jueves, 21 de noviembre de 2019

LAS COLUMNAS DE SINCERO


   Hacía mucho que no salía de vacaciones, tenía que cuidar a la vieja Olivia. La primera que le enseñó el uso de la libertad propia. Ahora vive en Brandsen, en medio de un lugar puro campo. Un bosque le tapa la casa y un arroyo le pasa cerca. Olivia camina tomándose de un mueble a otro.
   —Todavía tengo fuertes mis piernas y los yuyos son generosos, alguno me permite ir manoteando, hasta el arroyo, si vos no estuvieras, podría hacer lo mismo. Necesitás ver otros pueblos, yo te voy a dar unos pasajes que compré en especial. Algunos son en avión, otros por tierra y al agua seguro llegás. Cuando vuelvas, si es que volvés, me gustaría que traigas más que fotos, una libreta de apuntes y que me cuentes lo que viste y lo que viviste.
   Se sintió protegida con los regalos de Olivia. Parecía que le abría la puerta al mundo que no conocía. Le pidió a Don Matías que le llevara alimentos y vigilara cómo andaba.
   Nunca subió a un avión y la gran tentación era Creta. Fue a pasar tres días a una islita abandonada, no tenía puerto, no tenía nada. Sólo algún pescador que le dejó mercadería, como para sus tres días. Le preguntó por su nombre: —Yo me llamo Sincero, ¿y usted?
   —No se me ría, pero mi nombre es Grecia.
   El pescador la miró con sinceridad curiosa. La primera vez que conoció a Grecia, eso lo conmovió, tener frente a sí a todo su país, concentrado en esa mujer.
   —Mañana, si usted acepta, la invito a conocer la construcción de las cariátides y verá cómo al hombre le gusta darle eternidad a un lugar que lo comerá el tiempo y así debe quedar, para brindar testimonio de ese pueblo que amaba la naturaleza y los peces. Vivían en son de paz y diapasones de memoria.
   A la mañana pasó la lancha pesquera. Sincero la ayudó a abordar e ir lentamente hacia las cariátides, que parecían esperarlos mirando hacia el mar. Llegaron al lugar y Grecia quedó sin aliento, ante la belleza de las columnas.
   —Me gusta ver cómo vas a llegar en tus pensamientos, esas esculturas y los mosaicos del templo, los que te conté que están restaurando. Y después irán a por ellas. Hay una que quiero derrumbar yo y vos que tenés cara de buena, me ayudarás.
   A esa cariátide le faltaba casi toda la cabeza. Sincero sacó un instrumento de hierro y rompió lo que faltaba. Después lo reemplazó con la cabeza de Grecia.
   No se supo del autor de aquel asesinato, la reclamó una mujer argentina, de nombre Olivia Ratán. Murió de tristeza y de años, sus reclamos fueron a parar a un conteiner de Buenos Aires.

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