Lo hicieron
viajar en avión para estar a tiempo en la reunión, donde debía defender la
postura de fusionar tres empresas. Como un niño grande disfrutaba del vuelo,
las nubes y el sol entreverado. Lo recibió la Secretaria típica de rodete fijo,
alta y rubia. Le advirtió que debía esperar que concluyera la reunión anterior
a la suya. Transcurrió una hora y un dejo nervioso lo invadía. Le preguntó a la
secretaria su nombre, ella dejó de mirar la computadora —Carolina.
Se hizo una
larga pausa, ella lo miró como esperando. —Me llamo Sebastián.
Hubo una
conexión humana, pensó él. Carolina dijo con piedad que la reunión continuaría
unas dos horas y media más o menos. Él le preguntó si no sería más llevadero
cruzar a un banco de la plaza y comer pochoclos. Carolina aceptó de inmediato.
Hablaron de
sus respectivas familias, los chicos, los cónyuges, el trabajo, donde todo
debía hacerse con un cuidado mayor al que se dedica a la familia. Sebastián
volvió a sentir una conexión, más
eléctrica que la anterior. Le regaló un ramo de fresias y Carolina lo invitó a
comer papas fritas, total faltaba como una hora. Él aceptó con gusto, cuando
ella soltó su rodete una catarata de trigo cayó sobre su espalda y la
conversación se hizo entrañable. Ambos debieron correr para llegar a tiempo.
Hacía media
hora que los estaban esperando. Fueron correctos pero distantes. Como nadie
decía nada, él comenzó el desarrollo de la idea de su empresa. Se explayó tanto
que su voz pesaba más que los números que describía. De pronto sus oyentes se
pusieron de pie y le dieron la mala nueva, habían concertado con otras empresas.
Salió como un play-móvil roto. En la mesa de la Secretaria había una caja,
estaban todas sus pertenencias laborales. Fue despedida por ausentarse durante
las horas de trabajo. Tomaron el ascensor y el olor de las fresias revirtió las
amarguras. Le contó a Carolina que él también sería despedido. Era así: mala
gestión, ¡fuera!
Ella ofreció
llevarlo al Aeropuerto. Cuando se despidieron, Sebastián la besó profundo y
largo. Ahora que se fue le flota en el paladar un regusto a flores fritas, está
de pie, delante de la ventana, en el Aeropuerto.
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