lunes, 1 de agosto de 2016

TAMPÓN

                                                   
   Decía que cuando uno muere se detiene el torrente sanguíneo, los latidos cesan. Así es la muerte del cuerpo, pero la memoria permanece un rato, fotografiando a personas queridas, se toma su tiempo la memoria y cuando se agota de memorizar, duerme.
   —¿Querés decir que no muere?
   Kitty dijo que nada muere, sólo descansa. Le descubrieron un tumor cercano al oído interno. Tuvo una secuela, el oído tapado y un silbido permanente. —¿Y el derecho?
   Kitty contestó —El derecho anda cuando quiere.
   Le dijo al cirujano que por lo que le cobraron, hicieron un trabajo por la mitad —Exijo que me saque el silbato de mi oreja.
   El ciruja dijo “Imposible”. Consultó con un Osteópata, reconocido por hacer milagros. La operaba en EEUU y sus honorarios equivalían a una casa, un auto, su casita costera… y cien mil euros. —Usted Doctor, debería consultar un siquiatra, está total mente loco.
   Kitty optó por usar un tampón en el oído izquierdo. No escuchó más silbatos. Le molestaban las visitas, cuando le tiraban del hilito verde, le despertaban intenciones homicidas. Pedía a todos que la dejaran sola, porque tenía ganas de vomitar y podía ligarla cualquiera. Las visitas se esfumaron. Los lóbulos de ambas orejas crecían, iba a advertirla, pero su nieta de tres años se adelantó. —Abu, me encanta que tengas las orejas tan grandes, parecés el Ratón Mickey, llévame a la plaza, así me mando la parte.
   Le dio una idea, se disfrazaría de Ratón Mickey, ofreció sus servicios en un cabaret. Ganaba plata sin tener que mostrar una teta. Su nuera prohibió que la niña visitara a su abuela. Le parecía un mal ejemplo dejarla con una cabaretera. Era una arpía, pero buena, le mandó, con un delivery, una caja de tampones. 
                                                        

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