Voy a la
odontóloga porque hace psicoanálisis y me siento mejor. No digo bien, porque no
sé cómo es estar bien. A excepción de los saludos furtivos: —¿Cómo estás!?
—Estoy bien.
Miento sin
culpa. Como estoy loca y se me nota, le pregunto a mi analista: —Georgi, te
pido un favor, acá traigo dos elementos, palillos para abrir la boca y uno
finito de metal, para ver si tengo caries. Mirame y decime, si no, me voy y no
te pago. Los palillos y el de acero se los robé a mi odontóloga.
Muy buen dentista
mi psi, hay olor a amalgama en su consultorio.
Una vez por
semana me cortan las uñas de los pies, yo no llego con el alicate, tengo una
panza tan gorda que no me doblo. Viene la podóloga y antes de su tarea, le pido
que me haga masajes en las piernas, brazos, hombros, cuello y cabeza. Si noto
su agotamiento le digo que se vaya, no le pago, porque su trabajo era cortarme
las pezuñas pieceras y no cumplió.
El clínico me
manda a hacer análisis de toda índole.
—Se ve, Doc, que
tenés amigos para los distintos órganos de una persona, como si uno fuera
pedazos y los otros supieran el pedazo del hígado y nada más, los riñones y
nada más, el corazón y nada más. Ustedes los médicos están locos. Si somos
todos una totalidad ¿por qué nos tratan en pedacitos? Encima se mandan cartitas
entre ustedes, que nos derivan a otros
doctos, que con esos resultados, vuelven a mandar cartitas a otros carteristas
y al final te achuran.
Yo jamás voy al
médico, el apéndice me lo operé con una cuchilla filosa y lo que quedó, con la
aspiradora manual, dejé la zona impecable. Me cosí punto cruz, me dolió, pero
el whisky tomado con generosidad, anestesia.
Cuando la vesícula
no me dio más de piedras, usé un sacacorchos, lo hendí en el lugar y por un
agujero, como la boca de un vino tinto, las fui sacando de a una. El vino me lo
tomé, dormí como un ángel y desperté sana, sin dolor y sin vesícula, claro.
Para cada rubro
de enfermedades del cuerpo, tengo autosoluciones.
Escribí mis
experiencias a una editorial de cuarta, que se hizo rica ella y rica yo, con el
librito “Mi médico soy yo”. Voy por la cuarta edición, desde que cambié su
nombre por “Operaciones autogestantes”, modifiqué el perfil para que tuviera
distinción.
Piden volúmenes
en todos los idiomas. Da pena cómo en la carrera de medicina, la cantidad de
alumnos tiende a disminuir día a día. Finalmente, compran mi libro.

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