domingo, 28 de agosto de 2016

SEIS MILLONES


   Mi nombre es Nitán, no me gusta trabajar, ni tanto, ni tan mal pago.
   Encontré a mis amigos de la cola del Banco Nación, mientras esperamos que abran, tomamos mate, hablamos, nos reímos. La cola se hace contra la pared, una o dos veces al mes. Llega a tener seis cuadras de víctimas, esperando que las puertas abran. Se parece a un campo de concentración. Hoy fue distinto, hicimos silencio, había una tristeza atmosférica que provenía de nosotros. La entrada era a las diez de la mañana, había un apretado grupo de seguridad que nos obligó a pasar de uno en uno.                                
   A todos nos pusieron un sello en la frente.
   Cuando tocaban nuestros turnos, dimos vuelta a las mamparas. Detrás no había nada, las cajas no existían, el espacio era toda la superficie del banco. Nos apiñaron y en el techo había duchas con un fuerte olor a Mortimer.
   Esto es Auschwitz, pensé, apagaron las duchas y fuimos trasladados a los vagones de piedra Fortabat. Vimos las casas largas y angostas, hechas con madera de cajón de manzanas.
   Un personal extraño nos hizo pasar, a reductos invivibles, había bebederos de vacas, allí irían todas nuestras deposiciones.

  Dormí en la silla del Banco, una señora me despertó, venía mi número. Entré, cobré y me odié ¿Cómo voy a soñar con Auschwitz? ¿Por los relatos inconclusos de mi abuelo, que registró mi cabeza? Crucé al café y desde allí comprobé, la cola daba vueltas a seis manzanas. No es, pero se parece, giré mi cabeza hacia otro lado.
                                                                                                                                                                                         

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