sábado, 12 de diciembre de 2020

NO LE IMPORTABA NADA

 

   Le dolía el brazo izquierdo, lo tenía casi inutilizado. Alcanzaba a tender la ropa o un libro alto. Aumentaba el dolor, no la dejaba dormir. Le recomendaban hacer una consulta con un Médico. Odiaba a los Médicos y el olor a Hospital le daba vértigo.

   Una noche, con un cuchillo, se cortó el brazo que le dolía, desde la clavícula hasta la mano, sangraba tanto que llamó al Hospital. El resto lo puso en una bolsa transparente. Fue llevada rápidamente al quirófano. Trabajaron cinco cirujanos. Uno preguntó dónde estaba el trayecto faltante. El Enfermero llevó la bolsa:

   —Qué persona tan loca, sacarse un pedazo porque le dolía.

   Les llevó cinco horas la operación y ocho meses de recuperación. Le reubicaron la clavícula y el brazo le quedó más corto que el otro. Cuando le sacaron las vendas se dio cuenta enseguida. Su brazo no le dolía, pero al lado del otro, era mucho más corto. No le importó.

   A ella no le importaba nada. Encontró nuevas aplicaciones. Con el corto usaba el celular y apagaba la lámpara de la mesa de luz. Un chico se acercó:

   —Está cool tu brazo izquierdo. Te invito a vivir conmigo.

   Así fue, fugaz, pero este chico tenía micro cámaras de videos, que les mandaba a sus amigos para ver desde distintos ángulos, el cuerpo desnudo de “brazo corto”, así la llamaban, “Brazo Corto”. Cuando ella se enteró de todo, se fue. A “Brazo Corto”, no le importaba nada.

   Empezaron los problemas con el brazo derecho, sintió una molestia. Comenzó a crecer a pasos agigantados. Creció hasta la rodilla. Ella se sintió más tranquila. En la Primavera donde todo crece, el brazo le llegaba a los pies y al finalizar el Verano lo podía usar de cinturón.

   Estuvo en un evento y vio al Profesor que le tenía inquina. Prendió una boquilla larga. Mientras el Profesor hablaba pavadas, ella le apagó el pucho en la garganta. Le placía estar en cualquier lugar y arrastrarse como una serpiente, hasta llegar a una bragueta de botones, desprenderla con suavidad y saber de qué miembro se trataba. No sólo hacia degeneradeces. Al brazo derecho lo usaba para secar la ropa. En los Inviernos más despiadados, el brazo largo enroscaba al brazo corto. Entre ellos se daban calor.

   Una mujer  preguntó:

   —¿Dónde consiguió esa estola tan rara, que parece piel humana?

   Se abrazaba a sí misma para disimular. El brazo derecho se cansó del izquierdo. Compró soga de barco, la arrolló en su propio cuello. Se complicó la situación del anudado del brazo largo. Faltaba el aire, la respiración se detenía, el corazón no latía. Pero a “Brazo Corto” no le importó para nada.   

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