sábado, 5 de mayo de 2018

HONORIS CAUSA


   Pitorro nació con un miembro que crecía diez centímetros por año. Su madre le cambió los pañales hasta sentir que su hijo era un fenómeno de la Naturaleza. Mientras ella entristecía por haber rezado tanto, para que el hijo saliera varón. Al padre le crecía el orgullo. Para aliviar a su mujer, le cambiaba los pañales. Cuando éstos no pudieron contenerle, al padre se le ocurrió el método del enrosque, ataba la manguera (ya no podía hablarse de miembro) a su pierna derecha. Cuando comenzó a barrer el piso, consultaron al galeno de su confianza. El mismo que lo vio nacer. Cuando miró, salió corriendo, se metió en el baño y rompió en carcajadas que no pudo detener.
   Al salir pidió disculpas y preguntó a Pitorro si podía recorrer con guantes quirúrgicos, el miembro notable.
   —Sí, en verdad, Señores, el niño en poco tiempo obtendrá su desarrollo final, que de nada ha de servirle. El aparato en cuestión es tan flácido que no obtendrá placer alguno ni con sus propias manos.
   —¿Y no se podrá operar, Doctor?-Preguntó la madre-.
   —Señora, sería como cercenar una pierna sana.
   A pesar de lo pronosticado, Pitorro tenía erecciones, tan firmes y fuertes, que asombraba a sus amigos. Éstos, mudos de admiración notaron que tenía sectores de enrosque, a la pierna derecha. Por la idea de su padre, durante el cambio de pañales. En otras secciones, nacían formatos de Erlenmeyer. El sastre le construía pantalones tripáticos, dos normales para sus piernas y la tercera pierna (así se designaba) la diseñaba de un largor que concluía en un monopatín, para poder trasladarse.
   Fue invitado por el Principado de Mónaco a una tertulia, con la suspensión del casino más selecto.
   Pitorro desplegó al desnudo su descomunal aparato, le entregaron un monopatín de oro y logró calentar hasta a la más frígida de las presentes. A los hombres también, ahora que el género y sus cuestiones se liberaron.
   Recibió el Oscar al Miembro Más Importante del Mundo. No alcanzaba la alfombra roja, lo solucionaron con el agregado de una patineta. Las damas, solicitaban turno para ser amadas, por curiosidad y deseo. Pitorro les enroscaba la cintura y el cuello, desde allí descendía a los lugares indicados.
   Los gemidos ensordecían edificios enteros. Los padres y el resto de la familia, con Pitorro incluido, lamentaban que el joven fuera estéril.
     Él no se dio por vencido, adoptó diez, lo amaban porque por fin tenían un Papá, que además los transportaba donde fuera, en patineta.

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