No querían el
clásico “Atendido por sus Propios Dueños”. Buscaron nombres como cuando está
por nacer un bebé. “Atendidos por sus Propios Turistas”. No lo consideraron
peligroso, les pareció armonioso y se vistieron con el estilo de 1900. Un Teatro de La Plata les
regaló vestuarios en desuso, había de 1950, de 1925 y del año pasado.
El estilo de la
Hostería, de planta redonda, carecía de escalones, reemplazados por rampas
inclinadas. La diseñó un amigo de Le Corbusier. Los primero turistas llegaron
de a uno, con equipo de escalar, ambos.
Cuando atendió
la Dueña, vestida del 1900, en un estar inmenso, con rincones de ventanas,
asomando diferentes. Unas al mar, otras a las montañas y algunas al bosque de
pinos y lengas. Cada lugar tenía su mesa de lectores, tableros de ajedrez,
músicas individuales, los sillones eran una melange.
No había
paredes, la tónica era el vidrio doble, con cortinas black & white, que los
turistas que fueron llegando, nunca les dieron uso. A todos les daba asombro
vivir metidos en tantos paisajes. Pensaba Kathleen: —Harold, estoy preocupada,
los primeros que vinieron van a esquiar juntos, se bañan juntos en el lago de
aguas termales. Tenemos que proceder o nuestros planes fracasarán.
Empecé así: —Chicos,
hoy les damos el premio de cocinarles nosotros.
La chica empezó
a saltar de alegría: —¡Gracias! Por fin no nos atenderemos solos.
Les sirvieron
temprano, pastel suizo, con habas, relleno con pastillas de muerte súbita. Después
de tanto vino y aletargados, se tiraron en aquellas aguas tibias. Kathleen
recordó que allí se flotaba, cosió en los dobladillos de los turistas, piedras
de la montaña, ellos se hundieron, justo antes que se levantara el matrimonio
Rico Unsué. Harold preparó los trineos, para que hicieran la bajada de nieve
lisa, que terminaba en un plano sereno. Luego los esperaría un desayuno inglés,
con budín de Oxford y té de Calcuta. Los Rico Unsué, sonrieron por vez primera
y corrieron de la mano al trineo. Harold los empujó y los viejos bajaron como
tiro, pero el terreno liso era una superficie de hielo, que se rompió, cuando
los Rico Unsué, cayeron de cabeza y se congelaron de inmediato.
Continuaron las
historias, con turistas distinguidos que arribaban al lugar. Harold y Kathleen
comprendieron que la gente rica era aburrida. Los turistas dejaron cosas de
valor incalculable, joyas, dineros, tarjetas. Pero hacerlos desaparecer fue una
tarea demoledora. Al último turista, con aspecto de hippie pobre, le dijeron
que la temporada había concluido.
Partieron en un
Rolls Royce, que pertenecía a dos nobles de “Países desconocidos”. Compraron un
castillo en Luxemburgo, incluía tres Esclavos Negros, encantados de trabajar.
Disfrutaron
mucho, pero extrañaban un poco, la costumbre de matar. Organizaron una cacería,
con cuatro vecinos almidonados. Salieron por la mañana, pero ni Kathleen, ni
Harold, sabían manejar armas y en lugar de cazar presas, mataron a todos los
perros.
Nadie los culpó
por lo que hicieron, se sabe que entre nobles ricos, se perdona cualquier
perro.

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