Es nuestra mejor
amiga, la lesión sufrida en una fiesta drogona, perversa, con invitados, hijos
de fueros privilegiados.
Casa de
alquiler, por un fin de semana, entre árboles sin luna. Lo llamaron “evento”.
Los ricos suelen ser grasas, los nuevos, los del dinero afanado, los drogones
sin educación ni moral. Era su primera fiesta, tenía miedo y vergüenza, la llevamos
de la mano, decía que su ropa parecía de monja, decía que el rimel ardía y los
zapatos tacotudos le hacían perder el equilibrio.
Había gente que
bailaba, gritaba y tomaba, sin detención. Nosotras bailábamos, encantadas con
los elegidos.
En el baño nos
preguntamos por ella, no supimos, no la vimos y pensamos que la casa era grande…
Nos sumergimos en birra y música. Nadie escuchaba a nadie. Cuando se hicieron
las cinco, recuperamos la vertical y salimos a buscarla. Era una soñadora, tal
vez dormía bajo un árbol.
La mamá llamó a
mi celu, quiso saber porqué no regresaba su hija, si nosotros sabíamos algo. La
tranquilicé diciendo que todavía los invitados. Dije así y corté como si no
tuviera carga. Cada una buscó por su lado. Ningún chico acompañó. Raro.
Tomé la ruta
hacia su casa, encontré un zapato tacotudo y luego otro y más allá el vestido
flotando, desgarrado sobre ella en el asfalto, había sangre, tenía los ojos
abiertos como muertos. Llamé al 101, su corazón latía y respiraba poco. Tardó una
eternidad en llegar un patrullero. Llamé una ambulancia que en minutos estuvo,
la apoyaron en una camilla oxidada y al Hospital. Los padres creían que debió
ser un auto. El médico, o los, no se atrevieron a uno sólo. Describieron la
situación de la casi niña y dijeron que se hallaba en terapia intensiva. No
dejaron pasar ni a la madre, la puerta tenía a cada lado dos policías armados.
Di gracias a mi
aspecto de nadie y esperé sentada, necesitaba verla, acariciar sus manos, su
frente.
Un manto de
silencio cubrió el pueblo. El Diario y los Medios fueron breves, ante semejante
barbarie. Hubo viejas murmurando que si una mujer fue violada, es porque ella
quería.
Ni se les
cruzaba que una casi niña, sin antecedentes de vida sexual, hubiera sido
violada por más de veinte hijos de puta.
Mientras
reconstruían a mi amiga, nadie dijo nada, es lo mejor que les sale: “shshsh”,
no decir. A los dos días olvidaron y nadie recordó, para eso están las alfombras.
El Intredente
era el líder de no decir nada. Los involucrados, eran parientes del inútil.
Cuando me
dejaron verla tenía los ojos abiertos, como muertos. Pude mirar mis ojos en los
suyos. Era mi hermana del corazón.
Espero que de
las improntas se ocupe Freud. Es sabia, buena y humilde.
Hasta que cure,
de aquí no me muevo.