viernes, 5 de agosto de 2016

ALGUIEN VIENE


   Félix era tachero, manejaba noche y día, se atrevía a entrar en zonas que ningún taxi quería, por el peligro de los robos. Subió una mujer embarazada, con contracciones que hicieron sentir a Félix los mismos dolores. Llegaron a una guardia, pero había huelga de guardias. —Por favor señor, ayúdeme, no doy más.
   Félix prometió asistirla, recordó que sus hermanos fueron paridos en su casa. La acostó en el sillón trasero y empezaron el clásico, respire, respire y casi desmaya cuando encontró la cabecita asomando, un último pujo y el bebé salió a conocer el mundo. Ya estaba al tanto que era una porquería, pero adentro de la panza no cabía. Félix realizó los primeros auxilios —Lástima que no haya estado su marido para ver este milagro.
   Ella casi no tenía fuerzas —Se fue de casa antes que naciera el bebé, vive en el Sudeste Asiático y yo…y yo no quiero un padre así para mi hijo…Félix, lléveme a la cama…con mi bebé al lado. La llevó hasta la casa y los depositó en la cama. Por la mañana apareció Félix con unas cajas gigantes, pañales, enteritos, camisetas y juguetes con sonidos tranquilos.
   Un día se quedó a dormir, ella volaba de fiebre y le dejó el bebé a cargo. La situación continuaba. Félix llamó una ambulancia y alcanzó a escuchar, quiero que lleve su nombre, Félix…y se fue al cielo. Lloró como sólo a un hijo se llora. Miró el moisés, lo arropó y pasó por su casa, la esposa cortaba leña. Félix corrió hasta ella, con el moisés en los brazos. Después de escuchar la historia, su mujer levantó el bebé, lo mecía —¿Sabés Félix? Acá vas a ser muy feliz…
                                                                    

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