─Cómo me gusta salir del Teatro cuando
llueve.
Nos empapamos, me acordé de la estufa a leña
de mi casa. Había que sacarse esos telones de encima.
─Maestro, no quiero que me vea desnuda.
─Ahora mismo lo solucionamos.
Conseguí una tijera y dividí el telón en
dos, ella me miraba con ojos ajenos. Mientras se alejaba envuelta en la mitad
del telón, parecía una Diosa griega del S. V° A.C. Cuando apareció con un
vestido de Karina, me produjo una cierta molestia. Pene es tan dulce que me
hace olvidar. Le arranqué el vestido de Karina. Pene, empecinada, me abrazó.
─¿Le parece que soy sensible?
Le contesté sin pensar:
─Escuchó mal, es sexyble.
No me la podía sacar de encima, parecían
tentáculos sus cambios de postura. Con un destornillador quité los tentáculos
uno por uno. Nos quedaron marcas a los dos y así y todo, Pene seguía
pretendiendo.
Llamé un taxi y le pedí que desapareciera.
Desde el episodio de Karina, la quisiera ver de nuevo. Tan linda, tan ingenua,
la desgraciada.
Karina deshojaba una margarita: “Me quiere,
no me quiere”, y en el último pétalo, salió: “Te quiero”. Se apoyó en el vano
de la puerta con vestido de arpillera y pidiendo perdón hizo su entrada, tenía golpes
en todo el cuerpo, disimulados con maquillaje.
─¡Mi querida Karina, qué suerte que
viniste!, andaba necesitando alguien que limpie esta casa, durante doce horas,
ad honorem. Dormirás frente al dormitorio de Pene y yo.
Esa tarde pasé por la casa de Pene y la
invité a dormir conmigo.
─Maestro, a la nochecita estoy allí.
Tan perdona vida, tan humilde, le tuve que
decir:
─Karina vive en casa, no te preocupes, es la
encargada de la limpieza.
─No me importa nada, yo me quedo a dormir con
usted, aunque Karina escuche todo. Hasta me gustaría que así fuese. Quiero que
me llame Penélope. Después de todo, a mi nombre completo le quitaría las dos
primeras sílabas, eso le pertenece a usted. ¿Tiene, no? Un Maestro, sin las dos
primeras sílabas…mm…

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