Es el tercero
que lee, siempre le parece —Sí…está lindo.
Se cree el dueño
del conocimiento, se arroga el derecho de criticar mis textos, con la libertad
de lo propio. Ayer me saqué —¿Te pensás que es fácil? Lo hice. Ya está. Si no te
gusta, escribilo vos.
Lo tomaré como
un desafío, aunque no me fío. Si no le va el cuarto, estoy frita. Despedí los
chicos, los arropé y esta vez se olvidaron del cuento, santos luminosos. La
noche es el espacio de escribir, subo diez escalones y la mesita, tiene la luz
prendida y la pata corta arreglada con un suplemento tallado a mano, me levantó
el humor, las hojas no me lastimaron los ojos, la birome se está conectando.
Hay un problema en los contactos. Camina en medias, lo solucionó. Me molesta
que ni “permiso”.
Es gentil con el
sanitario, siempre primero yo, después le toca a él ducharse, le saco el turno
porque mientras él se baña yo tiendo camas, lavo ropa. Me visto, me peino y él
sale con su bata de filántropo en medio del vapor, hablando en difícil. Hace
ruido cuando tomamos café, me disgusta. Por suerte los chicos están listos,
larga el ruidoso café y sale, lleva a los chicos y labura. Es una bendición que
se vayan todos. Ahora sí me siento a escribir, el sol me da en la nuca, el mejor
masaje de la tierra. Pongo un almohadón sobre el escritorio, no terminé de
apoyar la cabeza y me ensueño.
Es la hora de la
comida, llegan con gritos triunfales, brindan tributo al plato del día. No
queda nada para la noche. Me encierro después de diez escalones. No se me
ocurre nada, los machetes bien, ¿Pero dónde van? ¿Quién lo dice? ¿Por qué?...
—No escribí
nada, es como una…como una…
—Como una
frustración, te sentís frustrada.
—No es una
frustración, son muchas, que me digan “tá lindo”, escuchar ruido a café
deglutido, que tarden tanto cuando hay un solo baño, las comidas.
—…
—Me parece que
voy a escribir algo acerca de la frustración.
—No se te ocurra
usarme de personaje, la gente va a decir, ahí viene el boludo que se banca a la
loca.

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