—Desde la planta
baja siento el olor inmundo de la perfumina, que compraste para disfrazar de
limpito. Ni bien doy vuelta la llave, advierto que nunca la cerraste. ¿Qué
tenés en la cabeza, aparte del carocito?
Dalmira le tiene
miedo. Lo deja a su aire, es injusto: —Tengo las manos rojas de tanto limpiar lo
limpio y el perfume es francés, regalado por Tadeo que debiera llamarse Judas.
—Vienen tres
empresarios a comer, espero que los platos representen la alcurnia que no
tenemos. Gracias a tus ruleros permanentes, que eran de tu Vieja, espero que no
descanse ni siquiera de muerta. Preparate esos camalotes en miniatura y metele
lombrices solitarias hilarantes y sabrosas. Los ruleros pasalos por chocolate y
rodeá la fuente. De paso no los veo más y a ellos, que son ignorantes
encubiertos, les parecerá lo más exótico de todas las ingestas recibidas.
Después bañate, sobre todo en esos lugares que huelen a zorrino. Ponete el
vestido negro, con el pecho chato, estilo Jane Birkin, o Charlotte Gainsbourg,
depende de la generación y el culo sin calzón, para algo que invertí en que
fuera redondo y soberbio. El toilette de los hombres, dejá que lo decoro yo,
compré dos cuadros de mar y un perro cagando en un Country concheto, son buena
inspiración, para el empresario que tenga ganas de uno o de dos. Eso no te lo
puedo dejar a vos porque tenés un mal gusto heredado de tu familia. Agradecé
que te saqué del barro y tenés un vestidor que hasta María Antonieta te envidiaría.
Ponete la bata china cuando llego yo y tirá las chancletas y el delantal de
sirvienta, como dos objetos que se suicidan. Maquillate con discreción. ¡No!
¡No! ¡No! Me equivoqué, llamo a mi Asistente para que te maquille, es de
familia bien y me quiere tanto y es tan bella, que en el ascensor, muchas veces
no me pude resistir. Bajamos juntos al piso que vamos y tomamos otro hasta la
terraza, así le damos a la franela, en cualquier piso nos interrumpen. Cuando
camino a la Oficina, no sé cómo hacer para que no se note.
Éste me está
tomando el pelo, o piensa que soy idiota.
A los tres
empresarios grasas, como son todos los empresarios, me los voy a coger por
sorpresa, uno por uno, total, después a lo sumo, me pongo a vomitarle esas
corbatas inmundas, como si fueran un estreno.
—Por fin estamos
solos, ahora a limpiar y después bañate y lavá el vestido, tenés manchas
blancas atrás y adelante, me parece que en cuello también queda. Quietita, le
voy a sentir el olor. Puajj, ¿qué fue lo que hiciste!? Tenés olor a semen. Ah
no! Me voy con la inconciencia tranquila, gracias a tu putada cerré con los
grasungas empresariales, excelentes tratos.
Voy a festejar
con mi Asistente, hasta quedar lleno, para que no ande chusmeando, le cortaré
la cabeza, si me quedan fuerzas, a la boluda de mi Mujer, le haré lo mismo.
Tiene cuchillos más filosos. ¡Qué satisfacción ver rodando su cabeza, por el
agujero del inodoro!

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