Hacíamos una
caravana con mesas y sillas cubiertas de manteles. Por fuera jugaban mis
primos, unos eran indios y otros, los que buscaban afianzarse, en lugar lejano.
Era una serie antigua, de tele, nosotros la recreábamos.
Yo me encargaba
de la limpieza del piso y de repartir manzanas y bananas, pertenecía al grupo
de los invasores. No los dejaba pasar si no se quitaban las zapatillas
mugrientas. Un día ligué un flechazo de un indio grande. Me puse una curita y
se la devolví, sin arco. Nuestra carreta daba de comer a los indios también. Siempre
fui medio zurdita. El primo grande, indio Cacique, dijo estar perdido por Bibi,
que era invasora.
—Yo me proclamo
Rey de Los Indios y decido las batallas.
—Tenés razón,
Gran Cacique, vos decidís las batallas, pero yo elijo los escuadrones.
El indio Cacique,
mi primo, se metió en la carreta.
—Ya estamos
grandes, los dos sabemos que somos amigos y no parientes. Yo miro cómo nacen
tus tetitas y me dan ganas de cualquier cosa, tengo los elementos.
Iba a callar lo
que pensaba, pero le salió decirle: —Yo tengo una riñonera sin cierre, que
nació entre mis piernas, si querés meter allí tus ganas, no me voy a hacer la
estrecha.
Pity escuchó el diálogo, de adentro y reunió
en la puerta de la cocina, a todas las tribus, la de pluma de indios y la de
sombreros tejanos. —Vamos a los dormitorios, allí duermen las chicas, guarda
que hay primas, a esas las descartamos y a las otras las atacamos.
—¿Y las armas? –Dijo
Banjo-.
Pity imaginó lo
que vio, cuando espió a sus padres, de noche, cachondos, después de un join
compartido. Les contó a los demás, cómo se hacía, les mostró lo que tenía
grabado en el celu.
La casa estaba
vacía, los mayores habían subido a escalar las montañas más difíciles.
Las tribus entraron
al dormitorio para proceder y las chicas respondieron con lujo de detalles.
Después de aquel episodio, quedaron de cama y todos se durmieron.
Cuando llegaron
los padres, en puntas de pie, para no despertarlos, apareció mi Mamá, que avisó
a los demás: —Vengan, es para tomarles una foto, parecen angelitos, tan
inocentes, que dan ganas de volver a ser como ellos.

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