domingo, 4 de septiembre de 2016

EL RELATO

                                                                             
Papá la dejó y se fue. Lo bien que hizo, no le guardo rencor, igual pienso en cierta forma de abandono hacia mi persona. Comprendo, no estaba seguro ni de ser mi padre.
Ella decía que mejor sola. Los hombres eran más ropa para lavar, menos guita para vivir. Nadie que le amargara la vida, rejuvenecía. Cuando le estaba por venir puteaba al que la dejó y a toda la humanidad masculina, lloraba, se tiraba de los pelos.
Conoció un tipo en la oficina y lo trajo a comer. Me lo presentó con una voz que jamás le había escuchado, de gatita ronroneante. Yo no pude resistir la carcajada. Me pellizcó finito y me mandó a darle un beso. Sí, tuve que besar un tipo de mirada torva, con olor a vino, panzón y alto hasta el techo. Mi vieja enamorada me daba asquito, al menos me trataba mejor. Es decir me ignoraba, yo podía estudiar o no, volver a cualquier hora, ir a cualquier parte, fumar y hasta tener mi primera relación en mi propio dormitorio. Mi vieja y el tipo vivían haciendo ruido a catre, con la pieza cerrada, tenían esa consideración. Tomaban vino y bailaban tangos hasta el amanecer. El tiempo les robó aquella magia bizarra y mi vieja lo empezó a tratar tan mal como hizo con mi padre. La diferencia era que el morocho le surtía trompadas carentes de piedad. No importaban lugares ni testigos. La muy tonta se dejaba y hasta parecía gustarle. Yo seguí viviendo allí porque no se me ocurría otra cosa. Quince años son pocos para cualquier elección.
Cuando mamá iba a trabajar, el tipo dormía la mona. Se llenó de ausentes hasta el despido. Hubo gritos, escenas de pugilato, pero a esa altura tenía los auriculares y la vieja compu, dos elementos que me rescataban de aquel horror.
La sombra que se generó en mi pieza la atribuí a una nube de la ventana trasera. Alguien me levantó de la silla, una mano imposible de eludir tapó mi boca y abrió mis piernas hasta que las pobres parecieron una cruz esvástica, el cuerpo del tipo hizo lo que quiso. Mi dolor de huesos quebrados fue tan grande que una fuerza del mismo tamaño, me hizo levantar la vieja compu y se la partí en el medio de la nuca.
Por eso le explico, oficial, para que entienda. Usted nunca lo hará, mi padre decía que la policía no entiende nunca nada. Pero ¿sabe una cosa? no imaginé que mi madre fuera capaz de besar esa bestia muerta, mientras yo le cuento esto. Encima me mira con odio, ahora no necesito nadie que lo diga, lo digo yo, es una perra que me mira con odio. No hay mucha diferencia, en sus miradas, a cuando yo era una nena y la perdonaba.
Sin saber, como ahora, que seré mi propio holocausto por lo que de vida me quede.
                                                                           

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