jueves, 5 de enero de 2017

CLAUSURAS

                                                                                                      
   Ihua-ken vivía en la montaña más alta, Cantón n° 523. Quedó huérfano y la aldea asumió la potestad del niño. Se ponían mesas largas para las fiestas espontáneas, el campesinado honraba sus cosechas o cambios lunares, cualquier pretexto era bueno para las fiestas de comer y beber todos juntos. El más consentido era Ihua-ken. Madres y padres querían verlo contento y si guardaba alguna tristeza, el más anciano de la aldea se ocupaba dándole consejos sabios. Entrando en la adolescencia hubo un festejo programado, asistirían unas geishas que deseaban conocer el lugar de la catarata, que desde su altura caía leve en un inmenso lago de peces y nenúfares.
   Eran jóvenes que les deslumbraba Pekín, pero todas habían vivido en el Cantón 523 y extrañaban la aldea. Ihua-ken les hizo de guía, hablaban todo el tiempo y se reían como pájaros tontos. —Les pido que hagan silencio, Tao tiene sus asentamientos y prefiere la ausencia de sonidos.
   Fue un alivio para todos que retornaran a Pekín.
   Había colchones de pétalos de durazno, Ihua-ken dormitaba y un pétalo lo despertó, era Lipi, una chica que siempre lo miraba, él también. Se dieron un beso joven y ella le habló de su deseo de vivir en Pekín, le atraían las luces de artificio, los boliches bailables y patinar sobre hielo. Ihua-ken quiso hacer realidad el sueño de Lipi. Madres y padres lloraban durante el casamiento taoísta. La lejanía de aquel niño de todos, les rompió el corazón.
   Ihua-ken soñaba su aldea, la catarata masajeando sus talones.
   Soy fotógrafa de National Geographic y conocí a Ihua-ken en China, fue una de mis fotos preferidas. Cuando regresé a Argentina lo vi, en la caja del supermercado invité a él y su esposa a comer a casa. Él sólo tomó un vaso de agua, se sentó al borde del estanque mirando el árbol de nísperos. Mientras Lipi comía chinchulines y se atosigaba con papas fritas. Ihua-kin decía —Deberás cortar las ramas internas del níspero, así entrará el sol y los frutos serán más grandes, con sabor a Tao.
   Tenía en sus ojos la aldea. El supermercado era su medio de vida, o como decía él —Es mi media vida.
                                                                      

No hay comentarios:

Publicar un comentario