—Terminé con el
escritorio, no pagó nadie, todos la misma excusa “No tengo”, “No puedo”, “La
semana que viene”. Son humildes al borde del abismo. ¿Fuiste a sacar número?
Molly le puso el
papelito casi sobre los ojos
—Ciento cincuenta y siete, si espero ahí me da un ataque.
—Ciento cincuenta y siete, si espero ahí me da un ataque.
—¡Tengo una
idea! Estás embarazada y rompés bolsa, recurrís a un Seguridad, le decís de tus
contracciones, el tipo seguro quiere llamar una ambulancia, contestás “Necesito
hacer una extracción para esta circunstancia, es urgente”. Estás rompiendo
bolsa y dejás unas gotitas en el piso. El tipo se asusta y le pide al cajero
que te pague de inmediato, listo. Te espero con el auto en marcha.
—Vos, Felipe,
estás cada día más loco, ¡Si no tengo panza!
—Te fabrico una
ya.
Le puso un
almohadón bajo el vestido, hirvió agua que vertió en una bolsita de goma y la
introdujo en el almohadón. —Te llevás esta aguja y pinchás la bolsa…estás
regia, vamos.
Molly obedeció,
era actriz, oficio muy útil para la mise en scene. Le habló al de Seguridad con
más cara de bueno, la condujo de inmediato y cobró. Salió llorando, dejó un
camino de agua.
Subió al auto,
Felipe se reía mientras le arrebataba el dinero.
—Llevame al Sanatorio
ya, ¡Animal! El agua estaba hirviendo, debo tener quemaduras de tercer grado.
Entró como un
ciclón al Sanatorio, al grito de
—¡Me estoy quemando! Hagan algo.
—¡Me estoy quemando! Hagan algo.
Dos médicos la
pusieron en una camilla —Usted es primeriza, ¿no? Tranquila, todo va a salir
bien.
Molly seguía
gritando —¡Me quemo carajo, no estoy embarazada! Fue culpa de este boludo.
Felipe se acercó
compungido, pidiendo perdón. Molly hizo llamar a la cana, quedó preso.
Su fianza, más
la curación de Molly, le llevó todo el dinero extraído.
Felipe pensó que
el número ciento cincuenta y siete, traía mala suerte. Era mejor hacer la cola.
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