—Tá caro el
papel higénico, no tenés que usar tanto, está el bidet, la tohallita
enjabonada.
Y luego —¡¿Quién
se comió todo el queso de rallar para los ñoquis del veintinueve?!
La heladera
estaba vacía, tenía ganas de picar algo, cuando vi el queso, en medio de la
nada, le di, hasta la cáscara incluída.
Ese día no comí
ñoquis, bastantes ñoquis me banco en el laburo. Me ofrecieron ser ñoqui. Dije
no. Me echaron. Ahora a buscar, miro las baldosas y juego a la rayuela con los
soretes de la calle. Gasté dos centímetros de suela en una mañana de “no”, no,
no, no, el último me dio ganas de hacer noni noni. Entré a casa y ella tenía el
discurso funcionando —¿Sabés que pasó? Todas nuestras tarjetas están bloqueadas.
Fue un papelón en el super mercado cuando devolví todo. Ahora no hay nada, las
góndolas están con faltantes y no saben hasta cuándo.
Yo pensé en lo
nonista de mi mujer —Sos muy negativa, no sabés esperar que algo cambie.
Ella preparó su
valija —Me voy a lo de mi vieja, cambio de casa, cambio de marido. No, de
marido no. Me dejaste sin ganas de encontrar otro pusilánime.
Cuando se fue
sentí un enorme alivio auditivo, como si hubieran apagado cuatro parlantes.
Dormí tanto, que
casi olvido que la bruja se fue.
Me fui a lo de mi vieja, comí como chancho
en ayunas. Decidí no salir, total, para escuchar: no, no, no, no. Prefiero
hacer noni noni. 
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