viernes, 11 de mayo de 2018

PERVERSIÓN



   Ivana fue invitada a la fiesta, parecía un hospital, daba a un pantanal de árboles de otro tiempo.
   —Padre, ¿cuál es mi habitación?
   La miró como fantasma. —No hay habitación, es una fiesta, dormí una siesta antes.
   Se dejó la cartera y la mochila, Ivana no sabía si las perdió o se las robaron. Todos desconocidos, la angustia le tapaba los oídos. Lo vio, era él, estaba igual, con esos ojos demandantes y después no, con esas manos queriendo besar y después no.
   Ivana quiso tocarlo, el pelo de trigo. Él llevaba su bolso chato y sacó la foto del diario. —Ésta sí es mi novia, Pampita, la modelo, parece de dieciséis…ella me pidió, viste cómo era yo de soberbio y después de mucho ruego, acepté.
   Ivana no le creyó, tendría una foto verdadera, no un papel de diario manoseado. Recordó que era el loco en su primera declaración.
   —Te digo, Ivana, que sos una diosa, no quiero pensar en tus veinte.
   Ella, humilde, como las masocas: —Tengo veintidós y acepto hacerlo en cualquier parte, me dejaste un papelito y dos regalos. Me diste pena, arremetí por tus miradas que parecían andarme por dentro y ahora te encuentro.
Él se dio vuelta y caminó, ella le vio las caderas anchas, el pantalón antiguo, con cinturón de cuero, angosta la espalda, los puños cerrados. Al verse sin cartera, ni mochila, ni padre, ni habitación, ni fiesta, Ivana lo corrió y le gritó más de lo prudente. Él paró en seco: —¿No miraste tus manos de huesos que sobresalen?, tus tetas inexistentes, tus piernas chuecas, llenas de várices, tu cara derrumbada, los pómulos forman parte de tu papada y aquellos ojos de Estambul, son dos rajas desequilibradas. ¿Y qué fue de tus labios? El tiempo los guardó hacia adentro. Ivana, tenés setenta, me da vergüenza por vos, tu terquedad, ¿sabés por qué yo estoy como antes? Porque nunca sentí nada, hice, pero jamás sentí nada, ni por mí ni por nadie. Ahí llega Pampita en su Minicooper, ya sabrás de qué…
   Se nubló como todo Abril, la almohada le tapaba la cara, estaba empapada, Ivana lloraba con nostalgia de haber amado tanto, aquella perversión.

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