viernes, 22 de noviembre de 2019

ROMPER FILAS



   Hacíamos una caravana con mesas y sillas cubiertas de manteles. Por fuera jugaban mis primos, unos eran indios y otros, los que buscaban afianzarse, en lugar lejano. Era una serie antigua, de tele, nosotros la recreábamos.
   Yo me encargaba de la limpieza del piso y de repartir manzanas y bananas, pertenecía al grupo de los invasores. No los dejaba pasar si no se quitaban las zapatillas mugrientas. Un día ligué un flechazo de un indio grande. Me puse una curita y se la devolví, sin arco. Nuestra carreta daba de comer a los indios también. Siempre fui medio zurdita. El primo grande, indio Cacique, dijo estar perdido por Bibi, que era invasora.
   —Yo me proclamo Rey de Los Indios y decido las batallas.
   —Tenés razón, Gran Cacique, vos decidís las batallas, pero yo elijo los escuadrones.
   El indio Cacique, mi primo, se metió en la carreta.
   —Ya estamos grandes, los dos sabemos que somos amigos y no parientes. Yo miro cómo nacen tus tetitas y me dan ganas de cualquier cosa, tengo los elementos.
   Iba a callar lo que pensaba, pero le salió decirle: —Yo tengo una riñonera sin cierre, que nació entre mis piernas, si querés meter allí tus ganas, no me voy a hacer la estrecha.
    Pity escuchó el diálogo, de adentro y reunió en la puerta de la cocina, a todas las tribus, la de pluma de indios y la de sombreros tejanos. —Vamos a los dormitorios, allí duermen las chicas, guarda que hay primas, a esas las descartamos y a las otras las atacamos.
   —¿Y las armas? –Dijo Banjo-.
   Pity imaginó lo que vio, cuando espió a sus padres, de noche, cachondos, después de un join compartido. Les contó a los demás, cómo se hacía, les mostró lo que tenía grabado en el celu.
   La casa estaba vacía, los mayores habían subido a escalar las montañas más difíciles.
   Las tribus entraron al dormitorio para proceder y las chicas respondieron con lujo de detalles. Después de aquel episodio, quedaron de cama y todos se durmieron.
   Cuando llegaron los padres, en puntas de pie, para no despertarlos, apareció mi Mamá, que avisó a los demás: —Vengan, es para tomarles una foto, parecen angelitos, tan inocentes, que dan ganas de volver a ser como ellos.

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