miércoles, 31 de agosto de 2016

SIN JUSTICIA

                                                             
   Es nuestra mejor amiga, la lesión sufrida en una fiesta drogona, perversa, con invitados, hijos de fueros privilegiados.
   Casa de alquiler, por un fin de semana, entre árboles sin luna. Lo llamaron “evento”. Los ricos suelen ser grasas, los nuevos, los del dinero afanado, los drogones sin educación ni moral. Era su primera fiesta, tenía miedo y vergüenza, la llevamos de la mano, decía que su ropa parecía de monja, decía que el rimel ardía y los zapatos tacotudos le hacían perder el equilibrio.
   Había gente que bailaba, gritaba y tomaba, sin detención. Nosotras bailábamos, encantadas con los elegidos.
   En el baño nos preguntamos por ella, no supimos, no la vimos y pensamos que la casa era grande… Nos sumergimos en birra y música. Nadie escuchaba a nadie. Cuando se hicieron las cinco, recuperamos la vertical y salimos a buscarla. Era una soñadora, tal vez dormía bajo un árbol.
   La mamá llamó a mi celu, quiso saber porqué no regresaba su hija, si nosotros sabíamos algo. La tranquilicé diciendo que todavía los invitados. Dije así y corté como si no tuviera carga. Cada una buscó por su lado. Ningún chico acompañó. Raro.
   Tomé la ruta hacia su casa, encontré un zapato tacotudo y luego otro y más allá el vestido flotando, desgarrado sobre ella en el asfalto, había sangre, tenía los ojos abiertos como muertos. Llamé al 101, su corazón latía y respiraba poco. Tardó una eternidad en llegar un patrullero. Llamé una ambulancia que en minutos estuvo, la apoyaron en una camilla oxidada y al Hospital. Los padres creían que debió ser un auto. El médico, o los, no se atrevieron a uno sólo. Describieron la situación de la casi niña y dijeron que se hallaba en terapia intensiva. No dejaron pasar ni a la madre, la puerta tenía a cada lado dos policías armados.
   Di gracias a mi aspecto de nadie y esperé sentada, necesitaba verla, acariciar sus manos, su frente.
   Un manto de silencio cubrió el pueblo. El Diario y los Medios fueron breves, ante semejante barbarie. Hubo viejas murmurando que si una mujer fue violada, es porque ella quería.
   Ni se les cruzaba que una casi niña, sin antecedentes de vida sexual, hubiera sido violada por más de veinte hijos de puta.
   Mientras reconstruían a mi amiga, nadie dijo nada, es lo mejor que les sale: “shshsh”, no decir. A los dos días olvidaron y nadie recordó, para eso están las alfombras.
   El Intredente era el líder de no decir nada. Los involucrados, eran parientes del inútil.
   Cuando me dejaron verla tenía los ojos abiertos, como muertos. Pude mirar mis ojos en los suyos. Era mi hermana del corazón.
   Espero que de las improntas se ocupe Freud. Es sabia, buena y humilde.
   Hasta que cure, de aquí no me muevo.    
                                                                  

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