Mi mejor compañía
soy yo. Sé cuándo me miento, cuándo entrego el alma de generoso o me la guardo
entera de pijotero. Nadie mejor que yo para elegir dónde voy, sin saber por
qué. Dejarme llevar por mí, es siempre cerca de los trópicos y lejos de los
Médicos. No siempre estoy conforme, la culpa me instala mal en el universo,
detesto a los niños, o pisar un camino de hormigas. Igual me perdono, porque no
soporto estar enojado conmigo y después tener que comer juntos, o charlar un
pos vino. Mi ausencia de modestia, enorgullece mis conclusiones.
Qué placer estar
acostado en el mar, boca arriba y pensar de mí, conmigo. Nos abrimos caminos
sin baches, somos enemigos de los engaños. Son notables nuestras coincidencias,
cada día estamos más unidos. Esto último significa que mi mejor compañía, que
soy yo, odiemos a Estados Unidos. Cuando levanto fiebre, yo mismo cambio paños
fríos y mi compañía controla el termómetro. Mi mejor compañía soy yo y nos
enfermamos, me quedan cuatro días, máximo. (No el hijo de la perra, claro.)
Y llegó el
momento, siento como que yo me separo de mí y mi compañía se apresura a buscar
otro mí.

No hay comentarios:
Publicar un comentario