viernes, 2 de septiembre de 2016

ENTRE NOS

                                                                                      
   —La entrevista te la conseguí yo. Te dije la fecha para que te prepararas como una lady, no con ropa comprada a los coreanos. Además mirate la cara, el pelo, los kilos que engordaste por mirar películas pochocleras, dejame de joder.
   —Eh, che, pará un poco, si vos misma me dijiste que el tipo era un negro de mierda ¿Para qué carajo tantas exigencias? Además no tengo un mango…
   —Ah ¿Y vos creés que yo tengo guita? Sin embargo me arreglo perfecto. Un taier con un buen corte y una camisa blanca con algún detalle no abusivo, austera ¿entendés?
   —Sí, ya sé que sos una pelagatos igual que yo, pero astuta. Yo no soy así, no se me ocurre, podrías ayudarme. Puff, tengo olor a chivo, me pego una ducha y vos contame qué puedo hacer, mientras...
    Escucho la ducha, le hablo sentada en la tapa del inodoro entre nubes de vapor, con olor a pedo y jabón.
   —Te pedí un turno en la peluquería, allí depilan, de paso sacate los bigotes. A la dermatóloga andá sin turno, que te borre las tablitas de la frente y el ceño de estreñida que tenés. Ah y la boca, que te ponga algo de botox para inflarte ese tajo triste que tenés por boca. Que sea poco, please.
   —Bueno, ta bien, pero vos acompañame. Si es más importante mi aspecto que traducir en cinco idiomas, el que me dará el trabajo debe ser un analfa-funcional.
   Me levanto del inodoro y le corro la cortina.
   —Decime, boluda ¿querés el laburo o no?
   —Sí, claro, ya no tengo ni para los pochoclos, mirá cómo será. Además no me digas boluda. Boluda.
   —Bueno Pau, no quiero joderte, quiero ayudarte. No discutamos.
   —Es que no discutir con vos es imposible, sos igual a como era mi vieja, me hacés mierda la autoestima.
   —Mirá bo...quiero decir Pau, andá a un buen sicoanalista, de paso dejas de echarle la culpa a tu vieja por todo. Somos grandes. A esta altura uno es lo que es y punto.
   —Sí, lo decís vos, que hace veinte años que te tratás y seguís igual. ¿No te parece un poco cínico de tu parte, ese consejo?
   —Voy a hacer de cuenta que no escuché nada. Traje unos zapatos que te van perfectos seguro. Tienen taco, vas a tener que ensayar. Sería patético caerte delante del tipo. Tenés quince días para ir a un buen masajista que te dé un poco de firmeza a todo lo que se te mueve. De las tetas olvidate, son de mal gusto tan grandes, te presto mi corpiño reductor.
   —Bueno, te voy a dar bola, sos como mi hermana o mejor, sin entrar en detalles. Hablando de detalles,¿quién pagará todas esas porquerías?
   —Pau, querida, ¿Para qué está mi marido? Jamás le pedí un mango. Me llenó de hijos, no pude estudiar más. Vos sabés bien que es un bastardo egoísta. Ahora es mi turno. Saqué del cajero todo lo que pude y voy a seguir. Ojalá pida el divorcio después de esto. ¿Te dije que me voy a operar el culo?
   —¿No me digas que tenés hemorroides?
   —Para nada, me lo hago levantar y paso unos días con un amante touch and go. Me lo merezco. ¿No te parece?
   —No, no me parece, pero como decís vos somos grandes y a esta altura una es lo que es.
                                                              

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