jueves, 25 de agosto de 2016

PRIORIDADES

                                                          
    Las películas se le mezclaban con los libros leídos, llegó a pensar que una película era la adaptación de un libro o una obra de teatro, o algo escrito por él mismo.
   Tenía un amigo que podía escuchar sus desgracias con llamados a las tres de la mañana. Un privilegio de pocos. Como el psicoanálisis que se ha convertido en la costumbre de muchos.
   Su Psi, dijo que debía tener un orden de prioridades, lo llamó “artista” y él pensó que, por suerte, lo ubicó en un cajoncito, era un buen lugar. Ordenó el cajoncito donde había pañuelos de papel usados, lápices mochos, biromes vacías, chicles masticados, broches partidos.
   Siguió con la biblioteca, ubicó los libros por abecedario. Limpió uno por uno. El escritorio parecía decir “Ahora vengo yo”. Los cajones plenos de papeles usados y sin usar, en una bolsa de residuos tiró todo lo inservible, entre ellos guiones pretenciosos que se filmaron porque las personas, en general, son idiotas. Sacó la aspiradora neumática y le dio con todo a las alfombras del escritorio. Levantó la cabeza y las telas de araña parecían saludarlo. Él no tuvo piedad, las chupó la aspiradora. La lámpara Tiffany que iluminaba el escritorio, después de tantas esponjas, brillaba como si fuera nueva.
   El resto de la casa fue un martirio, con un final de “He cumplido”.
   Convocó al Psi y a su amigo, tres de la mañana.
   El Psi, vino por temor a perder un paciente, el amigo por afecto vitalicio. Ninguno pudo creer que el mensaje para ambos era contarles que era feliz.
   Tanto el Psi, como su amigo, se pusieron de pie y sin saludar, se fueron.
                                                                      

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