Además de ir
a peinarse contaban intimidades a toda voz. Todas hacían viajes premium, con
hombres que no eran sus maridos. Berta y Coca, dos clientes, se reconocieron y
se saludaron con un falso beso, debido a chismes de infidelidad. Ambas
generaron una batalla, donde se arrancaron pelos, rompieron un mostrador,
tiraron al piso a una viejita, la que siempre quiso un rodete para parecer más
alta. La viejita se salvó, pero usó improperios devastadores para Berta y Coca.
Se fueron en taxis separados, nunca pagaron los desastres de la pelea.
Me llamó la
dueña, pensé que me esperaba la calle. No fue así. Muy en secreto preguntó si
su marido andaba con alguna tilinga. Le dije que yo sólo lavaba y cortaba.
Aclaré que las clientas, hablaban toda clase de chismes, que ella no escuchaba.
—Estoy segura que a Domingo Parodi, nadie lo nombró.
Me miró con
cara de dueña, —O me decís la verdad o te vas.
No quise
lastimar a ninguna cliente y le dije que Domingo Parodi nunca fue nombrado por
nadie. Me dio un abrazo y las gracias por mis palabras. Ella dijo que era viuda de Domingo Parodi,
pero alguna vez encontraría la cliente
que fue su amante.
El olor a
shampoo, cremas y tinturas llego a resultarme insoportable. Fui a buscar a la
dueña y le confesé que su marido fallecido fue mi amante y muy bueno por
cierto. Renuncié, nada era cierto, pero la dueña se lo creyó. ¡Ja!
No hay comentarios:
Publicar un comentario