—No tenés que
estar tan ansiosa, dos noches sin dormir, te alimentás con tostadas y agua, eso
no es bueno, Inés ¿me escuchás?
—No soy sorda,
flaca. Pero quedamos en vernos el miércoles, el tipo está rebueno, copado y sé
que le gusto desde que era chica. Me pongo el vestido negro, me favorece, tengo
un corpiño y un calzón exiguo ¿Te parece?
—Pero sí, es
perfecto, te diré que lo primero que vuela es la ropa, no olvides que los tipos
mueren con tus ojos verde cielo.
—¿Cómo verde
cielo? Son azules o verdes. No me gustan, yo me los veo color escupida de mate.
—Él te va a
mirar otras cosas, Inés, no te pintes porque con este calor de mierda se corre
todo.
—Me da miedo
este encuentro, seguro que me va a preguntar cosas…no sé, ¿viste? Pensá que es
un tipo culto y yo una bestia, por ahí se aburre…
—Inés, no te
olvides de depilarte, en especial, donde ya sabés.
—Jamás me saqué
los pelos, ni de las axilas, dicen que es malo, para algo están.
—Inés ¿cómo vas
a ir así? Dejá de joder, te afeitás con una máquina y listo el pollo, pelada la
gallina.
—¿Vos me podés
llevar hasta la puerta?
—Por supuesto,
te dejo en la esquina.
—Gracias flaca,
después te cuento.
Entré enseguida,
el tipo sonreía, preguntó dos o tres boludeces de rigor. Dijo que me quitara la
ropa. Apretó mis tetas con delicadeza. Pidió que abriera las piernas y aseguró
que no me dolería nada. Tuve vergüenza. Fue mi primer papanicolao. Seguro que
se dio cuenta que soy virgen.
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