viernes, 3 de febrero de 2017

QOM

                                  
   Hay dos preguntas que no deben hacerse, cuántos años tenés, cuánto ganás. Una negación numérica. A cualquier tribu no contaminada por el hombre civilizado, dice su edad con orgullo. Si es joven, por ser buen cazador, buen guerrero o navegante, según su ubicación geográfica. Ser viejo es un orgullo.
   A la pregunta cuánto ganás, está demás hacerla, no entenderían el significado de ganar, hacer fortuna y todas esas boludeces. La tecnología impidió que el hombre crezca por sí y al sistema perverso le conviene la igualdad de pensamiento. Gana más. A veces saber mucho nos hace poco felices, saber poco viene bien para la cola del banco. La gente ignora los campos de concentración, piensa que el castigo es tan natural como una papa.
   Amo a los Qom, que todavía habitan zonas amazónicas, donde las transcavator todavía no operan. Son verdaderas vacaciones los Qom, hablan poco, pero conocen el idioma de los pájaros. Yo voy sola, conozco un viejo que me lleva todos los veranos a las inmediaciones. La última vez vino conmigo, tapamos el jeep con plantas epesas. Él sentía culpa por haber tomado un trabajo con motor. Venía de otras tribus Tobas, así les dicen los civilizados y fue bien recibido. Qom quiere decir nosotros.
   Al día siguiente de mi llegada, yo tejía festuca, con los pies en un arroyo. El viejo estuvo con los hombres hablando de nuevos hongos, El Qom venido de otro lado los escuchaba con párpados tristes. No quiso contar los destierros, las muertes y sus lugares avasallados. Cuando terminaba mis tareas, lo iba a buscar y salíamos a selvatear. La tribu pensaba que éramos novios. En una comida general hablé de corrido su bello idioma y dije que ese Qom podría ser mi padre, no me gustaban los chismes, no sabía cómo se decía chisme, hice la mímica y se rieron mucho. Ellos para mí son una fiesta y un ejemplo utópico, yo para ellos soy una visita.
                                              

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