sábado, 20 de agosto de 2016

SIN FORRO


   Estoy cansado de estar cansado, salgo de éste y traslado mi cansadez a otro trabajo. Los días continúan de tal forma, que no advierto si es lunes o martes o miércoles. El domingo me presenté a trabajar, olvidé que es mi día libre y el de casi todos. Casi.
   Salía de copas con una puta encantadora, la prefería a una novia que dijera pelotudeces. Esta chica, la puta, decía y hacía cosas sorprendentes.
   —Ché Gladys (así se llamaba la puta) ¿y si nos vamos unos días a Colonia?
   Contestó —Ni en pedo! Ahora llegan mis mejores clientes, los que pagan demás y les interesa ser escuchados. Como vos, que no hablás, pero decís más cosas que cualquiera.
   Sentí que me cortaba el rostro, estaba en su derecho. Un domingo confesó que me amaba.
   —Aunque no lo creas necesito ser tu esposa, sin cepo, odio ser acaparada en mi totalidad.
   Quedó embarazada, la encerré con cuatro llaves, hasta que parió un hijo, igual a mí.
   —¿Sabés pichón? Sos el único cliente con quien no usé forro.
   Me llenó de felicidad el advenimiento y le propuse anotarlo: Fidel Cansatti. Le brillaron los ojos y a mí me latía el corazón.
   Cuando se mandó la primera putada, tomé un avión a Canadá y llevé a mi niño Fidel. Gladys nunca supo nuestro destino.
   Cuando Fidel creció, preguntó quién era su madre.
   Le contesté directo —Tu madre es una puta, no le cuentes a nadie o te van a llamar hijo de puta.
   Él contestó —Papá, sos un antiguo, es un trabajo como cualquiera.
                                                                    

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