Vinieron por tres
días los tres, mi hijo que charlaba con su padre y cualquier intervención mía
la seguía un “No”, que su padre secundaba.
Su pareja,
Remedios, se parece al personaje de Cien Años de Soledad, se desliza como si
comenzara a levitar y sacudiendo el mantel, llegar al cielo.
Mi nieto, que
tiene una conexión permanente al celular, la compu y su equipo de fútbol.
Cuando están por
venir lloro de emoción. Mientras están hay un goce de mi hijo, por oponerse a
mí sobre cualquier tema. Lo más absurdo es que dando un giro, pensamos
parecido.
Me hizo llorar tres
veces, nos gritamos dos días, cuando se fueron lloré por su partida.
Mi hijo agregó
una nueva palabra para denostarme: “boluda”. La heladera que se llenó para su
llegada, cuando partieron abrí y estaba vacía. Caben dos posibilidades, el
eterno Edipo o que él esté en lo cierto, soy “boluda”.

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