Había una sola
pieza y después le fueron agregando. Casilda era una adolescente que no sabía
qué hacía, cuando Herminio se acostaba con ella y su Tía. Él no abusaba de
ella, sólo le acariciaba el pelo y le acomodaba el camisón.
La Tía se dormía
enseguida, había limpiado hasta exagerar, porque venía el Presidente. Lo
homenajeaban con un asado. Yo viajé de mi Ciudad para estar con toda la familia
junta.
—Y a vos que sos
de por allá ¿te gusta nuestro líder?
Para hacerles el
gusto, les dije que sí. Casilda se preocupó porque se vendía usado un sobretodo
azul marino con un agujero detrás. Yo no era muy generosa, pero lo disimulaba,
se lo compré con poca plata. Ella se lo puso y no se lo sacó más.
Hasta dormía con
el sobretodo. Herminio limpió el camión absurdo, hasta la madrugada. En el
medio había una caseta, pintada de amarillo. Tenía una puerta que se abría de
arriba, para sacar las encomiendas de “Casa y Mueble”, escrito al costado.
Ese día Casilda
se bañó con tachitos y se puso encima, nada más que el sobretodo azul marino.
El Presidente llegaba al mediodía y Casilda quería salir de la puerta del
camión y ser la primera en vivarlo.
El Presidente la
vio y le tiró una cadenita bañada en oro. Estaban los enemigos escondidos en el
monte, todos preparados, le dispararon a la caseta del medio.
Herminio, puso
en marcha el camión, para que el personaje viera cómo lo había dejado. Sólo
después se dio cuenta que de la caseta, brotaba sangre, se le dio vuelta el
pensamiento y fue a ver si era cierto. Adentro estaba Casilda, mirando la
puerta, rodeada de sangre, con la cadenita en la mano.
El Dictador,
haciendo el papel del triste, recibió un balazo en la cabeza, que le tiró
Herminio.
El asado se lo
comieron los perros.

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