sábado, 30 de noviembre de 2019

CUÁNTOS JUSTOS CUÁNDO



  —Salté y caí en las brasas. Me quemé los pies, pero no lloré. Fui a buscar al botiquín alguna cosa que me aliviara y como no encontré nada, abrí las canillas y metí mis pies, parecía que salía humito, pero era el dolor que se iba. Busqué hielo en la heladera y se lo agregué al fuentón. Apilé todas las tohallas y sin sacar mis patas del agua helada, abandoné mi cabeza en la pila y pensé en vos que no estabas. Justo cuando más te necesitaba, pateé el fuentón, me puse tu crema de cutis y zoquetes de algodón.
   Me reprocha que no salga a conocer el mundo y otros hombres y otras mujeres. Aprender los idiomas más difíciles. Es tan hermoso pensar en otra lengua y poder intercambiar ideas, una copita, pavadas. Te hacen bien, porque es así lo que es, en ese momento.
   —No te voy a pedir perdón, bien sabías que viajaría. ¿Me necesitabas porque estabas solo? Yo también estaba sola. Pude prescindir de vos que en la práctica me echaste, estabas siempre hablando con otros, palabras que a mí, nunca me interesaron. Cuando me abrazabas, con una mano me acercabas y con la otra me alejabas. Te lo digo, pero no es para vengarme. Tengo un novio que me requiere. Por si no entendiste te lo repito, este novio me requiere, que quiere decir me necesita.
   —Hubo muchas veces que vos me hiciste sentir solo. Cuando tuve la recaída en el Hospital, cuando no me perdonaste salir con ésa. Fueron muchos cuando, pero a mí me rompe el corazón, porque vos, sos mi Mamá.

viernes, 29 de noviembre de 2019

TURCA EN LA NEBLINA



   —Malena?, soy yo, tengo mucha angustia, ¿me podés ayudar?
   Malena tenía la casa, con todos de vacaciones, no había nadie que se interpusiera en el dilema de Sara.
   —Venite tranquila que estamos solas y me contás.
   Apareció en piyama, con zapatillas de training, tenía los pelos parados.
   —Pasá y sentate cómoda, te traigo un café recién hecho y una rodaja de tarta. Primero el desayuno, después vos dirás.
   Le dijo que cumplió 49 y se sentía tan sola, como turca en la neblina.
   —Me humilla, Male, pero no tenés a nadie para presentarme? Alguien grande, que no tenga pretensiones de persona joven, ustedes tienen tantos amigos, buscar en internet me humilla más que pedirte a vos.
   Male se quedó pensando y trajo la agenda: 
—Mirá, Sara, éste es el último libre que me quedó.
   Habla como si las personas fueran objetos suyos. Lo conozco, pobre Martín, tiene 86 y está muy enfermo, le queda un mes de vida, tal vez dos. Dije que lo iba a pensar.
   —Male, me pareció raro que todos se fueran de vacaciones, ¿y a tu Marido no le inquietó que te quedaras sola? ¿Mandar a tus hijos sin vos? Me parece que ahora me tenés que contar vos de tu angustia.
   —Es complicado, ¿sabés? Tolo se fue de casa y nunca explicó nada. Los chicos viven con su Abuela, vienen a veces a saludar, pero de Tolo hacen algún comentario, que a mí no me aclara nada. Por suerte tomo unas pastillas, que compré por internet, puedo dormir, me hacen olvidar que mi memoria se ausenta por momentos y luego vuelve.
   ¿Por qué le confieso lo que me pasa?, si hasta sonríe escondido.
   —Esta situación me pone nerviosa, pero te lo tengo que decir. Hace dos años que me acuesto con tu Marido. Ninguno tuvo la culpa, fue algo tácito entre los dos. Lo más extraño es que nos acostumbramos y lo quiero tanto como el primer día que pasó lo que pasó. Vengo a pedirte perdón. Se me fue de las manos, no lo pude controlar.
   —Lo bueno de estas pastillas, es que tengo momentos de lucidez. Mi querida y fiel Sara, Sariña, Sarita. Por eso quise honrar tu amistad, con ese café recién hecho, con apenas siete gotas de cianuro y una tarta galesa, batida con arsénico antiguo. Ves?! Ves?!, vino lo que te conté, mis pastillas me ausentan la memoria y duermo como un garrote. Después me seguís contando.

jueves, 28 de noviembre de 2019

ENSAYO, NOVELA



   Trabajadores arreglando la casa de enfrente. Por fin me sentí protegida, trabajaban y dormían ahí. Les llevaba pastafrola, o sánguches de salame. Un día me dijeron que no era necesario, ellos todavía guardaban la costumbre del asadito. Ese olorcito me daba ganas de pedirles, pero no quise enterarlos de mi pobreza.
   Una noche se presentaron tres con capuchas negras, me amenazaron, buscaban dinero…
   —No tiene nada, para el pan de mañana. Habíamos acordado que esto era un ensayo, le pegamos unas trompadas, podemos darle a una várice, con la sangre se va a impresionar. Es una vieja cobarde.
   Otro dijo: —El plan era la casa de la esquina, vuelven de noche, hay de todos los viajes que se mandaron, fueron para comprar enormes conteiners. Tiene hasta una caja de seguridad, con el puro billete. Marcelo la abre, no tiene códigos, con un alambre y una cucharita de café, listo, la guita es nuestra. Ahora viene la novela, tenemos el camión de mudanzas que afanamos la semana pasada. Por acá sólo transitan hojas secas. No olviden que la plana mayor de la yuta, son mis mejores amigos, con media docena de pizzas y varias botellas de vino, los tipos quedan hechos.
   Ni bien estacionaron el camión apareció la familia. Un matrimonio y cuatro hijas, que eran una papa.
   Tincho dijo: —¿Vieron que el ensayo nos sirvió? Vamos a cagar a palos a los viejos, tenemos dormitorios para trincarnos las cuatro. Seguro que son virgo, nosotros somos maestros, les enseñamos. Traé la cinta de embalar, Marcelo, para que no armen quilombo y quién te dice, por ahí lo disfrutan, no sabemos.
  Cargaron el camión con todo, hasta las botellas de Whisky Ye Monks del Viejo y dos cajas medianas con heroína.
   —¿Qué hacemos con las chicas?
   —Gil de cuarta, las metemos en el camión, por si nos dan ganas. Si gritan las zorras, las arrojamos a los cocodrilos de la reserva y nos vamos al carajo.
   —¿Y después?
   Tincho le contestó: —Listo, Viejo, la Novela terminó.

miércoles, 27 de noviembre de 2019

LA LIBIDO


   Habiendo tanto desocupado, prefería ir en bicicleta. Los autos largos con Chofer, eran una pretensión de mi Viejo. Para que nos dejara en la puerta de nuestras respectivas  actividades. Mis hermanas, encantadas, bajaron en la puerta de sus Facultades, les hacía tener pretendientes, para tirar para arriba, o para abajo también.
   Usaban la misma estrategia con los Profesores, que les ponían las notas más altas, por nuestros apellidos. Para ellas un orgullo, para mí, vergonzante.
   Un día lluvioso decidí tomar el micro, salí más que temprano, porque sabía que el micro daba vueltas a toda la Ciudad, antes de llegar a mi trabajo. Un chico, que estaba buenísimo, se sentó en el asiento de enfrente, para él se notaba que yo no existía, miraba por su ventanilla. Cuando tuve que bajar, él siguió y me dejó con la intriga.
   Al día siguiente tomé el mismo bondi, pero con minifalda elastizada y remera sin corpiño, desde que me operaron no lo necesito. El pelo, lacio planchita. Estaba tan ansiosa que la libido aceleró y olvidé ponerme los calzones. El tipo me registró, entonces abrí mis piernas, como una adolescente, miró al centro con ganas. No descendí, él tampoco, hicimos el trayecto cuatro veces. Él me hablaba sin hablar, con ojos cachondos. Por fin la Terminal, bajó el Chofer sólo y apagó todas las luces. El tipo apoyó carpetas en su montañosa erección.
   —¿Me mostrás qué dicen esas carpetas?
   Se ruborizó. —Son todos dibujos de gatos, amo los gatos.
   En lugar de mi pedido, metió su mano y me acarició. —Tu gato es lo más, es tan tibio y rizado, que me dan ganas, ¿puedo?
   Es una gata alzada, grita y me aturde. Pobre mina se lo merece, la voy a llevar al asiento del fondo.
   —Tenés un miembro más gordo que tus piernas. ¿Entrará?
   Ésta no sabe que trabajo de eso, se la ensarté hasta el fondo, la quise besar en el mientras tanto, le había llegado a la boca, por primera vez me besé la punta. Ahora me explico por qué Mamá lloraba tanto, se divorciaron. Yo heredé.  
   —Bueno, niña, me parece que esto ya terminó, es mi Profesión, me pagan en dólares, pero en general son viejas. Sos una bebé, para vos fue gratis.

martes, 26 de noviembre de 2019

SE VENDE


   El esplendor de aquella casa por fuera, donde el sol regalaba amaneceres, se contraponía al interior, que era frío, oscuro y si algunas veces hubo voces, ahora eran incipientes corrientes de brisas congeladas. La compró una inmobiliaria y dividió sus habitaciones, para hijos de familias de estirpe adinerada.
   Los lugares sospechosos tenían camas pegadas a las paredes de madera. Se apretaba un botón, que era el ojo mitológico de algún ciego, pintado con óleos macerados. Ovidio dormía allí, lentamente caía una litera, cubierta con sábanas de seda y almohadas de duvet, allí reposaban los becados, seres prodigiosos a la hora de enseñar alguna idiotez que no servía para nada. Era obligación rendir esa materia, bastaba con no asistir y se aprobaba.
 Roberto Caseneve tenía una habitación con varias ventanas cerradas. Fue su deseo que así quedaran. Dispuso su cama en el centro, gustaba tener aire en todo su contorno y ni la decoración de un almanaque, en las paredes desnudas. Era alumno de un sabio oriental, que dictaba con erudición de sabio, claro, la vida de los fantasmas. Hacía reír mucho a Roberto Caseneve la existencia de esos seres indiferentes, que en ocasiones eran mujeres, podían dormir a su lado sin él percibir nada.
   Cuando Roberto daba examen, iban los Asistentes de otras materias inútiles. Cuando concluía su exposición, Ovidio aplaudía de pie. Las demás clases eran incoloras, inodoras e insípidas. No había Profesores expositores. Para cortar lo inasible, los alumnos tomaban asiento en una mesa larga, tendida con platos vacíos, llegaban fuentes vacías. Profesores y alumnos apoyaban servilletas de hilo bordadas sobre sus bocas, sin una mácula de residuo.
   Roberto Caseneve y Ovidio Rodillo, caminaron sin hablar, por un pasillo largo, que se cubrió de una oscuridad negro infinito.
   La Inmobiliaria encontró una pareja tan blanca, que parecían carecer de torrente sanguíneo, mostraban un entusiasmo secular, por la casa que el sol ponía refulgente. Pasaron al interior, el Contador de la Inmobiliaria, comenzó la apertura de ventanas. La mujer compradora, con voz grave, le tomó las manos con tanto ímpetu, que le quebró una muñeca.
   —¡Ni se le ocurra!
   El marido, con caninos draculeanos y sonriendo, le hizo entrega de un cheque ennegrecido, le cerró la vieja y pesada puerta en la cara, le partió el tabique en tres. El Contador, luego de pasar por el Hospital, fue atendido por Profesionales rigurosos, de Honorarios rigurosos.
   Se dirigió a la casa de sus nuevos habitantes, para el cobro de los daños ocasionados por sus compradores. Puertas y ventanas se encontraban cementadas. Los vecinos la llamaban “La casa amontillada”.
   En una madrugada de febrero, salió la gente a emprender sus trabajos, los ojos pegados son lagañas olvidadas para dormir, hasta definir el sol de la mañana. Hubo tres señoritas, con los ojos sin ningún impedimento, las que vieron el terreno sin ninguna construcción y un largo pasillo, descendiendo hasta la Catedral.

lunes, 25 de noviembre de 2019

CORTAR


   Tenía el odio acumulado en el corazón, cuando me pesaba metía con cuidado, todo en una bolsa de basura. Era más aséptico que gritar o rodear su cuello y apretar, por haber sido tan cruel, escribirme un papelito, con faltas de ortografía y birome corrida, como al pasar me lo puso en el hueco de la mano, hecho un bollo: “No sabés cómo me gustás, te quiero ver, llamá, estoy en guía, creo que ya te quiero.”
   Me escondí en el baño y lo leí, casi me estalla el cuerpo, nos mirábamos y sus ojos me hacían volar, tiré el papelito y apreté el botón. La primera vez me dio impresión, tenía tanto semen acumulado, que casi pinta la pared.
   La segunda vez fue adentro de mi boca: 
—Por favor, tragate todo, hace bien al cutis y al estómago. No te puedo ver tan seguido como quisiera, vivo con otra chica y no quiero hacerle una putada.
   Fue una sorpresa, entonces yo era una puta, para él. —Yo no soy puta, ¿qué tenés en la cabeza?
   Quiere saber: —Te voy a resarcir el martes que viene, te pido que no le cuentes a nadie, eso me pone cachondo, me olvido de ella por completo y a vos te completo, tengo que hacerte más cosas, ¿podrás arrodillarte? ¿alguna vez te puedo atar?
   Esto último se lo permití. Después  que me ató una mano, le tuve miedo y con una gillette, que asomaba de mi cartera, le tajeé la cara y le escribí mi sobrenombre en medio del pecho. Sangró, le gustó y acabó. Era un psicópata y no me di cuenta, o no quise. También la perversión atraía mis sentidos.
   El último encuentro, dijo que no quería verme más, se iba a vivir a Montreal. Lo seguí, tardé dos años en averiguar su dirección, encontré la casa, estaba escrito mi sobrenombre en la puerta. Toqué el timbre y me atendió su mujer, rubia aburrida.
   —¿Acá vive Set?
   —Es mi Marido, ¿querés que lo llame?
   Asentí haciendo ruido con unas carpetas, como si no me importara. Apareció con un chico de dos años en sus brazos.
   Puso cara de alegría. Subí a mi bicicleta, corrí y entré a mi subalquilada vivienda. Me arranqué el corazón con mis propias uñas, no dolía, la bolsa de residuos estaba ahí. Alcancé a meterlo con cuidado, uno no se muere enseguida, de la bolsa salían dos hilos de sangre, que pasaron por debajo de la puerta, bajaron la escalera, escuché el sonido hasta ahí.

domingo, 24 de noviembre de 2019

UN ESTABLO


   Compró esas escenas con que algunos creyentes decoran la Navidad. Era un tinglado de ovejas, en el medio en una cuna, estaba el Niño Dios con ojos abiertos desesperados. La Virgen María, del tamaño de una mujer, con el rostro descansado, los ojos pintados, ojitos de Jerusalén y un rimel exagerado para una virgen que se precie como tal. Ella miraba al Niño y parecía interrogarse: ¿Quién lo habrá parido?, pensaba preguntar al Espíritu Santo, pero lo vio tan alto y soberano, que le dio mucha vergüenza.
   Del otro lado del pesebre, estaba José, dando los últimos toques de un buen carpintero, porque el pesebre, tenía que durar. Tenía fama de cornudo, pero si nunca tuvo mujer, salvo la Virgen María, que no quiso dejar de ser virgen, habrá tenido sus razones. Había un figurón del Dios Padre todo omnipotente, creador del Bing Bang.
   Figuras de los Reyes Magos, que venían en camellos y transportaban muy bien los regalos para el Poder Judicial y otros andamios, de dineros mal habidos.  
   Los Reyes, difuminados, portaban falsas identidades, Melchor, Gaspar y Baltazar. Todo esto lo compró mi profesora de yoga, en Salta, encargó el envío emocionada y cruzó a la vereda de enfrente, a tomar merca y conchetear, con algún hombre o mujer. Le daba igual. Basta que tuviera algún ladrillo, para comprar y regalar o vender, en “Lugar Soñado”, su domicilio constituido.
   No aguanté más tanta hipocresía: — Las chatarrofilias como vos, que sos adicta a las cirugías con pelapapas y cuter,  para ahorrar te las hace la Cholita, que trajiste del Norte, gratis. No creo que nadie te diga de frente, tu realidad inexistente. Me encantó encontrarte en internet imitando a Tinelli. Saltando con un micrófono, al grito de: Alegría! Alegría! Que todos seamos alegres, partiendo del piso, felices felices.
   Como decía mi Tía Ema: —¡Ah, qué chica tonta!   

sábado, 23 de noviembre de 2019

CEREMONIA SECRETA



   —La petaca que traés en el bolsillo es alcohol, te veo llegar seria, oscura, te encerrás en el baño y salís diferente, con las bisagras aceitadas.
   No sé para qué le digo, lo va a negar, por eso se surte de chicles de menta después.
   —Soy prudente y en el ensayo…, bueno que digan los otros. Sos tan débil que a mí ni pena me das.-Decía la zorra, Beatriz-.
   Ama hacer las dos cosas, antagonista y protagonista, en esta Obra nos está cagando a todos. Encima me manda su gordo Marido, con zapatos Timberland nuevos y olor a chivo viejo, para que llegue temprano al teatro. Pretende ser generosa y el tiempo que el Gordo tarde en llegar, ella se hecha un polvo con el Director repugnante, no porque le guste, sino para que la contrate en la próxima Obra, que ella misma escribirá.
   —¿Sabés lo que dicen los otros?, que “te pasás de lista”. La típica borracha ninfómana, que por no saber el texto, lo llenamos nosotros, con palabras ocurrentes, donde el público pueda reír, en el medio de un drama. En tu última salida, que fue la de saludar, estabas tan mamada, que vomitaste a toda la primera fila, justo donde estaba tu familia, que asistieron vestidos como gala en el Colón. Y ahora, después de cuarenta años, me entero, por un espacio de Internet, seguro lo pagó tu Viejo, que sos Dramaturga y con honores, premios y viajes. Cuando te entrevistan arrastrás las palabras de tanto que chupaste. En tu vida hubo dos formas para llegar, no sé dónde hay que llegar, pero ése era tu mantra. Chupaste alcohol y de lo otro también. Advertí que tus labios finitos, los inflaste con botox, para llenarte la boca, con cualquiera que se presentara con bragueta abierta y un próximo contrato.   

viernes, 22 de noviembre de 2019

ROMPER FILAS



   Hacíamos una caravana con mesas y sillas cubiertas de manteles. Por fuera jugaban mis primos, unos eran indios y otros, los que buscaban afianzarse, en lugar lejano. Era una serie antigua, de tele, nosotros la recreábamos.
   Yo me encargaba de la limpieza del piso y de repartir manzanas y bananas, pertenecía al grupo de los invasores. No los dejaba pasar si no se quitaban las zapatillas mugrientas. Un día ligué un flechazo de un indio grande. Me puse una curita y se la devolví, sin arco. Nuestra carreta daba de comer a los indios también. Siempre fui medio zurdita. El primo grande, indio Cacique, dijo estar perdido por Bibi, que era invasora.
   —Yo me proclamo Rey de Los Indios y decido las batallas.
   —Tenés razón, Gran Cacique, vos decidís las batallas, pero yo elijo los escuadrones.
   El indio Cacique, mi primo, se metió en la carreta.
   —Ya estamos grandes, los dos sabemos que somos amigos y no parientes. Yo miro cómo nacen tus tetitas y me dan ganas de cualquier cosa, tengo los elementos.
   Iba a callar lo que pensaba, pero le salió decirle: —Yo tengo una riñonera sin cierre, que nació entre mis piernas, si querés meter allí tus ganas, no me voy a hacer la estrecha.
    Pity escuchó el diálogo, de adentro y reunió en la puerta de la cocina, a todas las tribus, la de pluma de indios y la de sombreros tejanos. —Vamos a los dormitorios, allí duermen las chicas, guarda que hay primas, a esas las descartamos y a las otras las atacamos.
   —¿Y las armas? –Dijo Banjo-.
   Pity imaginó lo que vio, cuando espió a sus padres, de noche, cachondos, después de un join compartido. Les contó a los demás, cómo se hacía, les mostró lo que tenía grabado en el celu.
   La casa estaba vacía, los mayores habían subido a escalar las montañas más difíciles.
   Las tribus entraron al dormitorio para proceder y las chicas respondieron con lujo de detalles. Después de aquel episodio, quedaron de cama y todos se durmieron.
   Cuando llegaron los padres, en puntas de pie, para no despertarlos, apareció mi Mamá, que avisó a los demás: —Vengan, es para tomarles una foto, parecen angelitos, tan inocentes, que dan ganas de volver a ser como ellos.

jueves, 21 de noviembre de 2019

LAS COLUMNAS DE SINCERO


   Hacía mucho que no salía de vacaciones, tenía que cuidar a la vieja Olivia. La primera que le enseñó el uso de la libertad propia. Ahora vive en Brandsen, en medio de un lugar puro campo. Un bosque le tapa la casa y un arroyo le pasa cerca. Olivia camina tomándose de un mueble a otro.
   —Todavía tengo fuertes mis piernas y los yuyos son generosos, alguno me permite ir manoteando, hasta el arroyo, si vos no estuvieras, podría hacer lo mismo. Necesitás ver otros pueblos, yo te voy a dar unos pasajes que compré en especial. Algunos son en avión, otros por tierra y al agua seguro llegás. Cuando vuelvas, si es que volvés, me gustaría que traigas más que fotos, una libreta de apuntes y que me cuentes lo que viste y lo que viviste.
   Se sintió protegida con los regalos de Olivia. Parecía que le abría la puerta al mundo que no conocía. Le pidió a Don Matías que le llevara alimentos y vigilara cómo andaba.
   Nunca subió a un avión y la gran tentación era Creta. Fue a pasar tres días a una islita abandonada, no tenía puerto, no tenía nada. Sólo algún pescador que le dejó mercadería, como para sus tres días. Le preguntó por su nombre: —Yo me llamo Sincero, ¿y usted?
   —No se me ría, pero mi nombre es Grecia.
   El pescador la miró con sinceridad curiosa. La primera vez que conoció a Grecia, eso lo conmovió, tener frente a sí a todo su país, concentrado en esa mujer.
   —Mañana, si usted acepta, la invito a conocer la construcción de las cariátides y verá cómo al hombre le gusta darle eternidad a un lugar que lo comerá el tiempo y así debe quedar, para brindar testimonio de ese pueblo que amaba la naturaleza y los peces. Vivían en son de paz y diapasones de memoria.
   A la mañana pasó la lancha pesquera. Sincero la ayudó a abordar e ir lentamente hacia las cariátides, que parecían esperarlos mirando hacia el mar. Llegaron al lugar y Grecia quedó sin aliento, ante la belleza de las columnas.
   —Me gusta ver cómo vas a llegar en tus pensamientos, esas esculturas y los mosaicos del templo, los que te conté que están restaurando. Y después irán a por ellas. Hay una que quiero derrumbar yo y vos que tenés cara de buena, me ayudarás.
   A esa cariátide le faltaba casi toda la cabeza. Sincero sacó un instrumento de hierro y rompió lo que faltaba. Después lo reemplazó con la cabeza de Grecia.
   No se supo del autor de aquel asesinato, la reclamó una mujer argentina, de nombre Olivia Ratán. Murió de tristeza y de años, sus reclamos fueron a parar a un conteiner de Buenos Aires.

miércoles, 20 de noviembre de 2019

EL PITO



   Él dice que las personas que hacen reír a los demás, son las más tristes, sufren y se deprimen. Como Charlie, lo invitan a fiestas y ágapes que no le importan un comino, a excepción del champagne, el vino y la cerveza.
    Lo elogiaban desde que llegaba, hasta que se dormía en cualquier sillón, porque siempre tuvo que hacer chistes complicados para los más inteligentes y bizarrías para los tontos. Intercambiaban lugares todo el tiempo, el inteligente se reía sin pudor de las bizarrías y al tonto no le alcanzaba el aire para largar la carcajada en una vuelta inteligente.
   Son títulos nobiliarios, que nos concede la aristocracia tétrica, del insulto a Charlie, que es tan elegante, que se vislumbra la billetera del pobre. Eso lo ignoran todos, detesta la piedad y prefiere que no le paguen la alegría conferida a los distraídos.
   Los que llaman a su puerta y jamás serán atendidos. Él está durmiendo al sol para cargar energía, como le contaron que pasaba con las piedras. Hoy recibió una invitación de alguien que creyó que era su amigo. No era así y lo avizoró. Cuando llegó, estaban los mismos de siempre, el público. Le dieron un escalón para que empezara con sus disparates hilarantes. Lo atendió la mujer de su amigo, con sus enormes tetas, casi afuera del escote, le dio un abrazo fraternal, ella le acarició con magia, el pito, que hacía mucho que no silbaba. Le arrancó la ropa casi inexistente, a Charlie mismo le dio una risa, que puso seria a toda le gente.
    —Decime, infeliz, ¿no sabías que esta zorra fue mi mujer?-Dijo Charlie-.
   Robó una botella de champagne y cruzó el jardín, displicente. Siguió riendo, se le caían lágrimas, como si por fin pudiera brindar en su casa, consigo mismo.

martes, 19 de noviembre de 2019

MAMÁ


   Papá me contó que cuando quedó embarazada, se pegaba en la panza y se quejaba. No quería tener un hijo.
   Ella trabajaba para que Papá terminara su carrera. Por suerte y gracias, lo tenía a mi Papi, que me explicaba que Mamá, estaba mal de la cabeza, la diagnosticaron Histeria Angustiante. Me obligaba a estudiar Inglés, el idioma que más odio, desde los cinco a los dieciséis. Si no quería ir de chiquita, me arrastraba de los pelos y cuando fui más grande, las cachetadas eran más comunes que los besos.
   Cuando le daban los ataques, decía que yo era una niña fea, bien fea. —¿Por qué no tuve un varón rubio de ojos claros, como mi Madre? Y nació esta chica negra, que a veces dudo si la cambiaron por otra.
   Yo le hacía caso en todo lo que mandaba Mamita querida. No recuerdo haber recibido algún beso de su parte, nunca. Capaz que me olvidé. No me compraba ropa hasta que no me entraba nada y me sangraban los pies, porque los zapatos me quedaban chicos.
   Mi Abuela, me llevaba a Bs As y me compraba todo lo que quisiera.
   —En vez de gastar plata en ésta, -yo me llamaba ésta- podría morir de una vez y dejarnos el campo.
   Si el día entero me torturaba con mandados, ordenar la ropa, ayudar a secar los platos y después, no me dejaba salir a jugar en la vereda. Pasaba toda la noche llorando. Papá se levantaba y me contaba cuentos absurdos, después me arropaba, tan ajustada, que no podía ni respirar.
   A los 13 empecé a juzgarla, me creaba y me creía impotente.
   Hasta que me fui de casa, pisoteó mi autoestima de tal forma que juntar mis pedacitos, me llevó toda la vida.
   Tuve un ejército de ayuda, mi Padre, que me consideraba su Princesita, mis tres Psicólogos y mis dos Maridos, que me quisieron y me amaron. Como debió haber hecho mi Madre.
   Ahora soy vieja y tengo mi propia familia, que son: mi Marido, mi gato y las ganas de escribir. De leer fue toda la vida, en parte porque me gustaba y era la forma de esconderme de una realidad, que ningún niño merece.
   Así fue que nació mi propio niño, salió bastante malcriado, de tanto amor que recibió. Se hizo fuerte y siguió hasta la actualidad. Tiene su propia familia, con una Mujer y un Hijo. Sufrí el síndrome del nido vacío, hasta que al final comprendí.
   Con una mano en la cabeza y otra en el corazón, en realidad, nunca entendí un carajo. Por eso voy al Analista, para volver a desenredar, los nudos que todavía se me hacen, por tejer desprolija.
   Y no saber perdonar.   

lunes, 18 de noviembre de 2019

TRABAJOS ITINERANTES


   Justo leía un libro de una mujer muy cobarde, no lo voy a relatar porque es largo y hoy, hasta los lectores, están apurados. Es algo personal, me había jurado no ser cobarde a nada, ni a la caspa, ni a las uñas sucias, ni a las personas con halitosis, ni a los soretes de perros en la calle y otras inmundicias que antes me daban náuseas.
   Mi banco de la Plaza, es el lugar de la izquierda, ya es mío, caben cuatro personas. Tiene el mejor sol de invierno y es fresco en el verano. Hoy se sentó, bien cerca de mí, un tipo.
   —Tengo mucho frío, ¿me puedo sentar pegadito a usted? Los jóvenes irradian calor, a diferencia de los viejos, que no nos cubrimos con sobretodos, vivimos adentro de los abrigos.
   El tipo tenía un ojo de menos, era manco, le faltaba una pierna, labio leporino sin reparar, granos en la mejilla, pústulas colgando como aros en las orejas y un sombrero que tuvo muchas lluvias color gris triste.
   —Por favor, mientras no sea en mi falda, péguese tranquilo, intuyo que es una buena persona.
   Haciendo uso de mi incipiente valentía, dejé mi mochila a su lado, le envolví el cuello con mi bufanda. Crucé enfrente y le compré un capuchino doble y una medialuna.
   —Muchas gracias, joven y esta factura, me recuerda a mi Abuela.
   Lo miré siempre de perfil, le faltaban los dientes de lado izquierdo, era un tipo hábil, deshizo la medialuna en el capuchino, sacó una cucharita del bolsillo, tenía una cuadrilla dentro del sobretodo. Por eso parecía tan gordo. Me mostró fotos viejas, poemas en hojas amarillas, cientos de monedas antiguas.
   Me puso nerviosa que llevara tanto peso. Después de mostrar sus pertenencias, se puso de pie, bien erguido, abrochó un botón del sobretodo, el único que le quedaba.
   —Voy a dar una vuelta a la Plaza, ya me dijeron que tengo que caminar. ¿Me espera un rato, así la saludo?, a mí nadie me saluda, pero usted es diferente.
   Caminaba perfecto con una sola pierna. ¿Y la otra? Era un milagro de equilibrio, daba pasos largos. Seguí leyendo, no lo oí llegar, pero sí le vi la pierna. No pude más y le pregunté: —¿Me dice cómo puede caminar con una sola pierna?
   Contestó con inmediatez adolescente: —Es la memoria del cuerpo, la pierna usted no la ve pero está, le agradezco el calor que me dio, si fuera joven y sano, me iría a vivir con usted.
   No pude seguir leyendo, dejé el libro abierto y lo vi partir.
   Se sentó de mi lado un tipo con muchos libros y un bolso de viaje.
   —¿Sabés que te conozco de algún lado?
   Yo lo pensé y le dije: —Ese truco es muy viejo.
   El tipo no me contestó, abrió el bolso y sacó un sobretodo gigante, un sombrero gris triste, un zapato gastado, un labio leporino sin arreglar, de plástico adherente y media encía postiza.
   —Por favor el resto no lo saques, estoy segura que lo vi.
   El tipo, con aspecto de buenmozo escandinavo, daba  ganas de avanzarlo. —Tu vestuario lo conozco, ¿a qué te dedicás?
   Con un acento raro, contestó: —Soy transformista, son 700 pesos la  función, a vos te hago la oferta de 650 pesos.

domingo, 17 de noviembre de 2019

SPA


    Quintina que es optimista, alegre e ilusionista. Yo, Helena, que soy depresiva, tengo la esperanza olvidada en cualquier aeropuerto, como la cartera, siempre la pierdo. Sueño que la encuentro, pero no, si es un sueño.
   Llegamos al Spa Hotel, con aguas termales, baños suecos, masajes con piedras argelinas. La pileta es más redonda que el mundo. Subo a la terraza del Spa y puedo ver el mar, azul sin olas. No hay nadie en el mar y en la pileta, nosotras dos. Quintina que parece una ballena y yo tan finita, el Gordo y el Flaco. Nos acercan tragos modernos, licuados de arenque.
   Después está el comedor libre, Quintina se come todo, pregunta con la boca llena: —Mozo, ¿no hay más ostras?
   —No, Señora.
   —¿Y botecitos de caviar?
   —Eso sí…
   —Quiero tres porciones y un pan felipe.
   —Se la hago fácil, no hay ningún señor Felipe. ¿Ud, Señorita desea algo en especial?
   —Un hombre, deseo y aquí por lo que veo, no hay nada en especial, no siendo eso, no deseo nada.
   Nos íbamos al día siguiente, yo quería mar, las aguas cerradas no son inteligentes, por bobas inmóviles. Mientras Quintina roncaba lo que comió y bebió, caminé al amanecer. El mar llamaba a cualquiera que pudiera sumergirse, tomándose de juncos marinos. Se enroscó un junco en mis piernas y tragué agua tres veces, tenía mucha sal.
   Un hombre grandote, buceó y desprendió el junco. Le agradecí con un beso prolongado. 
   —Gracias por salvar mi vida y poder darle ese beso.
   Tengo ojos vacuos, no sé si se dio cuenta. Hay canoas abandonadas, peces saltarines y el color de las olas, hay más y ella tiene el deseo, dijo llamarse Helena de Troya, me va, soy Poseidón, el Dios del Mar.
   Dijo ella: —Quiero ver tus ojos por dentro, por ahí encuentro la cartera.
   Poseidón titubeó, pero la tomó por la cintura, ella suspiró y él confesó: —Tengo más para darte, de allí mi nombre, poseo y doy, no es idéntico, pero se puede asociar.
   —¿Sabés qué pasa?, ando con hambre atrasada y no sé si vos podrás con mis deseos, por ahí exijo mucho.
   —Si seguís conmigo te engordo, tu amiga te envidiará. Y será para siempre, porque de vos, no me voy.  

sábado, 16 de noviembre de 2019

CUATRO PATAS Y UNA VIDA



   Le regalaron una perra de tres meses, mimosona. Dormía donde quería, tomaba agua que corriera, Aylén le abría un poco la canilla y dejaba la cocina impecable, le pasaba la lengua a los platos de ella.
   Aylén volvía del trabajo y ella la esperaba en la puerta. A veces pensaba que la puerta estaba con llave. Eso nunca pasaba, porque Aylén le ponía una correa en el cuello y una larga cadena que sostenía entre sus dientes. Suky se sacaba a pasear sola, sabía abrir la puerta sola y la cerraba por afuera. Llevaba las llaves entre los dientes.
   El Cerrajero no pudo comprender cómo una perrita tenía tantas posibilidades de vida en un solitario divertido. Primero Suky dormía en unas frazadas en el piso, después marcó su territorio en el sillón y un día de tormenta y cohetes, se subió a dormir con Aylén.
   Un Tío, de Inglaterra, la invitó un mes a vivir en su casa, pero Suky, se quedó con una pareja amiga, que también tenían un perro, de la misma raza que Suky.
   Al principio le escribía cartas dirigidas a Suky. Como no le contestaba, la había sobrevaluado, los perros no escriben. Su amiga le contó que la perrita estaba triste. —No te enojes, Aylén, pero Suky, con su embarazo, le pega tarascones, cada vez más importantes, a mi perro, que es más bueno que la paz y ya tiene media oreja partida y un mordisco en el hocico. Ella defendió lo que lleva en su panza. Pero no me gusta que suceda, con las agresiones que casi llevaron a mi perro a la muerte. Hace dos semanas que le mordió el corazón y le comió la mitad. Le sacamos un pasaje en avión, Suky llega mañana a las cuatro AM. Parece contenta y le pasa la lengua a nuestro pobre perrito, por todas las heridas que le infringió. Cuando la veas, no la vas a conocer, tiene la panza como una pelota, me parece que llega justo para el parto. Un beso, igual te quiero.
   Aylén la esperó en el Aeropuerto y Suky, como un Atila engrosado, saltó hacia ella, le dio hocicazos atrasados. En la puerta la esperaba su nuevo Marido, que era Veterinario. Le tenían preparada la cucha para su parto escondida en un placard, porque el Veterinario dijo que las perras necesitan privacidad.
   Una noche de lluvia, Suky tuvo tres perritos y una perrita, ella siempre fue muy exagerada. Los parió en la cama de ellos, con la cabeza en la almohada y las crías prendidas a lo largo de su pecho. Uno se lo regalaron a la pareja que cuidó a Suky en su ausencia, otro lo regalaron a su Tío de Londres, el tercero cuidaba la Veterinaria. La perrita, llamada Sukita, se quedó con su Madre, con todas las tetas para ella sola.  
   Aylén y su Marido tuvieron cuatrillizos, se copiaron de Suky, hasta el número de bebés.

viernes, 15 de noviembre de 2019

¿EN NOMBRE DE DIOS?



   El cielo me pesaba en la cabeza, adentro de la cabeza, tenía ganas de levantar las manos y sostener aquello pringoso, que me dejaba sin oxígeno, los pies no me daban para pegar y sacarme de encima aquello que no podía y quería que se fuera.
   Pude ver por un reflejo de acero que estaba en una camilla, con las manos y los pies atados. Tenía seca la boca, no sé quién me hacía la permanente, con unas monedas de plástico, que se pegaban a mi pelo, con cables finitos, para que los rulos salgan más rápido. Los enchufaron en algo blanco, yo no lo quería tener mota y grité, ni sé cómo pude. A la peluquera obstinada y el amigo que la ayudaba, se notó que los dejé sordos, me atravesaron un rulero gordo, compacto y blando, entre el paladar y la lengua.
   Tenía la angustia concentrada en mi garganta. Ellos enchufaron los cables y me quemaron la sangre. Quise saltar hasta el techo, pero se me perdió. Temblaba y mi cuerpo se doblaba. Insistieron varias veces y mis músculos quedaron vencidos, me dio tanto sueño, cuando abrí los ojos estaba en una cama sin almohada y las paredes acolchadas.
   Por una hendija de la puerta, dos ojos miraban con indiferencia, tenía pelos en mis manos y otros pelos arrancados, que andaban sueltos en el piso, en el cielo y en todo lugar. Amén.

jueves, 14 de noviembre de 2019

MI MENTOR


   —Tenemos dos piernas que nos sostienen, si la izquierda nos faltara, nos caeríamos de ese lado y si falta la derecha, nos caemos igual, pero con bigote angosto. América para los americanos, lo cierto es que América es para EEUU.

—Profesor Carter, asisto a sus clases, por sus puntos de vista, ejemplos de una sola vuelta y nos permite el regreso con el oído atento, aunque nuestras teorías dejan mucho que desear, con respecto a las suyas. Tomo el camino de las Prácticas, usted fue mi Mentor. Mi Mujer que es mexicana, preguntó en el desayuno, porqué aludió como ejemplo a las piernas de ambos lados. Ella se sintió involucrada, porque le falta una pierna y recuerda como ejemplo a nuestra querida Frida Kahlo, que fue una revolucionaria, aún desde su invalidez. Me tomé la libertad de invitarla a sus clases, son clases abiertas. ¿Para las mujeres también?, pregunto porque no veo ninguna.

   —Doctor Tesko, respeto sus intervenciones, usted fue mi Mentor y habrá notado que en ciertos momentos acudo a sus referencias. Quiero decir que esas paparruchadas, con respecto al género, parecen más una moda, que poner en alto una idea seria, como este claustro nos señala. La humanidad es una sola, no importa el sexo de la persona. Admito que los hombres impusieron y las mujeres aceptaron. Le cedo la palabra de un autodidacta, que nunca notamos por su atuendo de hombre, le paso el micrófono, a la Señora Nora Ganaboa.

   —Muchas gracias, Dr, a usted en especial, que fue mi Mentor, por permitir que me exprese, a pesar de la opinión de mi hijo, que dijo textual: “Mamá dejate de joder, no vayas, porque lo que digas, son cosas que ya se han tratado”. Por eso me voy a permitir incluir en mis palabras, cualquier grosería bizarra, para contar algo, con respecto a la ausencia de mis dos piernas. Fueron secuelas del Accidente Del Tren, todos deben recordar, todos esos hijos de puta que no se hicieron cargo de nada. Los victimarios de Gobierno, también eran todos hombres, que encubrieron, disfrazaron, explicaron pelotudeces mendaces. Yo, como víctima Mujer y otras también, que en silla de ruedas, con muletas o bastones, trabajamos en defensa de los Derechos Humanos. Muchos viajábamos con nuestros hijos. Yo camino sola sobre mis dos piernas que existen en mi cabeza y piensan, piensan y siguen pensando.    

miércoles, 13 de noviembre de 2019

ESCALERAS



   Rufino cruzó a pie, con su mujer y el bebé, la frontera entre Brasil y Argentina, llevaban dos ladrillos de porro. Uno en la mochila doble fondo, el otro dentro de los pañales del bebé. Entraron a la Aduana, que era una casa de madera y un mostrador.
   Un Señor de Gendarmería, hablando con la nariz tapada: —Señora, me parece que el gurí anda necesitando que le cambie el pañal. Tiene olor a que se cagó un adulto. ¿Por qué no apoya el cambiador y lo lava y lo cambia?
   Kalinda lo desnudó y el pañal estaba tan grueso, que el Gendarme, con olfato de perro, diferenció el olor a mierda del olor a porro.
   —Y Ud -Dirigiéndose a Rufino- Muestre la mochila.
   La dio vuelta y le rebanó con un cuchillo el doble fondo, donde se encontraba el otro ladrillo.
   —Tenía que ser argentino, para copiarnos lo nuestro, ese truco lo inventamos nosotros y se me saca el arito, que es adorno de mujer.
   Lo metieron en un calabozo de barrotes oxidados. Rufino les pidió que lo dejaran hacer un llamado a Buenos Aires.
   —Mirá el argentino caradura, traficante y pretencioso, vamos en orden. Primero con las palizas y diga Ud lo que diga, aunque sea de verdad, seguiremos dándole hasta que pierda el conocimiento.
   —Su mujer y el cachorro, están en un calabozo con otras madres, pero nosotros a las madres no les tocamos un pelo.
   Kalinda lo despedía con la mano y le gritaba: 
—Aguantá hasta poder localizar a Manucho.
   A los seis meses Rufino se agarró una infección en la cabeza de fémur, luego se le extendió. Cuando parecía que agonizaba, la misma Gendarmería se comunicó con el Tío del reo, trabajaba en el Consulado de Brasil en Argentina.
   Como Rufino no tenía Padre ni Madre, el Tío se hizo cargo de ir a buscarlo, en avión. Kalinda y el Gurí viajaron con ellos. Llegaron a Bs As y lo internaron. Le practicaron una operación complicada, en cabeza de fémur. Pudieron rescatar los huesos, el Equipo que lo atendió, hizo un trabajo de relojería. Hubo transfusiones, con medicamentos que su Tío Manucho hizo traer de EEUU.
   El más humilde de los Médicos, amigo del Colegio, fue el inventor del sistema para sus huesos comprometidos. Rufino jamás se caracterizó por valorar el trabajo del afecto. Despreció lo que trabajó su amigo y dedicó los aplausos a un pope de Bs As.
   Su Tío pagó un dinero muy importante, para liberar a Rufino y Kalinda. Le consiguió a Rufino un trabajo muy bien remunerado, en la Legislatura. No cumplía ninguna función, sólo permanecía en un escritorio, donde acudían personas jóvenes, a comprar drogas, en pequeñas cantidades. Los Funcionarios, compraban a granel. Todo se hacía a ojos vistas, nunca nadie dijo nada.
   Rufino se divorció de Kalinda, que volvió a Siria, con el hijo de ambos. Allá tenía una familia, que la recibió sin preguntar y con abrazos.
   Él hizo de cuenta que nunca tuvo una mujer y un hijo. Como cualquier cretino, olvidó su propia historia.
   Ahora es Legislador.  

martes, 12 de noviembre de 2019

¿TE VAN A TOCAR EL TIMBRE?



   —Si no salís de tu casa, no te interesan las amistades, las películas te deprimen, las plantas del balcón se están secando porque nunca las regás. Te da vergüenza toda vos, de la cabeza a los pies. Odiás tus pensamientos, tus vísceras. ¿Y querés tener un romance?
   Le iba a señalar otras cosas, pero Begonia la interrumpió.
   —Cuando me estoy bañando, dejo la ventana abierta, que es larga como la bañera y tiene vidrios corredizos, es profunda y transparente. Tal vez sea una fantasía, pero alguien me está mirando, pensá que todo esto es una ensalada de edificios. En alguna ventana o ventanita, un romance en cierne se debe hacer el bocho conmigo.
   —Si no salís de tu casa, nadie vendrá a tocar el timbre y te va a decir: “Oh, mi soñada Begonia, cómo me gustaría tener un romance con vos”.
   Pasaron los recolectores y se pusieron a compactar, justo bajo las ventanas donde ellas hablaban en serie.
   —Mamá!, vos no entendés, yo no quiero que me vengan a tocar el timbre del departamento, esos ya tienen su utilidad, yo te cuento de mis timbres, los que vinieron conmigo, cuando me pariste y ahora que soy joven, tienen hambre de que alguien los toque, en cualquier lugar encerrado, en un romance ancho y lujoso…
   Se escuchó el portazo con una voz que gritó en el pasillo: —¡Begonia, vos estás loca!
   Pasaron unos minutos y el ascensor se detuvo en el palier. Tocaron el timbre: —Disculpá que no usé el portero eléctrico, pero cuando descubrí tu piso, bajé de mi edificio por las escaleras, sentí que le ganaba al ascensor. En la calle empujé cuatro personas, cuando crucé la Avenida, casi me atropellan, un camión, dos Uber y un micro. Te digo que los tipos se manejaban todo, frenaban a dos milímetros de mi cuerpo, hay que tener oficio. No te cuento qué me dijeron, para no perder tiempo uno y para no arruinar el lenguaje, dos. Me llamo Jacinto. ¿Y vos?
   —Mi nombre es Begonia y te espero hace mucho.
   —Ah, ¿me conocías?
   Ella buscó en la memoria, a ver si se había olvidado algo, pero estaba todo vacío, menos un pasillo, que daba a la imaginación, con la forma de él.
   —No te conocía, pero te imaginaba.
   —Yo conozco tu cuerpo, sé a qué hora te bañás, me gusta tu pelo, cuando te acaricia casi hasta los pies, me apasiona tu distribución, ese cuello de cisne, esas tetas, que entrarían en mis manos, la panza hundida y el culo que flota, cuando te bañás de inmersión y esas piernas. Aquí me detengo, porque parezco el lobo feroz que te va a comer.
   Ella puso un disco suave de Yo-Yo-Ma, prendió un candelabro y apagó las luces. Mientras Jacinto hablaba, Begonia le quitaba la ropa y él, con esa cara de medio oriente, la dejó sin camisón. Begonia llenó la bañera, tomó la mano de él y se metieron a nadar, en un romance ancho y lujoso.

lunes, 11 de noviembre de 2019

OLGA



   Entró en la Facultad con una edad que podía ser cualquiera. Los Talleres eran lugares sucios, los alumnos le forraban los tableros, con un papel cualquiera y cuatro chinches. Ella llegaba vestida de Señorita, con un bolso de cuero sobado, sacaba una lata de betún con un color “marrón militar”. Donde decía “militar”, le pegaba una curita. Olga llevaba un trapo y le pasaba betún a todo el tablero, después lo lustraba y complacida se ponía a trabajar.
   Dibujaba a mano alzada cualquier cosa que le pidieran. Los Profesores le pasaban por detrás y todos carraspeaban mirando con admiración contenida. Luego iban a un rincón y mientras observaban a Olga, tratando de adivinar cuál era su historia, para contar lo que dibujaba y pintaba.
   En mitad de la mañana iba al Bar a tomar un café, sola. Miraba por una ventanita cuadrada, con ojos tan tristes que el mozo le decía que era gratis. Olga era pródiga, diferente y profundo dibujaba escenas de mujeres solas, cavando trincheras, con hombres nazis vigilando. Cárceles hacinadas, todos con las cabezas asomando, sin abrigo, muertos de hambre.
   Esos cuadros eran tanáticos, muchos desplazaban los ojos mirando para otro lado. Era extraño que después de trabajar, no tenía una sola mancha en las manos ni en la ropa. Una mañana, con un sol de septiembre, Olga entró al taller: 
—¡Buenos días para todos!
   Era la primera vez que saludaba y le dio un beso a cada compañero, sabía el nombre de todos. 
—Hoy vine con trabajos nuevos.
   Los dispuso sobre una tabla larga, escenas de hogares campesinos, con luces que carecían de proveniencia, había pintado un horno de donde salían hogazas humeantes y el interior del horno tenía brasas que daban calor de sólo verlas.
   Eran discímiles los temas, un Cine con butacas de proyección axonométrica, la pantalla y las escenas se adivinaban. Llevó algunos que sólo tenían colores desplazados, como huyendo del marco.
   —Hoy estoy feliz porque llegan mis hermanos y los Tíos que nos criaron.
   Tres de los compañeros, perdidos por la levedad y fortaleza de Olga, le pidieron al Rector, el Salón de Exposiciones. Éste ya estaba enterado que había una genia polaca, capaz de dibujar el mundo, en todos sus matices. Los que ayudaron quisieron usar los viejos spots de la Facu, Olga dijo que era suficiente con las luces que filtraban las ventanas.
   A las cinco de la tarde, fue llegando la gente. Olga arribó con sus hermanos y sus Tíos. El Rector fue el encargado de hablar en nombre de Olga Posevski: —Privilegio que me otorgó la timidez de esta personita gigante…“esta es la historia de mi pueblo, en especial de mi familia, después de guerra y de paz…”
   Recibió premios de todas partes, pero sus ojos guardaban la misma tristeza de siempre.    

domingo, 10 de noviembre de 2019

DECISIONES CREPUSCULARES



   No querían el clásico “Atendido por sus Propios Dueños”. Buscaron nombres como cuando está por nacer un bebé. “Atendidos por sus Propios Turistas”. No lo consideraron peligroso, les pareció armonioso y se vistieron con el  estilo de 1900. Un Teatro de La Plata les regaló vestuarios en desuso, había de 1950, de 1925 y del año pasado.
   El estilo de la Hostería, de planta redonda, carecía de escalones, reemplazados por rampas inclinadas. La diseñó un amigo de Le Corbusier. Los primero turistas llegaron de a uno, con equipo de escalar, ambos.
   Cuando atendió la Dueña, vestida del 1900, en un estar inmenso, con rincones de ventanas, asomando diferentes. Unas al mar, otras a las montañas y algunas al bosque de pinos y lengas. Cada lugar tenía su mesa de lectores, tableros de ajedrez, músicas individuales, los sillones eran una melange.
   No había paredes, la tónica era el vidrio doble, con cortinas black & white, que los turistas que fueron llegando, nunca les dieron uso. A todos les daba asombro vivir metidos en tantos paisajes. Pensaba Kathleen: —Harold, estoy preocupada, los primeros que vinieron van a esquiar juntos, se bañan juntos en el lago de aguas termales. Tenemos que proceder o nuestros planes fracasarán.
   Empecé así: —Chicos, hoy les damos el premio de cocinarles nosotros.
   La chica empezó a saltar de alegría: —¡Gracias! Por fin no nos atenderemos solos.
   Les sirvieron temprano, pastel suizo, con habas, relleno con pastillas de muerte súbita. Después de tanto vino y aletargados, se tiraron en aquellas aguas tibias. Kathleen recordó que allí se flotaba, cosió en los dobladillos de los turistas, piedras de la montaña, ellos se hundieron, justo antes que se levantara el matrimonio Rico Unsué. Harold preparó los trineos, para que hicieran la bajada de nieve lisa, que terminaba en un plano sereno. Luego los esperaría un desayuno inglés, con budín de Oxford y té de Calcuta. Los Rico Unsué, sonrieron por vez primera y corrieron de la mano al trineo. Harold los empujó y los viejos bajaron como tiro, pero el terreno liso era una superficie de hielo, que se rompió, cuando los Rico Unsué, cayeron de cabeza y se congelaron de inmediato.
   Continuaron las historias, con turistas distinguidos que arribaban al lugar. Harold y Kathleen comprendieron que la gente rica era aburrida. Los turistas dejaron cosas de valor incalculable, joyas, dineros, tarjetas. Pero hacerlos desaparecer fue una tarea demoledora. Al último turista, con aspecto de hippie pobre, le dijeron que la temporada había concluido.
   Partieron en un Rolls Royce, que pertenecía a dos nobles de “Países desconocidos”. Compraron un castillo en Luxemburgo, incluía tres Esclavos Negros, encantados de trabajar.
   Disfrutaron mucho, pero extrañaban un poco, la costumbre de matar. Organizaron una cacería, con cuatro vecinos almidonados. Salieron por la mañana, pero ni Kathleen, ni Harold, sabían manejar armas y en lugar de cazar presas, mataron a todos los perros.
   Nadie los culpó por lo que hicieron, se sabe que entre nobles ricos, se perdona cualquier perro.

sábado, 9 de noviembre de 2019

EL MALIGNO RIIIIING


   El despertador se encarga de pegarle al sueño reparador y borrar el descanso, uno entra a la cocina y como lo apagó para dormir cinco minutos más, los chicos se hicieron el desayuno, solos. Quemaron el café, rompieron el tostador e hicieron un camino de miel hasta la vereda.
   Cuando llegaron, sin saludar, se dirigieron como sonámbulos a jugar con los videojuegos.
   —Facundo, ¿vieron lo que hicieron por la mañana?
   Facundo contestó con fastidio. —Sí, Má, la Señorita nos dejó ecuaciones para resolver. Yo tuve dificultades, pero ella no me escuchó, estaba tomando mate y comiendo facturas, con las otras brujas, hablaban tan alto, la Señorita mía ni me escuchó. Por eso me dijo que mañana tiene que hablar con vos. No te molestes, Mamá, no vayas una mierda, total, digas lo que digas, o peor, escuchar sus quejas, no servirá para nada. Papá me explica esta noche.
   —Y vos, Ramiro, ¿me podés contar qué pasó en el desayuno?
  Mientras seguía mirando, contestó: 
—Te levantaste tarde, yo no alcanzo la cafetera y quemé tanto el café, que al final no lo tomé. A Facundo se le rompió el tostador. Para no ir sin desayunar, llevamos el tarro de miel y tomamos una cucharada cada uno. Se nos pegotearon los cuadernos, los guardapolvos, fuimos al baño, intentamos lavarnos, pero viste cómo es la miel, te la sacás de un lugar y va a parar a otro. A ver, Gastón, contale lo que hiciste.
   —Yo me cansé de semejante peso y sin querer, el tarro se puso para abajo y tenía un montón, llegó hasta los de 4° que se chupaban los dedos, le pasaban la lengua a las laptop y se limpiaron en la bandera. ¿Qué me decís?
   La Madre no podía creer lo que estaba escuchando y se atacó: —¡¡¡Yo no me voy a divorciar de mi Marido, me voy a divorciar de ustedes que son mucho peor!!!
   —Pero Mamá, la culpa no fue nuestra, fue del despertador.
   Corrió al dormitorio y lo destrozó con la maza de herramientas. Nosotros nos peleamos por las agujas que volaban, yo me quedé con la de los minutos, Ramiro con la de las horas y Gastón alcanzó el segundero, antes que le cayera la maza, sobre los deditos.