lunes, 4 de noviembre de 2019

NO LO PUEDO GUARDAR



   —Cuando estudiamos juntos, ponete en la boca un chicle de menta, tu aliento me insulta. ¿Te miraste en el espejo?, tenés caspa. O venís impecable o buscate otro compañero, me da náuseas y no asimilo lo que leo.
   —Te llamo a vos porque hubo demasiados amigos, que se alejaron sin razón, decime, Alicia, ¿tus Viejos no vieron tu nariz, que parece escaleras y la punta te toca la pera? Que te paguen la cirugía, tus otros rasgos no tiene solución. Pero sí, comprate tetas, que te levanten el culo. Dejate crecer el pelo, que es opaco como hilo sisal. Te lo tirás en la cara y que asome la nariz, cuando te la operes, claro. Yo en tu lugar, me encierro en mi casa, en una pieza sin ventanas. Hasta los chicos se espantan cuando te ven…
   —No, por favor, no me cortes.
   —Ah! Te ofendiste.
   Eso me pasa por ser sincera. Yo no puedo dejar de decir las cosas, en la cara, si no lo hago me atraganto.
   Me invitó la chica de al lado, que estudia lo mismo que yo.
   —Qué oscuro tenés tu depto y hay olor a frito concentrado. Hay mucho mal gusto en todo tu mobiliario, que hace tanto que no limpiás. Da asco, pero si preparás un buen café, te perdono tus cachivaches. Ahora que estamos juntas, te cuento, que la otra noche me encontré con tu novio en el ascensor, tenía olor a frito y a mugre de dos semanas. Me pareció tan lindo, con esos ojos verdes, los dedos largos, casi me olvido la mugre de sus uñas, tiene buena conversa y es de respetar. Cuando llegamos a planta baja, yo no lo dejé abrir. Lo arrastré a mi depto, no le hablé porque no tenía nada para mejorar ese silencio. Llené la bañadera y le saqué toda la ropa, a él lo metí en el agua y a la ropa en el lavarropas. Tiene pelo sedoso y bastante largo, es de espaldas anchas y axilas con rulitos, lo fregué con esponja de alambre, no le dolió porque tantas capas de mugre, le amortiguaban. Después le entregué la esponja. Lo que me arrepentí, cuando todo eso vieron mis ojos, qué buen tamaño para divertirse. Lo enjuagué y lo metí en la cama, envuelto en dos mil tohallas. Con razón vos andás siempre, con cara de bien atendida, no sabés lo que te envidié, cuando tu novio no me dejó dormir en toda la noche. ¿Vos conocés ese dicho? “La suerte del bagayo, la más pasable la desea.” Hasta tu novio reconoció que sos un bagayo, pero que las milanesas te salen perfectas.
   Ni bien salgo me lo encuentro a Rufo. —Hola, casi ni te conozco, se te cayó todo el pelo, parecés una bocha de bowling. ¡Tan buen mozo que eras y mirá en qué te convertiste!, ¿te recibiste? Me imagino que no. Rufo, nunca te dio la cabeza. Hey, te vas sin saludarme, mejor, siempre tenés los labios pringosos.
   Voy a visitar a mi Tía, ella no sé si quiere verme, un día le pregunté cómo pintaba, porque pinta la caradura, yo le contesté que era un oprobio. Cuando me atendió, no le di un beso, porque parecía un papel crepé y como no puedo dejar de decir la verdad…
   —Ay, Tía, qué vieja desgreñada. ¿Seguís pintando esos mamarrachos?
   Me parece que se ofendió. Y así sigue mi vida, diciendo la verdad de lo que tengo en frente, y a los demás no les gusta nada. Adoran la mentira, mucho más que la verdad.
   ¿Será por eso que no me quiere ni siquiera mi Mamá?  

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