía que para vos soy una etapa, no sé para qué carajo me dijiste “Te quiero para siempre”. Ignoraba que te daba miedo. Para mí, eras las puras mariposas en mi panza…
   Me largó y sentí que caía en un abismo sin fin. Tuve noticias, él andaba con una de las mejores bailarinas del Teatro Argentino. Claro, era imposible que le diera pelota a alguien que parece de doce, sin tetas, ni culo, un bagayo, bah.
   Pasaron veintitrés años y recibo su llamado: 
—Pido perdón por ser tan obvio y cursi, pero la memoria y verte en la Facu, me hicieron dar cuenta que te quería y eras el amor de mi vida.
   Me esperaba en el Bar “donde antes”, concertamos hora. Sonaba como desafinada la propuesta, aunque no carecía de misterio, además he salido con cada boludo, en este caso, ¿por qué no…? Para ver. Llegué puntual, ocupé nuestra mesa, vino el mozo: —Estoy esperando a alguien, luego te pido, gracias.
   Esperé más de lo que corresponde, llené la mesa de origamis, hasta terminar todas las servilletas. Me levanté y me fui. Había postergado dos clases. Di una vuelta manzana y pasé de nuevo por el Bar. Lo vi de espaldas, encorvado, el pelo blanco en canas, un pucho prendido, como si se fumara la vida, igual que antes. Sentado con una molicie patética. Pasé a buscar a mi marido por el Estudio: —¿Y? ¿Qué tal el primer amor que se tomó su tiempo?
   Pasé por alto su ironía: —¿Y? ¿Qué tal, fuiste a buscar los chicos al Cole como quedamos…?

domingo, 27 de mayo de 2018

CÓMO COTIZA?



   Los Señores de la gleba nunca bajan al pueblo, por eso no tocan plata, cuentan vacas, parcelas de soja y calculan.
   —Sra Brígida Camposanto, le informo que su marido, cuando le paso al lado, me toca el culo.
   La Sra levanta sus ojos a los brotes de maíz: 
—Es que el Sr. calcula el peso del maíz, en tu trasero, es costumbre.
   Yo le contaría cuándo la Sra Frígida, perdón, Brígida, duerme de noche, él espera y saca provecho de mi cuerpo. No digo nada porque temo que me echen, o que el resto de la peonada diga: “Ahí va la Putita.”  Y yo no soy ninguna de esas cosas, sólo obedezco las órdenes del patrón. Anoche me dijo que tenía olor a campo usado y granitos por la mala alimentación.
   —A vos, que no le hacés asco a nada, bajá al pueblo, te ponés en la cola del cajero y sacás lo que necesites. Dicen de una casa de ropa: “Madame Bovary”, ahí elegite un vestido fetén, verde malva, largo, con cuello y puños de puntillas antiguas tejidas a mano, corset y la cintura marcada. Los aretes y gargantillas se los saco a Brígida, que no los usó nunca. Después te vas al “Savoir Faire” y que te bañen en espuma con olor a Francia, lijar el rostro y un peinado que inspire respeto, pienso rodete alto y resortes en derredor del rostro. Escaso maquillaje, una nada en pómulos, con la bocota que tenés, rouge no precisás. Te imagino así y ya me caliento. Perfume francés del caro, sin exagerar, una gota bajo los lóbulos y otra donde baja el corpiño hasta el ombligo.
   La Sra Brígida Camposanto, mostró piedad al ver que yo comiera con ellos. Le asombró un poco que me otorgaran la cabecera. Traté de hablar lo menos posible, para que no advirtieran mi bizarría. La Sra se sintió intimidada, ante el aspecto de joven formal, austera, distinguida, como si nunca hubiera bajado al pueblo.
   Esa noche, el Patrón, pidió mi mano antes de usar mi cuerpo: —Toda vos decí que sí, mi putita de noche, mi esposa de día. ¿Dale que sí?
   Para hacerme la fina dije: “Oui”. Bajé a desayunar con mi nuevo vestuario, él me esperaba, mientras la Sra Brígida Camposanto tenía mi uniforme de Mucama, sonreía con odio, tiró el café hirviente en mi vestido nuevo. Le dí vuelta la cara de un sopapo: —Frígida, ¡Mérde!, bajá al pueblo, ni se te ocurra aparecer.
   El Patrón cerró la escena con un aplauso, mientras comía de mi boca, la tostada que yo masticaba con fruición.

sábado, 26 de mayo de 2018

DESPUÉS SIGUE...



   Cuando el hombre despertó, encontró un hombre durmiendo al lado, era deforme, sin duda. En el pecho tenía dos globos, con sus mismos pezones. Casi muere de terror, cuando vio la raja entre las piernas, no tenía pito ni bolas. Le dio pena, cómo habría sufrido el tipo cuando lo castraron y el tajo, por si llegara a rebrotar. Bostezó: —Qué hora tiene?
   Se nota que es un espécimen nuevo: —¿A ver?, deje que mire, es el cuaternario en punto.
   Se sacudió el polen de las inmensas plantas. 
—¡Se me hizo tarde de nuevo!, en realidad nos retrasamos ambos.
   Sentí algo raro, pero desde que me desperté siento, lindo siento como si fuera el primero. 
—Usted no escuchó, tal vez es hipoacúsico, pero una voz del cielo dijo que empezáramos a encubicular, si no el mundo se quedaría sin habitantes.
   Yo no tenía ni idea cómo se hacía, por suerte soy un miembro duro y quedó quietita la raja, no sólo nos pegamos por el fenómeno de imantación, nos atravesamos, salimos y volvimos a entrar. Los dos suspiramos y hasta gritamos, tanto placer nos agotó.
   Hicimos una siesta, fuimos a caminar. Encontramos sonidos idénticos a los nuestros y entre tantos vegetales, salía una pierna, un brazo, una cabeza. Después pasaban de a dos. Había astutos que descubrían piedras enormes con agujeros para guarecerse de las lluvias. A muchos seres les crecía la panza.  
   Otra vez, del cielo, cayeron estas palabras: —Las de globos, raja y panza se llaman “mujeres”, los que no poseen estos atributos se llaman “hombres”. Cuando la panza de las mujeres, duele y al rato duele al grito, lo mejor es que se tomen de las manos a una rama fuerte y hagan fuerza, el hombre puede ayudar sosteniendo lo que de ellas salga. Se llaman bebés, la primera vez de una mujer, salieron dos, Caín y Abel. A este proceso se le llama nacimiento. Pienso que con estos datos es suficiente. Cuando llegue la modernidad, el que lo desee, me puede seguir escuchando o hacer de cuenta que no existo. Esto último se los agradecería, porque recién empiezo y estoy exhausto.

viernes, 25 de mayo de 2018

STAND UP



   Mi mejor compañía soy yo. Sé cuándo me miento, cuándo entrego el alma de generoso o me la guardo entera de pijotero. Nadie mejor que yo para elegir dónde voy, sin saber por qué. Dejarme llevar por mí, es siempre cerca de los trópicos y lejos de los Médicos. No siempre estoy conforme, la culpa me instala mal en el universo, detesto a los niños, o pisar un camino de hormigas. Igual me perdono, porque no soporto estar enojado conmigo y después tener que comer juntos, o charlar un pos vino. Mi ausencia de modestia, enorgullece mis conclusiones.
   Qué placer estar acostado en el mar, boca arriba y pensar de mí, conmigo. Nos abrimos caminos sin baches, somos enemigos de los engaños. Son notables nuestras coincidencias, cada día estamos más unidos. Esto último significa que mi mejor compañía, que soy yo, odiemos a Estados Unidos. Cuando levanto fiebre, yo mismo cambio paños fríos y mi compañía controla el termómetro. Mi mejor compañía soy yo y nos enfermamos, me quedan cuatro días, máximo. (No el hijo de la perra, claro.)
   Y llegó el momento, siento como que yo me separo de mí y mi compañía se apresura a buscar otro mí.

jueves, 24 de mayo de 2018

TERCERA GENERACIÓN


   Las armas ejercían una fascinación que ocultaba en la memoria. Le ocurrían contradicciones, quería una en sus manos y otra lejos, que careciera de existencia. Su Padre le enseñó, en el campo, con un arcabuz del Abuelo: —Vení, Hijo, no seas cobarde, primero la recorrés, no tiene balas, quiero que al tocarla le pierdas miedo.
   El niño, con las manos transpiradas aceptó, no quería tener en sus oídos la palabra “cagón”: —Le digo que sí, Patrón. Ud le pone las balas y en los troncos las víctimas: dos frascos con mugre, el pájaro embalsamado y la cacerola oxidada.
   El Padre tiró primero y acertó todo. —La puntería, Patrón, es por su experiencia, a mí de chico no me gustó tirar con cebitas, no podía ni quería, pero como Ud dice, siempre hay una primera vez.
   Le dio al pájaro embalsamado, los otros blancos quedaron tal cual.
   —Hijo, veo que Ud no tiene la suerte de la primera vez, siquiera. Continúe con sus libros, en eso acierta, me preocupa cómo se quema las pestañas y los anteojos culo de botella, parece que dejara sus ojos en las palabras escritas.
   Le quedaba una semana en el campo y después dar la primera materia del año. Quiso tomar un baño antes de salir, pero escuchó la ducha, le extrañó que no cantara. —¿Qué hace tan temprano, Patrón?
   —Tuve ganas de estar limpio y atildarme, después, si el auto me arranca, lo llevo a la Estación.
   Mientras se secaba, escuchó un ruido familiar, pero más intenso. Entró en la cocina, miró al viejo doblado en una silla, con el arcabuz en el piso, inundado de sangre.

miércoles, 23 de mayo de 2018

PASÓ, LUGAR SOÑADO



   —Vamos todas, no seas boluda. ¿No era que estabas podrida de los boliches del centro?
   Yo no lo hacía de cobarde, era una de mis primeras salidas a los trece años.
   —¿A una quinta de tipos más grandes que nosotras, alquilada para fiestas privadas? ¿Y a mis viejos qué les digo? Me van a contestar cualquiera. Encima es por la loma del orto. Un remisse hasta allá sale un huevo…bueno, no lo pienso más, voy con Uds, a lo mejor hay un buen DJ.
   Fuimos tarde, había tarados conocidos y otros parecían conchetos, Clareta y Yusara alucinaban.
   —Tomá, Lucía, son unas pastillas que te mandan al cielo, dale, dale.
   Se las agregué al whisky, a los cinco minutos no sabía dónde estaba. Un guarro, en cámara lenta, metió el dedo en mi vaso, le dio vueltas.
   —¡Dale, tomá nena y vamos afuera, de la fiesta sos lo más!
   Me dejé llevar, tenía la orientación de él, de mí nada. No sentía ni frío ni calor, justo pasaban un tema: “Anestesia”, eso, eso era lo que sentía.
   Nos sentamos y él, encima de mí, como si fuera una muñeca de trapo, dobló mis articulaciones. El dolor hizo que llamara a Clareta, a Yusara. Ellas no escucharon. Salieron de la camioneta cinco tipos y todos lo mismo que el primero. Siguieron cuatro pendejos: —¡A estrenar! ¡A estrenar!
   No pude contarlos, pasó una camioneta sobre mi pierna derecha y el desmayo. La sangre, la ambulancia, el hospital, primera cura. Alguien llamó, alguien atendió: —Acá estamos, trabajando bien, hay gente idónea. ¿Por qué el traslado a Mar Del Plata?
   Llamaron del Municipio, yo debía ser secreto. Reputación de hijos del poder, a salvo. Vino mi flia, hicieron juicio, los testigos no quisieron declarar. El Juez dijo que sin víctima no hay causa.
   Mis padres estuvieron conmigo, cuando salí de Terapia Intensiva.  Les dieron una casa nueva, trabajo para mi viejo desocupado y abrieron una cuenta, donde depositaban a nombre de mi madre, una miseria. Tratamiento psiquiátrico, psicológico, hasta hoy. No quiero ver nunca más a mi flia.
    —Vivo en otra ciudad, que nadie conoce, limpio casas de día, estudio de noche.

martes, 22 de mayo de 2018

FIESTA


   En la casa Tudor de la esquina, se hacían los preparativos de fin de año. Los dueños eran personas cultas, distinguidas, muchas cunas de generaciones enriquecidas,  no se supo cómo.
   Los “cómo”, en este tipo de familias tienen fecha de vencimiento.
   A la Señora Nora San Martín de Belgrano, le gustaba agregar amigos a los festejos. El Doctor Belgrano Bonzo, adhería a los gustos de su mujer. La mesa principal era para veinticuatro personas. Venía toda la familia y los lugares desocupados daban tristeza, de ahí las invitaciones a los no parientes.
   Nosotros vivíamos enfrente y recibimos un llamado para compartir aquel festejo. No pudimos negarnos, mi marido trabajaba en una de las empresas del Dr. Belgrano Bonzo.
   Aquello me produjo un stress altísimo. No tenía ropa adecuada, mi pelo vivía en un rodete insignificante. El cutis de la cara y mis manos desconocían el uso de cremas hidratantes. Otro problema era mi marido, él sí tenía trajes adecuados, por sus funciones. Lo peligroso consistía en su amor etílico.
   Un tipo generoso, usó sus ahorros y los míos, para la compra de un vestido en Madame Fellattié, vanguardia en indumentaria galaciega. El vestido era de seda glisada. Hasta olor a gusano tenía. Un collar de perlas de kiosco y listo.
   Le pedí a Billy prudencia en la bebida, que no hablara con la boca llena, ni le pasara miga de pan al plato vacío. Llegamos a las veintitrés quince, la hora convenida era veintitrés, me pareció más fino quince minutos más tarde. Las cabeceras las ocupaban Nora San Martín de Belgrano y el Dr. Belgrano Bonzo. Los demás lugares tenían tarjetas con nombres de los ocupantes. Tal vez para evitar avalanchas. Nosotros fuimos ubicados separados, no podía mirar a Billy de tan lejos que estaba.
   Todas la mujeres operadas tenían un parecido notable, a medida que transcurría la velada, me enteré que no eran parientes. El cirujano debió ser el mismo tipo. Hablaban de ropas, viajes, hijos que vivían del otro lado del mundo. Nora elogió algunos atuendos y en especial el mío, lo encontró austero y elegante. Le conté que era de gusano. Las mujeres quisieron reír, pero no podían por la tirantez cirugiástica. “De seda querida, de seda.” Dijo alguien que brindó por mi ignorancia. Los comensales no paraban de comer y beber. Sus modos suaves y lentos del principio se aceleraban. El personal de servicio no daba abasto con las exigencias recurrentes de quiero más de esto, déme más de aquello. Había un Champagne que les llenaba los estómagos de planetas y las voces subían rebotando en el techo.
   Una señorita de corset con ballenitas, estiró tanto su brazo para alcanzar los bocadillos de caviar, que su teta izquierda se salió del corset y se sumergió tan luego en la copa de Billy. Él que es tan atento, cuando quiere, usó su servilleta para secarla. Entre otro señor y Billy trataron de ponerle la teta adentro, resultó imposible.
   La señorita siguió comiendo su caviar agradeciendo a los caballeros tanto esfuerzo para nada. La teta quedó a la intemperie.
    El Dr. Belgrano Bonzo hablaba a los gritos puteando al gobierno de turno largo de impuestos infinitos.
    Un joven engominado, con aspecto de custodio, se subió a la mesa y defendió el modelo, acusando al Dr. Belgrano Bonzo de traidor, le mandaría la AFIP, el ANSES, ARBA  y el último nuevo organismo “POTDEB”, sigla que significa pagá o te dejo en bolas.
    Nora San Martín de Belgrano cruzó la mesa para defender a su marido, cayó sobre el joven, le pareció buen mozo y le comió la boca. Luego la escupió, dijo que tenía gusto a KK. Alguien llamó a las fuerzas del desorden,  cincuenta gendarmes, cinco autos de la policía de la provincia, tres camionetas del Partido de La Matanza, dos tanquetas y dos aviones a control remoto.
    Cuando vieron aquella fiesta y manjares sobrantes, se abalanzaron a comer. Con tal avidez que no sobró ni una frutilla. Agradecieron con un Feliz Año Nuevo, arrastrado y dejaron algunas drogas de regalo.

lunes, 21 de mayo de 2018

JUNTAR, QUITA



   —Marchitar el sol del verano con este frío, sin salamandra, con la estufa de gas que no funciona.

Se queja, se queja, el aire acondicionado anda, dice que como está arriba no llega abajo y roba aire. No sé por qué la escucho, me junté con quejas. Tengo la cabeza caliente, es irónico. Vivir solo, hacer o no hacer, que nadie te cante en el oído cosas ajenas, reiteradas, iguales.

   —Contestá cuando te hablo, préstame tu manta, tu bata, tu cazadora forrada en piel, yo no tengo nada, no vivas en mi casa, soy pobre. ¿No entendés? Yo tampoco sé por qué me junté con vos. Mañana, andate. Ah! Vivir sola, hacer algo, a vos no te importa. Mejor.

   No le voy a contestar, encuentro el bolsote y lo lleno de mis cosas, falta poco y estoy conmigo, tengo las llaves del loco que está en España. La espío, ya se durmió. Salgo por la ventana, prolijo, cuando supe de ella entré por ahí.

   Lo llamo y no contesta, el bolsote se fue con él adentro, hoy salgo a buscar trabajo. —¿No estás? ¿No es joda? Hacés chistes crueles… Tengo un trabajo enfrente, me compro una eléctrica con las chirolas que dejaste.

   Cómo la dejó mugrienta el loco, acá hay una carta: “Te dejo la compu, un tele pantalla grande, la heladera, la cama con colchón nuevo, cocina. No lo hago de generoso, sabía que vendrías, por las baldosas flojas de tu pareja. Y en nuestro último saludo, te dejé el llavero en el bolsillo. No te juntes de nuevo, estar solo se parece a la felicidad. Lo digo porque sos el hermano que no tuve. Escribime, será una alegría, te advierto que cuando reciba tu carta, la voy a leer cuando se me cante. Vos sabés.”

domingo, 20 de mayo de 2018

ESCRÚPULOS



   Querían vender la bóveda de Chascomús, primos y hermanos. Linda la bóveda, art nouveau, parecida a una biblioteca. Tantos ataúdes tallados a mano, con nombres que nadie recordaba, lindaba con la laguna.
   Cada vez que llovía se inundaba, la fuerza del agua abría las compuertas y los cajones salían y flotaban. Apesteguía, al que todos llamábamos: “La peste te guía”, con gritos que no escuchaba porque era sordo. Mi Papá, que todavía vivía, subía con él a un catamarán y con palos de gancho puntero, enganchaban de goznes oxidados, los ataúdes. Parecían felices de encontrarse y entraban solitos a la bóveda, algunos pretendían cambiar de sitio, pero se escuchaba la voz de mi tía Emma, lo único que le sobrevivía, con palabras mortecinas y autoritarias: —Cada uno en su lugar y un lugar para cada uno.
   Cuando cesaban las lluvias, se acomodaban los ataúdes, siempre faltaba alguno. Mejor…quedaban tíos geriátricos que ocuparían esos lugares. Papá estuvo de acuerdo en la venta, estaba cansado del mandato de recorrer cuatrocientos kilómetros, para llevar un ramo de flores, dos veces por mes.
   Se juntó el dinero para alquilar un cartel de ruta, destacando el beneficio del monumento, agregaron una foto de su inauguración fotoshopeada. El primer interesado, llamado: Augusto Chabrón, oriundo de Marsella, lo compró por one million de euros, con el mismo olor del perfume, una delicatesen.
   Llegado el momento del reparto, se produjo la batalla campal, tan agresiva y poco civilizada, que perdió la vida mi primo preferido, Lucas y dos de mis hermanos.
   —Bueno, hija, pertenecen a una generación sin crepúsculos, si no queda lugar en la bóveda, serán incinerados y puestos en jarrones de la Dinastía: “Yo quiero mi pedazo”. Es una traducción del chino que desconozco. Las cenizas serán esparcidas en el campo, tal vez la soja, aumente hasta el cielo.

sábado, 19 de mayo de 2018

JUSTICIA



—Srta Lambrán, ¿jura decir la verdad, nada más que la verdad y que ésta sea verdadera?
Mechi fue vestida de negro, con cuello blanco y anteojos sin vidrios. El lego de la otra parte, preguntó: —¿Ud, Srta Lambrán, conocía la relación de esta familia?
   Ella respondió cauta: —Vivían arriba de casa, podía escuchar todo lo que se decía: “Buenos Días”, “Llegué”, “Abrigate, “¿Qué hay de comer?”, cosas de la vida cotidiana.
   El lego de la otra parte, quiso un detalle sin dudas: —De lo que Ud cuenta, se desprende que eran un matrimonio con una hija.
   Interviene el Juez negro: —No ha lugar a la pregunta. ¿Cómo la testigo puede aseverar, si eran casados, solteros, novios, amantes, marido golondrina? y la hija, ¿fue nacida de ellos o secuestrada de recién nacida?
   Era el turno acusatorio. Leía distraído, pero el acusado los zarandeó. El lego, bien cerca de Mechi: —¿Ud supone interrelaciones de tres personas, dos adultos y una joven? No me conteste, hasta el Señor Juez negro advierte que lo que no sabe, lo inventa. Puede retirarse.
   Llamaron al siguiente testigo: Arturo Safo, lo hicieron jurar.
   —No es necesario, nunca miento.
   El lego de la otra parte, arremetió impío: —Por qué la víctima apareció muerta en su casa?
   Safo, zafó de caerse de la silla: —La Srta adolescente, declaró su amor por mí. Yo ni la conocía, pero se sacó la ropa mientras arrancaba la mía y la detuve: “Esperá aquí, así, que bajo a comprar unas birras”. Salí corriendo, ni esperé el vuelto, llego a casa y la encuentro sobre la alfombra con tres disparos en el pecho, me quedé helado, la alfombra era de Esmirna, nuevita, ni los chinos podrían limpiar tanta sangre. En cuanto al tema de su muerte, para mí fue la vieja cuando se enteró que la pendeja, me avanzó de bronca, porque sabía que la madre era mi amante.
   Todos le creyeron, fue un testigo que le pareció innecesario jurar, porque decía que él nunca mentía. Fenómeno inédito, todos le creyeron: abogados, fiscales, el público presente y el juez negro. Arturo Safo, fue declarado inocente de culpa y cargo. Al retirarse lo aplaudieron.
   Él tomó un taxi y llamó a la tintorería china, para que limpiaran su alfombra.

viernes, 18 de mayo de 2018

RECULANDO



  Ayer no escribí ningún cuento, dejé tres o cuatro aprovechando la dieta, antes de la pràctica. No comer, tomar agua, té, caldo de arroz y cuatro medicamentos que me hicieron conocer el infierno de no levantarme de la poceta, durante cuarenta y ocho horas. Cada vez que lo intentaba, deposiciones letales me lo impedían. Dormía bien de noche, no habría resistido un test antidoping. Al despertar inundada de eso, los sistemas cloacales colapsaban. A las 13 hs, se detuvo, me metieron en una camilla culebrera y al llegar al ascensor, estaba roto. Tres pisos con dos enfermeros terminando su jornada de 72 hs.
   Ya en la carnicería, me di cuenta por los azulejos de vidrios verdecitos, viene la enfermera o la enferma, no estaba claro. Tengo venas huidizas, yo me pregunto cómo hace la sangre, para circular por dentro. Menos en el ojo, trató de encontrar una vena, habían desaparecido. Le sugerí una aguja más fina, me dejó media aguja, dentro de una venita sin salida.
   —Te faltan algunas materias, llamá al Anestesista recibido.
   Me escucharon la voz decidida, “o sos boleta”. Apareció el hombre invisible, se quedó sin laburo en Estadosunidos y trabaja en ese Sanatorio. Me dio una trompada en el hombro izquierdo, descubrió una vena gorda, como el dedo pulgar, clavó una aguja grande, tipo colchonero. Me dormí como una tabla, mi última visión fue cinco tipos rodeando la camilla, nunca tuve tantos tipos juntos, me pareció piola. La Enfermera puso una máscara de oxígeno sobre mi nariz y ojalá haya desaparecido, porque la voy a cagar a piñas. No sé si a piñas, pero que la cago, seguro.
   Y dando los trámites por cumplidos, aparece el operante, Dr Marco Gianola: —En general encontré todo bien, su tracto intestinal, al igual que su digestivo, se saludan de onda, no se cruzan de carril, respetan los semáforos. Por lo demás, a su edad, setenta años, no podemos tener expectativas demasiado promisorias, pero Ud, hágale el aguante. Siga el ejemplo de Mirtha Legrand, vea cómo se conserva la anciana, hasta parece saber quién es. Yo la veo todos los días,  siempre tiene un nivel superior a los Cursos de Especialización Gástrica, a los cuales jamás asisto, porque agudizan mi depresión y resaltan mi ignorancia. Bueno mi querida, vayamos a tejer. Y cualquier cosita, por favor, no cuente conmigo.

jueves, 17 de mayo de 2018

INGENIO



  —No entiendo, vivía bien en mi sucucho y vos en tu casona de Adrogué. No será igual, pero la casona está. Vos tuviste la idea de invitarme a vivir allí, María Augusta, yo que siempre fui pobre, con un marido ausente y tres hijos abandónicos, ante tu propuesta: ¿qué te dije?
   María Augusta, con sonido de vieja fumadora: 
—Estabas encantada, mucho gusto, para mí es un placer, hermana de mi vida, la más bella, la…la… Y menos mal que te quedaste ahí, o aquí. Me confundiste con tanto elogio interminable, para decir simplemente: “Sí”
   Gertrudis y María Augusta acariciaban la ropa del vestidor abierto, vestidos de soirée, seda cruda, cocida, bordados Richelieu, tahier de lino blanco, estilo Capitán de barco, pantalones de saraganza, cierto pelo, transparencias con lentejas.
   Y cuatro manos llegaron a las pieles, un tapado campanario de mil visones sin criar. Allí se abalanzaron las dos. Claro, tantos años, la humedad, el calor sin aire. Gertrudis, de acariciar, pasó a magrear una abertura, mientras María Augusta sobaba el otro lado. Ejercieron tal fuerza, que el abrigo se dividió en dos partes iguales a la ambición de las hermanas.
   —Tengo una idea copiada de esas amigas conchetas que, enteradas de mi bancarrota, hicieron de cuenta que no existo. Una venta de vintage, tenemos ropa de cuatro generaciones…
   Gertrudis recordó sus vecinas costureras, diestras en reestructurar lo que fuese. Su hermana imaginó los cinco pisos de la casona y distribuir las ropas a la sans faon, sobre maderas enceradas y percheros de doscientos años.
   Pusieron avisos en las páginas de Merqueado Libre. Querían viruelizar el tema. Usaron conexiones (heredadas de sus padres) para entrevistas en la casona, que dejaron sin reformar, respetando el estilo y la degradación natural de la época.
   Diseñadores de jardines ofrecieron agregar árboles, secuencias de flores y helechos, al módico precio, que su nombre apareciera en los medios gráficos.
   Adrogué recuperó una parcela, de un lugar donde se construyeron a principios del novecientos, casonas y quintas, donde el oxígeno era ambicionado por personalidades en situación de enfermedades respiratorias.
   Gertrudis y María Augusta, dieron una vuelta por Europa, cuando se marearon de tanta belleza, se afincaron en una isla griega: Triglifo, que no figura en ningún mapa, en internet tampoco está.

miércoles, 16 de mayo de 2018

LOS HENIS



   Bajaron del auto con sus espaldas tristes, la misma forma del dolor al caminar. René y Johnny Henis regresaban del sepelio de sus padres. Ellos tenían ese nudo que tarda en deshacer el nunca del después. Iban abrazados, como hermanos unidos por cordones invisibles de afecto permanente. Los Henis eran una familia querida por todo el barrio, siempre con una sonrisa verdadera, padres excelentes que criaron a sus chicos sanos e independientes. René dejó de estudiar y Johnny siguió trabajando en su escribanía. Él lo convenció que no se obligara a estudiar, Johnny ganaba muy bien y lo que les dejaron los viejos, les permitía vivir con holgura. Ambos, anarquistas, enemigos acérrimos de casamiento, hijos, y ese sistema que la sociedad repetía como eslabones.
   Pasados los días, notaron que era imprescindible una Sra, para limpiar y otra para cocinar. René dedicaba su vida al trabajo de ebanista y fue el encargado de la selección del personal. Encontró un matrimonio de edad mediana, con una hija adolescente. Se tomaron cariño, la familia era gente muy humilde y sin trabajo. René y Johnny les cedieron la parte de arriba para vivir, la flia lloraba de emoción.
   La casa estaba demasiado limpia, decía René a Johnny: —A mí me gusta un poco de tierrita, alguna telaraña ingeniosa, no me gusta que me limpien el taller, pero me da pudor decirles.
   Se llevaban diez años, Johnny se reía: —Y bueno, estás a tiempo, te encargás de todo lo que hacen ellos…
   —No, para nada, me gusta el olor a limpio y ese dejo perfumado. Pero no podés negar que el viejo se va al carajo con las podas y el pasto cortadito al ras como los burgueses de mierda.
   Johnny le comentó a su hermano que la Sra que limpiaba, pasaba todas las noches por la puerta de su dormitorio, con un camisón provocativo, se asomaba y luego de un golpecito: —¿El Sr no gusta una vaso de agua?, voy para la cocina.
   —Yo me quedé tieso: “Gracias, pero no ¿Sería tan amable de cerrar la puerta?” Fue incómodo.
   René le confesó que la pendeja entró a su taller: —Perdón, René, ¿no le gustaría que le hiciera una trenza, así su pelo no le molesta para trabajar?
   —¿Podés creer que cuando preguntó ya estaba haciendo la trenza?
   Johnny, para no preocuparlo, no dijo que el viejo tomaba vino en la esquina, hasta las tres de la mañana. Ambos sentían cierto tipo de acoso. Cuando vieron las toallas femeninas en su baño, les parecieron las Invasiones Inglesas.
   Una noche la pendeja apareció desnuda en el cuarto de René, ahí no pudo negarse.
   —Johnny, anoche apareció la pendeja, no sé…a mí me parece que tendría que cortarla…es menor.
   El hermano no opinó, dijo algo que no se entendió y se fue al laburo. La noche siguiente, René vio a la Sra, salir del cuarto de Johnny, lo despertaron las risitas.
   El Domingo, la flia les avisó que iban a visitar unas tías y volverían tarde. Johnny y René encontraron interesante que se fueran algún día, aprovecharon para bajar al sótano, donde su padre les había dejado unos dólares y diez mil euros: “Es una protección, recuerden las cuatro baldosas, es donde está el barco del abuelo.”
   Cuando llegaron al piso del sótano, todas las baldosas estaban apiladas en un rincón, con estatuas rotas, era tierra removida y en un pozo de un metro, el barco del abuelo. La flia no volvió nunca más. El viejo no tomaba vino en la esquina, trabajaba de noche en el sótano. Por eso dormía tanto de día.
   Los Henis, contrataron una Señora de setenta y cinco años que les recordaba vagamente a su madre.

martes, 15 de mayo de 2018

PROVIDENCIAL




   Nuestra madre, buena como el pan que amasaba, vivía un mundo paralelo, éste le resultaba ajeno. Hablaba de Boris y Rafa, dos hermanos más grandes que nosotras y le brillaban los ojos.
   No los conocimos, estaban tan lejos. Ella decía Marbella, o tal vez India o trabajando en alguna isla caribeña. Susi, mi hermana, moría de envidia. Un día, ya crecidas, le preguntamos si no gustaría que viajáramos a ver si los encontrábamos. Dijo que no, además el viaje era caro, aunque la Abuela tuviera ahorros en dólares. Hacía tiempo la Abuela había ofrecido su dinero. La negativa de mami fue contundente. Además no tenía ganas de perder dos hijas más, ni siquiera por unos días.
   Realizamos una consulta con un abogado de prestigio y buenas conexiones. Nos informó acerca del destino de Boris y Rafa. Volvimos en tren, sin hablar. La decisión de no contarle a nuestra Mami quedó encerrada en nuestra cocina, donde cantaba y amasaba. Apenas saludó, nos mandó a lavar las manos para comer bajo el aromo. Terminado el almuerzo pidió silencio para dormir sus quince minutos de siesta. Nos dijo que Boris y Rafa le mandaban mensajes en sus sueños. Ahora vivían en Australia, el año entrante viajaban a Dinamarca.
   Estaba contenta con sus hijos itinerantes. Nuestra Madre se había instalado en un planeta, donde no entraban el horror ni el espanto.

lunes, 14 de mayo de 2018

SOUVENIRES



   Tenía fama de hombre rico, el Pueblo estaba abajo y el Castillo de Barroco en el risco más alto. Era un hombre bueno, piadoso y muy ingenuo.
   Llegaban mujeres de otras comarcas, se instalaban en hostels y con prismáticos lo veían cabalgar sobre asnos o perros chow chow, tamaño Polo Norte. Exótico pero le gustaban todos los animales de la tierra. Conoció en baile fino a su primera mujer: Ana Boloñesa. Ella sacó provecho de Barroco y la segunda noche juntos, lo engañó con el ujier. Él no se enteró, hasta que el Marqués Cuentenlén, se lo hizo saber.
   —Ana Boloñesa, si no tienes techo, puedes quedarte, el Castillo es grande, pero lo nuestro terminó.
   Barroco lloraba en las faldas de su madre, el miriñaque de la vieja lo mecía. Una noche de tormenta, llamaron a su puerta, era la Princesa Debarrer. Él autorizó que permaneciera en el Castillo.
   —Cuando salga el sol tendremos una boda, antes solicito que saquéis tus volantes y pecheras, para ver si estás buena o sois anoréxica.
   La Princesa Debarrer quitó sus lienzos de inmediato y Barroco se infartó. Fue cosa de tres minutos. No quiso perder tiempo en menudencias, declaró nupcias inmediatas, mientras la Princesa Debarrer corría desnuda alrededor del Castillo, de tan contenta que estaba.
   Entendió Barroco, que a la Princesa Debarrer, le faltaban varios jugadores: —Lo nuestro ha terminado, si no tienes techo, puedes quedarte, el Castillo es grande.
   Intentó con otros tres matrimonios y todas le quitaban algo cuando dejaban el Castillo. Cada una se llevó un recuerdo, un dedo de la mano derecha, una feta de nariz, cuatro lunares de relieve, la nuez de Adán, las hemorroides externas y la rodilla izquierda. Barroco las complació a las cinco, por bueno, generoso, piadoso y muy ingenuo.

domingo, 13 de mayo de 2018

NADA MÁS



   —¿Ya cerrás el kiosco? ¿Viene el gordo?
   Lo vio parado, con los brazos que le colgaban y las llaves resbalando de los dedos. Igual que siempre, flaco, con anteojos negros, en la parada del micro. —Cerré porque me avisaron que se murió mi hermano, tengo que ir, me dijeron.
   Rafa tuvo un vahído, el sol, la respuesta, lo abrazó y el flaco nada, liso, serio. Paró el micro y subieron juntos. No soportaba aquel silencio desconectado: — ¿En serio murió? ¿Yayo, el más grande?
   El paisaje pasaba, sólo andaba. El flaco ausente y ciego, escuchaba preguntas entrecortadas, absurdas: —¿Y de qué? ¿Qué le pasó?
   Lo miró y pensó que Yayo tenía razón: Rafa era boludo.
   — Murió de accidente, eso me dijeron, en Brasil, en la curva de no sé dónde mierda, había dos chicos más de La Plata y no sé más nada.
   Se sentaron juntos, el micro estaba vacío, el chofer miraba por el espejo pensando qué lindo ser joven un domingo como éste, esos dos ahí sentados, con el tiempo libre por delante, cuando Rafa inquirió:
   — ¿Los otros también murieron?
   El flaco casi vomita y se largó del micro en Plaza Italia. Le dijo:
   — Vos quedáte, loco.
   Rafa siguió en el micro, sin entender, nada diferente, él nunca entendía. El flaco caminó la sombra del ombú, los pinos y se sentó en un banco. Dos cuadras y su casa. Qué importaba. Ahora qué importaba.

sábado, 12 de mayo de 2018

SEGUIR AL REBAÑO



   Los chicos jóvenes, vivían en un pueblo chico y aburrido. Ellos tenían el vicio de jugar a situaciones peligrosas y provocar desenlaces confusos, que les llegaran a caer lágrimas de tanta risa.
   Formaron pareja, sin casorio, para disgusto de las dos familias, acostumbradas a los disloques de los chicos.
   No les hablaron por un año, ellos no se preocuparon, un año sin cumpleaños, fiestas y comer asado los domingos, les parecieron buenas vacaciones.
   La casa era chica, pintada de blanco, malvones rojos, como las ciento y pico de casas del pueblito, nada diferente. Vera y Agustín necesitaban pasar desapercibidos, Vera usaba ropa de señora joven, pollera gris, saco azul, zapatos de taco carretel. Agustín chomba blanca, pantalones tostados, cinturón marrón. Ella rodete bajo, él casi a la gomina. Verlos juntos daba sueño.
   Iban a misa todos los domingos para parecerse al resto. Eran ateos y hablaban poco y nada con algún vecino. Sonreían complacientes a todo el que se le cruzara. No existía otra gente de la edad de Vera y Agustín. El pueblo no superaba los cincuenta años, largos. Vivían de una tía octogenaria, que les depositaba todos los meses, cifras interesantes, nada que llamara la atención, ni del Banco.
   Cuando llegaban a la casa, quitaban sus ropas caretas y andaban desnudos, Agustín decía: 
—Vestidos con nuestra propia piel.
   En invierno, con mucha calefacción y en verano una pileta mediana y aire acondicionado full time. Las medianeras altas, con cañas de puntas recortadas, para ocultar las plantas de cannabis, fundamentales en sus vidas. —Total, en este pueblucho no conocen ni el olor.
   Una noche de temperatura baja, propuso Agustín: —Che, Vera, te juego a que des una vuelta manzana, así como estás.
   Vera lo miró sin entender: —¿Vos decís así, en pelotas?
   Agustín le contestó que la esperaba en la pileta climatizada.
   Vera caminó, mirando casas, todas con luces cenitales, una mesa al medio y el televisor prendido. Dio otra vuelta y volvió corriendo, se metió en la pile.
   —¿Y?-Preguntó Agustín-.
   —Y nada, loco. No me vio nadie, me cagué de frío.
   Hacia el verano comenzaron los dos a salir desnudos a la calle, la gente los saludaba con bonhomía: —Ay, chicos, qué envidia, todos deberíamos andar así.
   Vera la entusiasmó: —Haga lo mismo, Doña, piense dónde vivimos, un pueblo que ni nombre tiene, no hay policía, no hay diarios…
   La Doña imitó a los chicos, se fueron pasando la voz y el pueblucho entero, andaba desnudo como si tal. Haciendo algún mandadito, o yendo al Banco. Fue una costumbre, aceptada hasta por el cura, que le sacó ese trapito que le ponen a INRI. No quería que a los parroquianos les pareciera que andaban pecando y suspendieran su concurrencia.
   Parece que alguien anduvo corriendo la voz y se enteró el Gobernador. Le mando un comunicado al Banco, no había Municipio ni Correo. Rezaba así: “Se comunica al pueblucho que no tiene nombre, que hemos resuelto que de ahora en más, se llame: Pelotas”.
   Agustín y Vera se pusieron contentos. Fueron nombrados Agustín Intendente y Vera Secretaria Privada.
   Invitaron a sus padres para la asunción mandataria, también asistió la tía octogenaria de su rentas. Los padres vivían en Montevideo, cruzaron a Brasil, se adentraron en el estado de Río Grande Do Sul. Estaban tan plenos de alegría, que se presentaron a la asunción de sus hijos, en la Ciudad de Pelotas, en pelotas.

viernes, 11 de mayo de 2018

PERVERSIÓN



   Ivana fue invitada a la fiesta, parecía un hospital, daba a un pantanal de árboles de otro tiempo.
   —Padre, ¿cuál es mi habitación?
   La miró como fantasma. —No hay habitación, es una fiesta, dormí una siesta antes.
   Se dejó la cartera y la mochila, Ivana no sabía si las perdió o se las robaron. Todos desconocidos, la angustia le tapaba los oídos. Lo vio, era él, estaba igual, con esos ojos demandantes y después no, con esas manos queriendo besar y después no.
   Ivana quiso tocarlo, el pelo de trigo. Él llevaba su bolso chato y sacó la foto del diario. —Ésta sí es mi novia, Pampita, la modelo, parece de dieciséis…ella me pidió, viste cómo era yo de soberbio y después de mucho ruego, acepté.
   Ivana no le creyó, tendría una foto verdadera, no un papel de diario manoseado. Recordó que era el loco en su primera declaración.
   —Te digo, Ivana, que sos una diosa, no quiero pensar en tus veinte.
   Ella, humilde, como las masocas: —Tengo veintidós y acepto hacerlo en cualquier parte, me dejaste un papelito y dos regalos. Me diste pena, arremetí por tus miradas que parecían andarme por dentro y ahora te encuentro.
Él se dio vuelta y caminó, ella le vio las caderas anchas, el pantalón antiguo, con cinturón de cuero, angosta la espalda, los puños cerrados. Al verse sin cartera, ni mochila, ni padre, ni habitación, ni fiesta, Ivana lo corrió y le gritó más de lo prudente. Él paró en seco: —¿No miraste tus manos de huesos que sobresalen?, tus tetas inexistentes, tus piernas chuecas, llenas de várices, tu cara derrumbada, los pómulos forman parte de tu papada y aquellos ojos de Estambul, son dos rajas desequilibradas. ¿Y qué fue de tus labios? El tiempo los guardó hacia adentro. Ivana, tenés setenta, me da vergüenza por vos, tu terquedad, ¿sabés por qué yo estoy como antes? Porque nunca sentí nada, hice, pero jamás sentí nada, ni por mí ni por nadie. Ahí llega Pampita en su Minicooper, ya sabrás de qué…
   Se nubló como todo Abril, la almohada le tapaba la cara, estaba empapada, Ivana lloraba con nostalgia de haber amado tanto, aquella perversión.

jueves, 10 de mayo de 2018

OPCIONES



   Voy a la odontóloga porque hace psicoanálisis y me siento mejor. No digo bien, porque no sé cómo es estar bien. A excepción de los saludos furtivos: —¿Cómo estás!?
   —Estoy bien.
   Miento sin culpa. Como estoy loca y se me nota, le pregunto a mi analista: —Georgi, te pido un favor, acá traigo dos elementos, palillos para abrir la boca y uno finito de metal, para ver si tengo caries. Mirame y decime, si no, me voy y no te pago. Los palillos y el de acero se los robé a mi odontóloga.
   Muy buen dentista mi psi, hay olor a amalgama en su consultorio.
   Una vez por semana me cortan las uñas de los pies, yo no llego con el alicate, tengo una panza tan gorda que no me doblo. Viene la podóloga y antes de su tarea, le pido que me haga masajes en las piernas, brazos, hombros, cuello y cabeza. Si noto su agotamiento le digo que se vaya, no le pago, porque su trabajo era cortarme las pezuñas pieceras y no cumplió.
   El clínico me manda a hacer análisis de toda índole.
   —Se ve, Doc, que tenés amigos para los distintos órganos de una persona, como si uno fuera pedazos y los otros supieran el pedazo del hígado y nada más, los riñones y nada más, el corazón y nada más. Ustedes los médicos están locos. Si somos todos una totalidad ¿por qué nos tratan en pedacitos? Encima se mandan cartitas  entre ustedes, que nos derivan a otros doctos, que con esos resultados, vuelven a mandar cartitas a otros carteristas y al final te achuran.
   Yo jamás voy al médico, el apéndice me lo operé con una cuchilla filosa y lo que quedó, con la aspiradora manual, dejé la zona impecable. Me cosí punto cruz, me dolió, pero el whisky tomado con generosidad, anestesia.
   Cuando la vesícula no me dio más de piedras, usé un sacacorchos, lo hendí en el lugar y por un agujero, como la boca de un vino tinto, las fui sacando de a una. El vino me lo tomé, dormí como un ángel y desperté sana, sin dolor y sin vesícula, claro.
   Para cada rubro de enfermedades del cuerpo, tengo autosoluciones.
   Escribí mis experiencias a una editorial de cuarta, que se hizo rica ella y rica yo, con el librito “Mi médico soy yo”. Voy por la cuarta edición, desde que cambié su nombre por “Operaciones autogestantes”, modifiqué el perfil para que tuviera distinción.
   Piden volúmenes en todos los idiomas. Da pena cómo en la carrera de medicina, la cantidad de alumnos tiende a disminuir día a día. Finalmente, compran mi libro.

miércoles, 9 de mayo de 2018

CONTESTA ELLA


   Le hicieron una entrevista. —¿Por qué no participa en concursos?    Un cuento por día, no publica y lo sube a su blog, ¿Le lleva mucho tiempo escribir uno por día?
   Contesta ella: —Todo el día, lo subo a las cero horas.
   —¿No le sería más redituable publicar?
   Contesta ella: —No, porque terminan durmiendo en una biblioteca, con el agravante que no hay lectores.
   —Permanecer sentada veinte horas, ¿qué consecuencias le acarrea?
   —Tengo suturado el culo, me evita ir al baño, no tomo agua, ni la vejiga funciona.
   —¿Es verdad que una vez por año va a la India y tiene un gurú que sacia sus experiencias?
  Contesta ella: —Voy por placer, pero lo de saciar sería imposible, soy insaciable.
   —¿Escribe durante ese tiempo?
   Contesta ella: —No, son vacaciones, subo cuentos viejos y con extrañeza, noto lectores nuevos. Me interesan Irlanda, Polonia, Ucrania y Rumania. Tengo seguidores añosos. He sido invitada por personas maravillosas a esos países. Son humanistas medulares. Tengo un novio irlandés que lamenta mis cisuras, él me tipea los cuentos y todo el plomazo internetiano. Yo le agradezco con prácticas privadas. Ponemos el despertador para no entorpecer la escritura.
   —Su novio, ¿qué hace durante sus ausencias literarias?
   Contesta ella: —Es ingeniero en sistemas, computea con su secretaria.
   —¿Alguna vez tuvo marido, hijos?
   Contesta ella: —Tengo un hijo que no le gustan mis cuentos, él es dibujante, a mí sus dibujos me disgustan, nuestra relación es equilibrada. Creo haber tenido un marido, pero se ha diluido en mi memoria.
   —¿Algo más quiere agregar?
   Dice ella: —Si lo hiciera, sería en un cuento. Dejamos acá, como dicen los que profesan a Freud y Harry Potter.