viernes, 12 de agosto de 2016

EN LA PELUQUERÍA


      Además de ir a peinarse contaban intimidades a toda voz. Todas hacían viajes premium, con hombres que no eran sus maridos. Berta y Coca, dos clientes, se reconocieron y se saludaron con un falso beso, debido a chismes de infidelidad. Ambas generaron una batalla, donde se arrancaron pelos, rompieron un mostrador, tiraron al piso a una viejita, la que siempre quiso un rodete para parecer más alta. La viejita se salvó, pero usó improperios devastadores para Berta y Coca. Se fueron en taxis separados, nunca pagaron los desastres de la pelea.
      Me llamó la dueña, pensé que me esperaba la calle. No fue así. Muy en secreto preguntó si su marido andaba con alguna tilinga. Le dije que yo sólo lavaba y cortaba. Aclaré que las clientas, hablaban toda clase de chismes, que ella no escuchaba. —Estoy segura que a Domingo Parodi, nadie lo nombró.
     Me miró con cara de dueña, —O me decís la verdad o te vas.
   No quise lastimar a ninguna cliente y le dije que Domingo Parodi nunca fue nombrado por nadie. Me dio un abrazo y las gracias por mis palabras.  Ella dijo que era viuda de Domingo Parodi, pero  alguna vez encontraría la cliente que fue su amante.
      El olor a shampoo, cremas y tinturas llego a resultarme insoportable. Fui a buscar a la dueña y le confesé que su marido fallecido fue mi amante y muy bueno por cierto. Renuncié, nada era cierto, pero la dueña se lo creyó. ¡Ja!
                                                                                                                                                          

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