sábado, 9 de noviembre de 2019

EL MALIGNO RIIIIING


   El despertador se encarga de pegarle al sueño reparador y borrar el descanso, uno entra a la cocina y como lo apagó para dormir cinco minutos más, los chicos se hicieron el desayuno, solos. Quemaron el café, rompieron el tostador e hicieron un camino de miel hasta la vereda.
   Cuando llegaron, sin saludar, se dirigieron como sonámbulos a jugar con los videojuegos.
   —Facundo, ¿vieron lo que hicieron por la mañana?
   Facundo contestó con fastidio. —Sí, Má, la Señorita nos dejó ecuaciones para resolver. Yo tuve dificultades, pero ella no me escuchó, estaba tomando mate y comiendo facturas, con las otras brujas, hablaban tan alto, la Señorita mía ni me escuchó. Por eso me dijo que mañana tiene que hablar con vos. No te molestes, Mamá, no vayas una mierda, total, digas lo que digas, o peor, escuchar sus quejas, no servirá para nada. Papá me explica esta noche.
   —Y vos, Ramiro, ¿me podés contar qué pasó en el desayuno?
  Mientras seguía mirando, contestó: 
—Te levantaste tarde, yo no alcanzo la cafetera y quemé tanto el café, que al final no lo tomé. A Facundo se le rompió el tostador. Para no ir sin desayunar, llevamos el tarro de miel y tomamos una cucharada cada uno. Se nos pegotearon los cuadernos, los guardapolvos, fuimos al baño, intentamos lavarnos, pero viste cómo es la miel, te la sacás de un lugar y va a parar a otro. A ver, Gastón, contale lo que hiciste.
   —Yo me cansé de semejante peso y sin querer, el tarro se puso para abajo y tenía un montón, llegó hasta los de 4° que se chupaban los dedos, le pasaban la lengua a las laptop y se limpiaron en la bandera. ¿Qué me decís?
   La Madre no podía creer lo que estaba escuchando y se atacó: —¡¡¡Yo no me voy a divorciar de mi Marido, me voy a divorciar de ustedes que son mucho peor!!!
   —Pero Mamá, la culpa no fue nuestra, fue del despertador.
   Corrió al dormitorio y lo destrozó con la maza de herramientas. Nosotros nos peleamos por las agujas que volaban, yo me quedé con la de los minutos, Ramiro con la de las horas y Gastón alcanzó el segundero, antes que le cayera la maza, sobre los deditos.

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