Les dieron las mejores habitaciones del
castillo. Se usaba para rentar, las madres eran amigas, recibió al matrimonio
gratuitamente. Vivía sola con dos argentinos, eran el personal de limpieza.
Les dijo que ella vivía en dos habitaciones
del castillo, pero era aislado del resto. Nadie los molestaría.
Raquel y Augusto pasaron la noche
recorriendo el castillo, iluminados por un candelabro, descubrieron pasillos
ocultos, había puertas trampa que daban a la biblioteca de Alejandría. Cómodos
sillones rodeados de libros apilados.
Miss Rose amaba leer policiales. Tenía
hojas del diario del suplemento crímenes y el modus operandi era el mismo. No
salía nunca y eso preocupaba a Raquel, crimen no había cometido, andaba de
cuerpo presente por todo el castillo. En cada encuentro, Miss Rose elogiaba su
aspecto distinguido. Mientras, Augusto notó cómo la anciana merodeaba sus ojos.
Por la mañana Augusto entró al baño,
Raquel tenía los pies atados a la cadena y la cabeza sumergida en el sanitario,
ahogada. No fue Miss Rose, porque no tenía fuerza. Sospechó del argentino, por
el método de asesinar.
Pidió un auto e hizo la denuncia en la
policía. Le dijeron que si las cosas fueron como su relato, el único sospechoso
era Augusto.
Miss Rose se fue a Brasil. Los argentinos
a Argentina.
Al llegar a aquí, dijeron que el cajón lo
retiraba la casa fúnebre. Fueron acusados de asesinato en sanitario bañado en
oro, Miss Rose les hizo el encargo.
Llamó a su amiga para darle la funesta
noticia. Le agradeció su estadía de dos años en el castillo y se alegraba que
Augusto heredara.
Los argentinos fueron juzgados por
homicidio con premeditación y alevosía. Siempre haciéndonos quedar mal, estos
argentinos de mierda.