—Cuando estudiamos
juntos, ponete en la boca un chicle de menta, tu aliento me insulta. ¿Te
miraste en el espejo?, tenés caspa. O venís impecable o buscate otro compañero,
me da náuseas y no asimilo lo que leo.
—Te llamo a vos
porque hubo demasiados amigos, que se alejaron sin razón, decime, Alicia, ¿tus
Viejos no vieron tu nariz, que parece escaleras y la punta te toca la pera? Que
te paguen la cirugía, tus otros rasgos no tiene solución. Pero sí, comprate
tetas, que te levanten el culo. Dejate crecer el pelo, que es opaco como hilo
sisal. Te lo tirás en la cara y que asome la nariz, cuando te la operes, claro.
Yo en tu lugar, me encierro en mi casa, en una pieza sin ventanas. Hasta los
chicos se espantan cuando te ven…
—No, por favor,
no me cortes.
—Ah! Te ofendiste.
Eso me pasa por
ser sincera. Yo no puedo dejar de decir las cosas, en la cara, si no lo hago me
atraganto.
Me invitó la
chica de al lado, que estudia lo mismo que yo.
—Qué oscuro
tenés tu depto y hay olor a frito concentrado. Hay mucho mal gusto en todo tu
mobiliario, que hace tanto que no limpiás. Da asco, pero si preparás un buen
café, te perdono tus cachivaches. Ahora que estamos juntas, te cuento, que la
otra noche me encontré con tu novio en el ascensor, tenía olor a frito y a
mugre de dos semanas. Me pareció tan lindo, con esos ojos verdes, los dedos
largos, casi me olvido la mugre de sus uñas, tiene buena conversa y es de respetar.
Cuando llegamos a planta baja, yo no lo dejé abrir. Lo arrastré a mi depto, no
le hablé porque no tenía nada para mejorar ese silencio. Llené la bañadera y le
saqué toda la ropa, a él lo metí en el agua y a la ropa en el lavarropas. Tiene
pelo sedoso y bastante largo, es de espaldas anchas y axilas con rulitos, lo fregué
con esponja de alambre, no le dolió porque tantas capas de mugre, le
amortiguaban. Después le entregué la esponja. Lo que me arrepentí, cuando todo
eso vieron mis ojos, qué buen tamaño para divertirse. Lo enjuagué y lo metí en
la cama, envuelto en dos mil tohallas. Con razón vos andás siempre, con cara de
bien atendida, no sabés lo que te envidié, cuando tu novio no me dejó dormir en
toda la noche. ¿Vos conocés ese dicho? “La suerte del bagayo, la más pasable la
desea.” Hasta tu novio reconoció que sos un bagayo, pero que las milanesas te
salen perfectas.
Ni bien salgo me
lo encuentro a Rufo. —Hola, casi ni te conozco, se te cayó todo el pelo,
parecés una bocha de bowling. ¡Tan buen mozo que eras y mirá en qué te
convertiste!, ¿te recibiste? Me imagino que no. Rufo, nunca te dio la cabeza.
Hey, te vas sin saludarme, mejor, siempre tenés los labios pringosos.
Voy a visitar a
mi Tía, ella no sé si quiere verme, un día le pregunté cómo pintaba, porque
pinta la caradura, yo le contesté que era un oprobio. Cuando me atendió, no le
di un beso, porque parecía un papel crepé y como no puedo dejar de decir la
verdad…
—Ay, Tía, qué
vieja desgreñada. ¿Seguís pintando esos mamarrachos?
Me parece que se
ofendió. Y así sigue mi vida, diciendo la verdad de lo que tengo en frente, y a
los demás no les gusta nada. Adoran la mentira, mucho más que la verdad.
¿Será por eso
que no me quiere ni siquiera mi Mamá?

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