Anoche me perdí
de mí. No recuerdo cuándo, porque me fui a no sé dónde, o me quedé, no lo puedo
precisar. Un viaje sin identidad ni documentos. No me habría divertido tanto si
los llevaba. Si estaba conmigo, tal vez ni viajaba y me perdía en una película.
Todo lo mío es aburrido y pesado, recurrente e incómodo.
Histeria en
estado puro, ni con chalecos químicos, ni con sesiones analíticas. Alguien se
define gordo por su propio volumen. Yo no necesito definirme histérica porque
forma parte de mi todo o de mi nada. Después de la alegría que me produjo mi
pérdida durante una noche, con ausencia de relojes y temores. Dejando acontecer
sin intromisiones de mí misma. Riendo a carcajadas, cantando a los gritos,
contando disparates, no me extrañé ni por un instante, creo que si me enteraban
de mi muerte habría sido un alivio definitivo. Aparecí a la mañana, me di
cuenta por el espesor desafortunado de mis pensamientos tanáticos. No me voy a
decir nada, porque si me entero que lo pasé de putas, la próxima vez me voy conmigo
y arruino todo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario