Le regalaron una
perra de tres meses, mimosona. Dormía donde quería, tomaba agua que corriera,
Aylén le abría un poco la canilla y dejaba la cocina impecable, le pasaba la
lengua a los platos de ella.
Aylén volvía del
trabajo y ella la esperaba en la puerta. A veces pensaba que la puerta estaba
con llave. Eso nunca pasaba, porque Aylén le ponía una correa en el cuello y
una larga cadena que sostenía entre sus dientes. Suky se sacaba a pasear sola,
sabía abrir la puerta sola y la cerraba por afuera. Llevaba las llaves entre los
dientes.
El Cerrajero no
pudo comprender cómo una perrita tenía tantas posibilidades de vida en un
solitario divertido. Primero Suky dormía en unas frazadas en el piso, después
marcó su territorio en el sillón y un día de tormenta y cohetes, se subió a
dormir con Aylén.
Un Tío, de
Inglaterra, la invitó un mes a vivir en su casa, pero Suky, se quedó con una
pareja amiga, que también tenían un perro, de la misma raza que Suky.
Al principio le escribía cartas dirigidas a
Suky. Como no le contestaba, la había sobrevaluado, los perros no escriben. Su
amiga le contó que la perrita estaba triste. —No te enojes, Aylén, pero Suky,
con su embarazo, le pega tarascones, cada vez más importantes, a mi perro, que
es más bueno que la paz y ya tiene media oreja partida y un mordisco en el
hocico. Ella defendió lo que lleva en su panza. Pero no me gusta que suceda,
con las agresiones que casi llevaron a mi perro a la muerte. Hace dos semanas
que le mordió el corazón y le comió la mitad. Le sacamos un pasaje en avión,
Suky llega mañana a las cuatro AM. Parece contenta y le pasa la lengua a
nuestro pobre perrito, por todas las heridas que le infringió. Cuando la veas,
no la vas a conocer, tiene la panza como una pelota, me parece que llega justo
para el parto. Un beso, igual te quiero.
Aylén la esperó
en el Aeropuerto y Suky, como un Atila engrosado, saltó hacia ella, le dio
hocicazos atrasados. En la puerta la esperaba su nuevo Marido, que era Veterinario.
Le tenían preparada la cucha para su parto escondida en un placard, porque el
Veterinario dijo que las perras necesitan privacidad.
Una noche de
lluvia, Suky tuvo tres perritos y una perrita, ella siempre fue muy exagerada.
Los parió en la cama de ellos, con la cabeza en la almohada y las crías
prendidas a lo largo de su pecho. Uno se lo regalaron a la pareja que cuidó a
Suky en su ausencia, otro lo regalaron a su Tío de Londres, el tercero cuidaba
la Veterinaria. La perrita, llamada Sukita, se quedó con su Madre, con todas
las tetas para ella sola.
Aylén y su Marido
tuvieron cuatrillizos, se copiaron de Suky, hasta el número de bebés.

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