Un anciano con muletas, no podía salir de
la puerta giratoria, hasta trabar con una muleta y entrar.
Caminaba con dificultad, el chico de la
ventanilla no le entendía, al anciano le faltaban todos los dientes, cuando
hablaba parecía tener polenta en la boca. El ventanillero pidió sus documentos
y el certificado de supervivencia, faltaba la tarjeta verde, la azul, la roja y
la blanca.
El anciano juntó sus papeles, una señora
le explicó dónde se hacía la verde, a mitad de cuadra. Salió del banco
desorientado. Encontró un kiosco donde le hicieron la verde, para la azul debía dar vuelta la manzana y justo en la
esquina le entregaron la azul.
Haciendo dos cuadras leyó un cartel de
circo con luces y payasos. Ellos entregaban la roja y la blanca.
Se puso el automático, el anciano, todo
le pareció una ignominia, arrastrando piernas doloridas y muletas centenarias.
Hizo una cola de tres horas. Cuando llegó a la ventanilla puso su billetera
deshecha y los papeles. Mientras el empleado le señaló que le faltaban la roja
y la blanca. El anciano adquirió color blanco y cayó sobre sí mismo. Antes de
expirar le gritó al ventanillero, con voz joven: -¡La roja y la blanca las
tengo en la mano y te las podés meter en el culo!
Llegó la ambulancia del Hospital: “Que
Dios te ayude”. No tenía pariente alguno, la cochería municipal lo sepultó en
una fosa común.

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