lunes, 14 de diciembre de 2020

DOS PERSONAS

 

   Nico conducía el camión desde hacía dos días, Feiza no sabía manejar. El sol le daba en la cabeza y en la nuca. Tenía el brazo ampollado. Mirando el asfalto percibió una raya gris brillante, como si fuera agua.

   —Feiza, me parece que estamos por llegar.

   —No, para nada, faltan 1500 kilómetros. Lo que ves es un espejismo.

   —¿Como en el desierto, que en el horizonte se asomaba un oasis? Me acuerdo cuando lo visitamos, te tenía que arrastrar. Me hiciste un gran favor, me mirabas con odio. Cuando entramos al oasis repleto de palmeras y una laguna transparente donde nos metimos a nadar.

   —Nunca fuimos una pareja normal, dormimos cuatro días seguidos. No pasaba nada entre nosotros, tus ojos se deleitaban en ese lugar. Nos metimos en el agua y salía vapor. Te enojaste, guardaste ese odio para mí. Me obligaste a meter la cabeza dentro del agua, me apretabas el cuello y cuando yo no daba más, me sacabas para respirar y me volvías a meter, no entendí lo que pasaba. Pero pude escapar. Vos no me hablabas.

   —Poné música y prendé el aire, que ahora sí, estamos por llegar.

   Nico añoró llegar a su casa, llenar la bañadera y usar un líquido para hacer espuma.

   —Disculpá que entré yo primero.

   Feyza le dijo:

   —Quedate tranquilo, que me meto con vos.

   Trajo dos sopapas grandes, que después escondió en el lavadero y apretando con fuerza lo hundió bajo la espuma.

   —Oficial, se lo pido por favor, él se suicidó. Me dejó sola. No me tuvo en cuenta, ni me invitó para suicidarnos juntos. Lo que más quería era mi vida. Él eligió morir.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario