Salgo del Banco
con mi jubilación, decido hacerme un regalo, entro a un negocio, viene la que
atiende.
—Deme lo que
quiera, total si pregunto por esos zapatos, dice que no son mi medida, miro un
vestido y me informa que está vendido.-Lo tiene en la vidriera, para cazar
giles como yo. Termino por aceptar esta perversa realidad.- Bueno, deme lo que
quiera.
Pone cara de
pensar, se decide: un batón de vieja con tierra y dos botones faltantes.
—Buéh, lo llevo.
Cuando estaba
por pagar y ella miraba mis manos con codicia:
—¿Sabe qué Srta
vendedora? Ud me vende lo que se le cante, yo no le pago un carajo. El batón se
lo llevo a mi mejor amiga, que tiene un mal gusto que agarrate.
—Sra,
tranquilícese, Ud pertenece a otra generación.
—Sí, y vos
pertenecés a esta degeneración.
Justo que me voy
me cruzo con mi amiga “Mal gusto” y le regalo el batón recién no comprado.
—Esperame
un momentito.
Volvió hecha
unas pascuas, se lo vendió a quinientos pesos, le hizo el verso que la
confección era inglesa y lo llevaron tres generaciones. La vieja se hizo pis de
emoción.
—Ahora te invito
a comer, te dan una porción de pizza, dos galletitas y un vaso de agua para las
dos. ¿No es una pichincha?
Antes de no
comer nada, la acompañé. Nos atendió la dueña del negocio del batón, con el
batón puesto, los dos negocios le pertenecían. Pedimos huevos fritos con papas fritas
y flan casero.
Nos fuimos sin
pagar, tenía muchas mesas que atender, ni cuenta que se dio, degenerada.

No hay comentarios:
Publicar un comentario