Las abandonaron
en la puerta de un Convento. La Madre Superiora decidió llamarlas Martirio y
Jesusa. Ella consiguió Nanas para alimentarlas con leche materna. Más tarde las
mandaba al Asilo de enfrente, para que hicieran el Colegio Primario.
Pero esta
buenaventura tenía un reverso. Martirio y Jesusa, eran llamadas a las cinco de
la mañana con una taza de mate cocido y una galleta dura. La Madre Superiora,
que era una santa, había fallecido. Las chicas limpiaban el piso de todo el
Convento, de rodillas y sin dejar mácula.
Todas las
sábanas eran lavadas por Jesusa y Martirio, después de las coladas las tendían
al sol, en filas interminables. 8.30 cruzaban al Asilo. Eran inteligentes y
tenían diez en todas las materias. Muchas veces no se las consideraba por ser
huérfanas. Estaban obligadas a asistir a misa. Trataban de retirarse antes,
porque curas y monaguillos las tocaban.
—Están creciendo
las guachas.-Decía el cura más viejo-.
—Algún día,
cuando las monjas duerman profundo, tenemos que aprovechar.-Calculaba un cura
nuevo- Son lindas, limpias y tiernas. Si les nombramos el castigo de Dios, ante
sus seguras negativas, aceptarán cualquier cosa.
Las monjas del
Convento y las del Asilo, hacían de cuenta que las niñas no existían. Sus notas
nadie las miraba, ni las elogiaban. Jesusa y Martirio, sabían de los curas
abusivos y presentían lo peor.
Jesusa decía: —Nadie
nos va a salvar.
Martirio callaba
y trataba de pensar cuál sería la mejor salida. Jesusa era devota de San Jorge
y el Dragón, miraba la escultura y la espada que brillaba cuando daba el sol.
Antes del
amanecer se escucharon pasos entre pastos y mosaicos, entraron dos
encapuchados. Las dos tiritaban de miedo. —Apretá los dientes, Jesusa y cerrá
los ojos, esto lo arreglo yo, ya verás.
Cuando los
pecadores se abalanzaron sobre ambas, Martirio tenía la espada de San Jorge y
los atravesó a los dos de lado a lado.
La monja que las
despertaba para la limpieza, preguntó qué había sucedido y Martirio contestó:
—No
se asuste, Hermana, fue la mano de Dios, las dos lo escuchamos decir: “Ésta es
la sangre de Cristo…”

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