—Malena?, soy yo,
tengo mucha angustia, ¿me podés ayudar?
Malena tenía la
casa, con todos de vacaciones, no había nadie que se interpusiera en el dilema
de Sara.
—Venite
tranquila que estamos solas y me contás.
Apareció en
piyama, con zapatillas de training, tenía los pelos parados.
—Pasá y sentate cómoda,
te traigo un café recién hecho y una rodaja de tarta. Primero el desayuno,
después vos dirás.
Le dijo que
cumplió 49 y se sentía tan sola, como turca en la neblina.
—Me humilla,
Male, pero no tenés a nadie para presentarme? Alguien grande, que no tenga
pretensiones de persona joven, ustedes tienen tantos amigos, buscar en internet
me humilla más que pedirte a vos.
Male se quedó
pensando y trajo la agenda:
—Mirá, Sara, éste es el último libre que me quedó.
Habla como si
las personas fueran objetos suyos. Lo conozco, pobre Martín, tiene 86 y está
muy enfermo, le queda un mes de vida, tal vez dos. Dije que lo iba a pensar.
—Male, me
pareció raro que todos se fueran de vacaciones, ¿y a tu Marido no le inquietó
que te quedaras sola? ¿Mandar a tus hijos sin vos? Me parece que ahora me tenés
que contar vos de tu angustia.
—Es complicado, ¿sabés?
Tolo se fue de casa y nunca explicó nada. Los chicos viven con su Abuela,
vienen a veces a saludar, pero de Tolo hacen algún comentario, que a mí no me
aclara nada. Por suerte tomo unas pastillas, que compré por internet, puedo
dormir, me hacen olvidar que mi memoria se ausenta por momentos y luego vuelve.
¿Por qué le
confieso lo que me pasa?, si hasta sonríe escondido.
—Esta situación
me pone nerviosa, pero te lo tengo que decir. Hace dos años que me acuesto con
tu Marido. Ninguno tuvo la culpa, fue algo tácito entre los dos. Lo más extraño
es que nos acostumbramos y lo quiero tanto como el primer día que pasó lo que
pasó. Vengo a pedirte perdón. Se me fue de las manos, no lo pude controlar.
—Lo bueno de
estas pastillas, es que tengo momentos de lucidez. Mi querida y fiel Sara,
Sariña, Sarita. Por eso quise honrar tu amistad, con ese café recién hecho, con
apenas siete gotas de cianuro y una tarta galesa, batida con arsénico antiguo.
Ves?! Ves?!, vino lo que te conté, mis pastillas me ausentan la memoria y
duermo como un garrote. Después me seguís contando.

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