sábado, 30 de noviembre de 2019

CUÁNTOS JUSTOS CUÁNDO



  —Salté y caí en las brasas. Me quemé los pies, pero no lloré. Fui a buscar al botiquín alguna cosa que me aliviara y como no encontré nada, abrí las canillas y metí mis pies, parecía que salía humito, pero era el dolor que se iba. Busqué hielo en la heladera y se lo agregué al fuentón. Apilé todas las tohallas y sin sacar mis patas del agua helada, abandoné mi cabeza en la pila y pensé en vos que no estabas. Justo cuando más te necesitaba, pateé el fuentón, me puse tu crema de cutis y zoquetes de algodón.
   Me reprocha que no salga a conocer el mundo y otros hombres y otras mujeres. Aprender los idiomas más difíciles. Es tan hermoso pensar en otra lengua y poder intercambiar ideas, una copita, pavadas. Te hacen bien, porque es así lo que es, en ese momento.
   —No te voy a pedir perdón, bien sabías que viajaría. ¿Me necesitabas porque estabas solo? Yo también estaba sola. Pude prescindir de vos que en la práctica me echaste, estabas siempre hablando con otros, palabras que a mí, nunca me interesaron. Cuando me abrazabas, con una mano me acercabas y con la otra me alejabas. Te lo digo, pero no es para vengarme. Tengo un novio que me requiere. Por si no entendiste te lo repito, este novio me requiere, que quiere decir me necesita.
   —Hubo muchas veces que vos me hiciste sentir solo. Cuando tuve la recaída en el Hospital, cuando no me perdonaste salir con ésa. Fueron muchos cuando, pero a mí me rompe el corazón, porque vos, sos mi Mamá.

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