domingo, 3 de noviembre de 2019

MM - MM



   —Mm, mirala, va a dar la vuelta al perro, con el novio. ¡Recién divorciada!, tiene una pinta de trola, con perdón de la palabra.
   —Mirá, Dorita, viene la Emilce, como no consigue novio, va con el hermano, vestido con un traje que no le prende, fíjate la camisita de ella, con vainillas a la antigua, queda delicadito.
   Las tres saludan: —Adiómm. Pobre, tiene cuarenta, no creo que ninguno quiera.
   —¡Ché, Juana, dejá el bordado y vení a ver esto!, es el Aldo, que lo largaron ayer y va del brazo con la Hilda, agarrado de las manitos, es medio degenerado el Aldo. Se daban besos procaces en la boca, en el banco de la plaza y ella sentada lo más campante, en la falda de él. Vino la Policía y se llevaron a los dos, vieron cómo son las cosas, ella tiene al Padre, que es Juez y él es hijo del Milico, que vive allanando casas. El que mal hace, mal acaba.
   —Sí, yo sé lo que vas a contar, se casaron de apuro, ella se quitó la faja y una panza de nueve meses le apareció. Fueron corriendo al Civil, después corriendo para la Iglesia, con el vestido de su Madre, que disimulaba el descaro. De la Iglesia al Hospital. No alcanzó a decir “Si Padre”. Las contracciones fueron tan dolorosas, que lo tuvo en las escalinatas de la Iglesia. Salió en la segunda contracción y el Cura dijo: —Bueno, ya que estamos lo bautizamos, se va llamar Juan Ignacio, como las ruinas.
   —Ché, dejame seguir contando, porque nunca me dejás: la Madre de ella, que era atea, gritó: “Mi nieto no es ninguna ruina, porque acaba de nacer. Y por favor, déjenme cortarle el cordón, aunque más no sea”. Los hombres ofrecieron sus alicates y un Peón de campo, le ató los cordones, con un cuenta ganado. Después tuvieron un hijo por año y hasta no llegar a ponerle el nombre de los doce Apóstoles, no pararon.
   —Uuy!, miren a Adelita y no es porque se fue con otro, ¡Ja!, está viejita y cuando se entrega a Morfeo, hay que llevarla a su camita.
   Se escuchó un bostezo colectivo, apenas tuvieron tiempo de entrar las sillas de mimbre, de la vereda a la casa.
   Al rato, empezó a llover.

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