Los avances de Pene me producían deseos que
aprendiera más. Le exigía en demasía, pero a ella no pareció molestarla. Tenía
oído y concentración envidiable. Después de haber trabajado tanto, nos dimos el
lujo de hacer una melange de músicas.
Rescaté el piano de ella que fue rica. Su
piano era un Steinway con una historia que nunca quiso contar. Nuestro primer
concierto tuvo un vestuario que yo decidí. Ella me lo permitió. Enfrentamos
nuestros pianos. Pene vestida de hombre, con jaquet negro, camisa blanca,
zapatos de charol y una galera que ella arrojaría al empezar.
─Profesor, ¿por qué tengo que vestir de
hombre y engominarme el pelo?
─Comprendo, es difícil de entender, yo te
cuento, mi atuendo va a ser un vestido de sarga, con un escote por debajo de la
cintura y por detrás la espalda desnuda, hasta la banqueta. En los momentos
culminantes unimos nuestros cuerpos, te va a molestar un poco mi bincha de años
30 con lentejuelas que le cuelgan.
─¿Nos damos un abrazo, dice usted?
─Exacto, luego salimos corriendo mientras
tanto cambiamos de piano.
Nos ovacionaron, pedían otra y otra.
Pidieron otra más, nos quitamos la ropa y saludamos desnudos. El escenario se
balanceaba al incrementar los aplausos y robaron nuestros vestuarios. Para
salir nos tapamos con un telón, yo la abrazaba para salir a la calle por la
puerta: Exit.

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