No soy optimista
y eso me produce insomnio. Recurrí a un optimisólogo, pensando que no me iba a
servir para nada. Cuando llegué a la consulta, había una cola que daba la
vuelta sin final.
Todos tenían mi
cara, desoptimizada. Cuando llegó mi turno, él estaba deprimido, quería que no
se notara pero tenía ojeras negras de no dormir. Sin embargo dijo:
—Lo mejor para
su situación es comer manzana, banana, apio, jengibre, frutos secos y sopa de
letras. Jajarai jajaja, lo que le aconsejé me servirá a mí también, hay que
levantarse el ánimo, no tome el ascensor, aunque viva en el piso 14, suba por
las escaleras, llegará cansada con la lengua afuera. Eso es todo, la espero la
semana que viene a la misma hora.
—¿Cómo la misma
hora? Si tengo que hacer una fila de ciento cincuenta personas.
—No se preocupe,
que con lo que les cobro, no creo que venga nadie. Tal vez sea usted sola mi
única paciente. Lo dejamos aquí.
Fue cierto, era
la única. Dijo:
—Tuve una idea
que nos va a servir a los dos. ¿Y si nos casamos?
—Eso no puede
ser, ya estoy casada, aunque pensándolo bien, no soy feliz con mi Marido.
—Por eso le digo
que nos casemos, conozco todas las técnicas, para que se encuentre usted bien
servida.
—Tiene razón,
hace tanto tiempo que no, que no…en fin, usted sabe, le aclaro que me gusta
grande.
—Nos vamos a
matar, primero en la mesa, en el baño y terminaremos en la cama.
—¿Usted está seguro que no será un juego de nunca acabar?

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