sábado, 24 de septiembre de 2016

ARTILUGIO

                                                                        
   Mientras hacía su trabajo, salió de shopping. Quedó pegada a una vidriera, se tapó con las dos manos los reflejos externos, para ver mejor. Tanta piedra preciosa, puntillas, transparencias, calzas al tono, gatopardo mezclando interrupciones de rayas y lunares rojo fluo con naranja y azul sin Francia, zapatos dorados, montados en plataformas de amianto verde loro. Sus ojos no daban abasto para encerrar tanta maravilla.
   Le dieron ganas de entrar y probarse todo. Cuando abrió la pesada puerta salió a su encuentro una empleada, con “sonrisa comprame” —Pasá, por favor ¿qué necesitás?, te ayudo, hay unas calzas ideales para vos ¿te gusta alguna?
   Ella preguntó si podía probarse el vestido de piedras preciosas —¿El que está en la vidriera?
   Ella asintió melindrosa.
   —Se ve que tenés buen gusto y es tu talle, lo saco a condición que lo lleves, es toda una tarea quitar esa belleza de la vidriera.
   Ella dijo que sí lo compraría. La empleada, mientras sacaba el vestido, sonreía con todos los dientes —Da cierto trabajo, tenés que esperar unos minutos.
   Estaba extasiada, pero el reflejo de la cara de la empleada, de espaldas, le devolvió una boca de fastidio, que viraba en sonrisa cuando volvía a estar de frente.
   —Bueno, por fin lo logré, acá está, mirá que es diseño único y seg…
   La empleada interrumpió su discurso, ella puso voz de mando —Estoy apurada, decime dónde está el probador.
    —¿Te lo vas a pro…?
    —Por supuesto, quiero ver qué tal.
   Le arrebató el vestido de las manos y se introdujo en el probador. Dio laburo quitar su propia ropa, vio su imagen en el espejo y fue como mirar a otra, perfecta, canchera, se besó a sí misma. La empleada entró en el espacio escueto como un Isis. —Parecés una princesa, lo más ¿lo llevás?
   —¿Cuánto cuesta?
   Cuando la empleada cantó el precio, ella dijo lamentarlo, el vestido bien, el costo le quedaba grande. Le llevó tiempo volver a su ropa original, entre los pantalones azulitos, la camisa, chaleco anti balas, las botas, el cinto del revólver y la gorra. Dio las gracias, con venia, un compañero la esperaba afuera.
   —¿Y? ¿Te compraste algo?
   Ella no lo miró, sacó su celular y habló —De la galería, el segundo negocio, a la derecha. Esta noche, zona liberada.                                   
                                                                 

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